Aquellos que buscan la luz


Compartir

Nada me importa qué es lo que fueron. Estaba claro que reyes no. El evangelista Mateo no podía omitir un dato tan importante. Además, Herodes no les trató como a tales. Quizá la iglesia primitiva aplicó el salmo 72, que se postren ante él todos los reyes y lo sirvan todas las naciones, y de ahí la creencia popular. Posiblemente pudieron ser sacerdotes del antiguo imperio medo.

El término ‘magu’ es persa, y significa partícipe del don divino. Esta puede ser una buena pista. La astrología era la especialidad de esta casta sacerdotal, ya que su religión tenía un carácter astral. Por eso los magos debían escrutar continuamente el cielo para ordenar el calendario religioso, las fiestas y los sacrificios.



Tampoco me importa cuántos fueron. El texto bíblico no indica número. Las iglesias primitivas representan 2 en san Marceliano (s.III), 4 en las catacumbas de Domitila (s. IV), 6 en las iglesias sirias y 12 en las iglesias armenias. Orígenes fue el primero que fijó el número de 3, apoyándose en los tres dones y la leyenda les hace representantes de las tres grandes razas humanas conocidas Sem, Cam y Jafet: Melchor, de cabello blanco y larga barba, representa a Jafet (Europa), y ofreció oro.

Gaspar, joven, sin barba y rubio, representa a los semitas (Asia) y ofreció incienso. Baltasar, negro y con amplia barba, representa a los camitas (África) y ofreció mirra. Los Santos Padres han interpretado también el simbolismo de las ofrendas, así san Ireneo dice: Ofrecen la mirra a aquel que debe morir; el oro a aquel cuyo reino no tiene fin; el incienso al Dios de los judíos que se manifiesta ahora a los gentiles.

San Gregorio Magno en el mismo sentido: Le ofrecemos oro cuando lo veneramos como al rey del universo; el incienso, cuando lo adoramos como a verdadero Dios; la mirra cuando vemos su humanidad, en la cual murió por nosotros. La mirra es una resina gomosa, roja, amarga y aromática, que se utilizaba también para embalsamar los cuerpos.

No tengo interés alguno por saber cómo se llamaban. Ni el texto bíblico, ni los santos Padres dieron nombre a los magos. Por los siglos VI-VII la iglesia siria les llama: Hormizda, rey de Persia; Yazdeguer, rey de Sabá y Perozad, rey de Arabia. Es el Evangelio armenio de la infancia (s. VI) el primero que los nombra como Melchor, Gaspar y Baltasar.

Lo que más me interesa de ellos, fueran quienes fueran, es el camino de búsqueda que emprendieron, que es modelo de vida espiritual para todos nosotros. Aquellos que caminaron en la oscuridad de la noche, pendientes de los signos de luz que Dios les ponía en su camino. Supongo que todos vieron la estrella, pero sólo ellos supieron leer el signo de esperanza. Se necesita tener un corazón que comprenda. ¿Cómo podremos leer hoy los signos de Dios en nuestra vida? Estamos obligados a ello en esta noche de luces fatuas y fantasmas amedrentadores.

Momentos oscuros

Me llena de curiosidad ese camino de desprendimiento, de inseguridad material. Ellos tan intelectuales, tan poderosos… son unos verdaderos sabios, porque buscan con fuerza la verdad, que es humilde; porque permanecen con fidelidad, sin desanimarse a la primera de cambio. Seguro que no fue un camino evidente, sino cargado de momentos oscuros e inciertos.

Camino de perseverancia lleno de anuncios y tentaciones. Como todo camino que conduce a Dios, que no puede ser de otra manera. Es triste ver, cada vez más, personas, también en la iglesia, que limosnean verdades que les impida dudar, soluciones mágicas, curaciones de abracadabra, seguridades sin esfuerzo… sendas que nada tienen que ver con los caminos de la fe.

Estos que se postran por tierra para adorar al niño en brazos de su madre, son maestros de sabiduría –todo lo estimo basura con tal de conocer a Cristo Jesús, mi Señor (San Pablo)– son la esencia de aquellos que queremos caminar de las tinieblas a la Luz. Nada importa qué y cuántos fueron, ni cómo se llamaron, si nos han dejado un camino de esperanza para seguir creyendo. ¡Ánimo y adelante!