Jose Fernando Juan
Profesor del Colegio Amorós

10 “encerramientos” bíblicos


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Hablar de “confinamiento” provoca pavor. Escuchamos esta palabra quienes, por otro lado, hemos sobrevivido al primer golpe del virus y ahora enfrentamos el segundo. Ola es una metáfora, pero comienza a saludar de cerca un nuevo caballero apocalíptico que supondrá para muchos muerte y hambre.

Brevemente, os presento una búsqueda que ojalá dé más de sí en cada lector. Un acercamiento a la Escritura (sabiduría antigua para unos, Palabra de Dios para otros) en torno a la vivencia de distintos “encerramientos”, confinamientos o todo lo semejante.



  1. Adán y Eva

Un relato narrativo de intenciones abismales. Una mirada sobre la persona, sobre el ser humano y su origen. Atención a esto: vivían en convivencia con Dios, paseando con Dios, en lo infinito e ilimitado (no solo en un lugar llamado Edén o Paraíso). Creados a imagen y semejanza, comparten esencia y el aliento de Dios. Sin embargo, entra algo en la historia que lo distorsiona y rompe todo. Discordia, confusión, volvemos al caos del inicio en el que hay que volver a poner Palabra. La distancia pasa a ser ruptura. Y, metafóricamente, la consecuencia es su propio “desconfinamiento”. La expulsión es la consecuencia, no el castigo, aunque se vivirá siempre como tal. La condena de haber nacido.

  1. Noé

Todavía en los capítulos narrativos del Génesis. Noé, un relato en diálogo con la cultura del momento, por lo que sabemos de lo que se difundía por Asia Menor, Egipto, Grecia. Noé también caminaba en compañía de Dios. La Buena Noticia es doble: Dios no ha dejado de caminar con la humanidad, ni la humanidad se ha quedado al margen de la posibilidad de caminar con Dios. Salir y airearse, recibir aliente y espíritu. Sin embargo, Noé fue encerrado. Su misión fue construir su propio confinamiento, el Arca como espacio de vida mínima. Reducción imposible. Confinamiento salvífico y, sin embargo, esperar salir de él.

  1. Moisés y el pueblo de Israel

El culmen de la liberación del pueblo esclavo curiosamente terminó en un encerramiento. Conversaciones y persuasiones de todo tipo, preguntas y respuestas, intercambio de pareceres. Al final, el panorama subió de tono. Plagas. La última, la Primera Pascua, encerrados de modo singular en torno a un banquete nada propio de su condición sumisa. El previo a su libertad compartiendo un Cordero en familia ataviados con vestimentas de viaje y todo dispuesto para salir. La noche de los primogénitos. Las casas aisladas debían tener en las jambas de sus puertas la seña de su identidad, a la que prometían fidelidad y con la que tatuarían su vida.

  1. Elías en el monte Horeb

Poco después de comenzar su servicio, temiendo por su vida, se vio empujado a huir. Lo cual le llevó a desear su propia muerte por el cansancio. Se encerró en una gruta, sin embargo, Dios le llamó a salir y ponerse en pie. Allí pasó de todo, huracán, terremoto y fuego. Lo que destruye masivamente, motivo más que suficiente para vivir apesadumbrado y con temblor de piernas. De pie permaneció en la terraza de la gruta, hasta que, ahora sí, un susurro suave sacudió su piel y se cubrió el rostro con su manto, porque allí estaba Dios. En la calma, escuchó una voz.

  1. Job

No puede faltar referencia a Job, a su densa historia. Después de la destrucción de todo lo que podía haber construido con su vida y verse desprovisto, le alcanzó la enfermedad, “tocado en su hueso y su carne”, con “úlcera del pie desde la planta del pie hasta la coronilla”. Tres amigos, que se enteraron, decidieron acercarse rápidamente para despedirle. Allí, en su casa, permanecieron durante siete días y siete noches con él, sentados en el suelo. Después, una vez que Job pudo abrir la boca, comenzaron esos tres terribles diálogos que buscan, como en un interrogatorio acusatorio, intentando que doble la cerviz. Pasadas las veinte páginas nucleares, Dios cuida a Job por su amor al prójimo y su búsqueda de la verdad, incluso en su enfermedad.

  1. Jonás

Un profeta, que ha pasado por cobarde, que queriendo escapar y alejarse al máximo del cumplimiento de su misión, es encerrado dentro de un gran pez. Tres días ya sabemos. Tres días que darán para mucho. Describe muy bien, con su clamor, al abismo. Porque hay una conversión del corazón, un retorno, una vuelta de la propia vida. De su rebeldía a la docilidad, una vez puede salir. ¿Aprendió con su confinamiento todo lo que tenía que aprender? En absoluto. Un profeta especial, que pese a cumplir su misión, sigue erre que erre. La condición humana no cambia tan fácilmente.

  1. Daniel

La Iglesia canta festivamente, con sus palabras, las maravillas del Señor. Arrojado a un honro por la envidia, junto a tres jóvenes que daban gracias. Después, la oración de Daniel fue el motivo por el que lo encerraron entre leones, denunciado por otros envidiosos, esperando su desesperación, su ruptura y quiebra, ser devorado por las bestias. Sin embargo, nada. Doble confinamiento, doble condena. La primera por su fidelidad y rectitud, la segunda por la primacía de Dios en su vida. Seguía cantando. Es un profeta que así ha pasado a la historia. Fiel servidor y orante, agradecido por la maravilla de Dios, por su grandeza, por la belleza de la Creación y la acción de Dios en la historia.

  1. Cuando quieras orar

Enciérrate en tu habitación. Auténtico desierto, paralelo claramente al tiempo que Jesús pasó en el desierto probado. Ese tiempo de sinceridad y apertura de la propia intimidad a Dios, al margen de toda mirada que no sea la suya y toda presencia que no sea la suya. Oración y desierto se dan la mano. Oración y tentación igualmente. A puerta cerrada, en lo secreto, ¿qué es lo que sale de nuestro corazón y qué descubrimos, a dónde miramos? En ese espacio seguro y al tiempo incierto, la única libertad posible es la Verdad y viceversa.

  1. Pentecostés

El miedo también encierra. El miedo hace claudicar. Volverse sobre uno mismo de modo perverso de la mano de la mentira, rechazando toda esperanza y motivos para algo más que la propia defensa. Sin exponerse, sin riesgo. Terminar auténticamente confinados. Así fue la experiencia de los apóstoles después de la muerte de Jesús. La primera en romper ese confinamiento fue una María, que paseó entre muertos buscando al que Vive. Los Once fueron sorprendidos mientras meramente recordaban. La presencia del Resucitado, primero su Paz y luego su Espíritu, sacó de allí a los que parecían estar en el mundo solo para sí mismos. ¡Desconfinamiento espiritual! ¡Desconfinamiento salvífico!

  1. Pablo y Ananías

Saulo era un enfermo, contagiaba odio y violencia. Movido por lo que le consumía consiguió permiso para un viaje. Y, para su sorpresa, el que todo quería vencerlo en nombre de Dios, fue vencido por Él. Cegado por el exceso del encuentro, quedó ciego, con ojos escamados. ¿Qué hacer? Confínate en casa de Ananías. Anciano acogedor. De su casa salió, como él mismo dice, un hombre nuevo.

Aprovechando este final, ¿saldremos de nuestros confinamientos, enfermedades, sufrimientos y acontecimientos como personas renovadas, no solo diferentes? ¿Cabe esperanza? Otra pregunta: ¿La esperanza no recae sobre las personas, no es, para quien la vive, pregunta siempre por lo último? ¿Dónde nos situaremos? ¿La esperanza no es también vocación, profecía, sacerdocio y reinado sobre el mundo?