José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Abusos: no vale excusarse en una persecución mediática


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MIÉRCOLES 23. Premios ¡Bravo! Y defensa del periodismo. De la calidad frente a las ‘fake news’, al ciudadano convertido en reportero aficionado y a los intereses económicos apisonadores, realizado por parte de Elsa González. De un periodismo eclesial que sabe ser denuncia oportuna y del secreto profesional, por parte de García Beltrán.

SÁBADO 26. Ni traductores ni portavoces. A Don Fernando no le han hecho falta nunca. Siempre se bastó para expresar lo que sentía y pensaba. Huía del circunloquio. Certero, sin levantar barreras con el interlocutor. Un aplomo que no solo le hacía ganarse el respeto del otro, sino invitarle a entrar en diálogo. Un don, recibido, trabajado y reconocido que le erigió en el gran negociador eclesial de la Transición, en algo más que la mano derecha de Tarancón en la homilía de los Jerónimos, alma de la renovación de la UPSA y en el pastor incómodo de Pamplona que dio la cara por las víctimas de ETA.

Cuando se jubiló, decidió retirarse a Málaga y hubo quien se empeñó en jubilarle en el olvido, al igual que le arrebataron la púrpura en una jugada de última hora. Hasta que Francisco lo rescató. Como el primer cardenal español de su Pontificado. El claretiano al que tanto había leído. Con este gesto, el Papa marcaba el rumbo que quería para la Iglesia española. Y él asumió el encargo sin quedarse anclado en su meritorio pasado. Un quinquenio de trabajo en el que volvió a ser el más moderno. Zarandeó al Episcopado con lecciones de audacia y una lucidez argumental que no correspondía ni con su DNI ni con su cuadro clínico. Así lo manifestó en cada intervención pública. Recuperó la voz, aunque nunca había dejado de hablar, reflexionar y sugerir. Evangelio sin pamplinas ni pelos en la lengua. Como en su penúltimo consejo a su casa de Vida Nueva: “Basta de medias palabras. Vamos a poner las cosas serenamente en su sitio”.

DOMINGO 27. Frente al televisor. Documental de Netflix sobre los abusos sexuales en la Iglesia española. Tres capítulos de un tirón. Un trabajo periodístico sin peros. Incluyendo voces eclesiales. Pero, sobre todo, el dolor de las víctimas. Y las estremecedoras excusas de los depredadores. Material catequético obligatorio para asimilar la “monstruosidad” de la que el Papa habló a la Curia. Si se rechaza, es porque la ceguera puede. No vale excusarse en una persecución mediática. Los hechos están ahí. Y el título de la cinta es el mejor resumen: ‘Examen de conciencia’. El que aún está por hacer.

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