Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Caeremos como dioses


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Cada vez que la humanidad inicia una nueva etapa histórica, se hace sonar el “Seremos como dioses”. Desde que Luc Ferry presentó su obra El Hombre-Dios (1996), y reforzado por las ventas multimillonarias del Homo Deus (2015) de Harari, se extiende una nueva y vieja tesis: la divinización del ser humano.



La divinización del hombre sostiene, en primer lugar, que el cristianismo culminó la historia de las religiones con una idea sublime de Dios como amor y Dios encarnado en totalmente hombre hermano de los hombres. La era cristiana no la fundó el poder, sino que está fundamentada en una cosmovisión que elevó lo humano a su plenitud. El Dios cristiano, Jesucristo, es la plenitud de todo lo que el ser humano no solo sueña ser, sino que puede llegar a soñar para sí.

El Dios de Jesús fue hecho a imagen

En segundo lugar, le da la vuelta a la encarnación: no es que Dios se encarnara en hombre, sino que la encarnación es el sueño inverso de la aspiración real: la divinización del hombre. El ser humano se va a “encarnar” en Dios por sí mismo. En efecto, los humanos son imagen de Dios, pero no fueron hechos a imagen, sino que el Dios de Jesús fue hecho a imagen de lo que el ser humano puede querer llegar a ser.

En tercer lugar, la economía de salvación se ateíza y cambia de signo: el progreso pretende hacer a los hombres no solamente inmortales, sino que nos daría el poder sobre el cosmos atribuido a Dios. Seremos como dioses. Este es uno de los grandes desafíos de la nueva edad que comienza: la Edad del Ser. La guerra de Ucrania viene a recordarnos que puede que queramos ser como dioses, pero una y otra vez caeremos como todos los falsos dioses.