Los cardenales estaban tan concentrados que no fueron conscientes de que, mientras elegían al próximo Papa, estaba produciéndose la mayor cobertura informativa de la historia. Al salir, quedaron impresionados del desbordante seguimiento global que había tenido el cónclave y su extensa transversalidad atrayendo el interés y fascinación de gentes de todo tipo.
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No hay todavía datos globales, pero se puede valorar el impacto en un país como España. El evento más visto en los últimos veinte años ha sido los Juegos Olímpicos de París, cuya inauguración siguieron 9,3 millones de televidentes. Muchos más, 13,6 millones, siguieron la elección del papa León XIV a través de 15 cadenas, alcanzando ese día un tiempo medio de 2,48 horas de atención.
¿Cuánto se puede comunicar en 168 minutos a 13,6 millones de personas? Son 2,3 mil millones de minutos para lo esencial, 2,3 mil millones de minutos para la esperanza. A todo ello hay que añadir el seguimiento por radio, prensa escrita o el despliegue por redes sociales. Es más: los funerales del papa Francisco alcanzaron los 18 millones de televidentes.
El cómo de Jesús
El cardenal Cobo no invita a preguntarnos qué está queriendo comunicar el Espíritu a través de uno de los acontecimientos que en la historia ha reunido la atención de más gente y con mayor diversidad. Primero, nos muestra que la gente está abierta a escuchar, buscar y dialogar mucho más de lo que se espera o se quiere creer.
Quieren que la Iglesia siga siendo faro moral del mundo, sienten nostalgia de Pueblo y fraternidad universal, hay sed de profundidad y belleza. En todo caso, debemos hacernos la pregunta con otros, con todos, y seguro que es el inicio de una muy buena conversación sobre lo esencial. La enseñanza es que el cómo es la clave: el cómo de Jesús.