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Tribuna

Navidad con Francisco

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El 17 de diciembre, pude (pudimos) recordar a Francisco en la fecha de su cumpleaños. El 21 de diciembre pude (pudimos) también recordarlo a ocho meses de su partida. Sin embargo, en los días previos a esta Navidad, me costó pensar que era la primera sin él. Evidentemente, no quise pensar que era cierto. Me negué a verlo. Y me sorprendí a mí misma en esta negación durante la Nochebuena y la Navidad.



Ahora, pienso y me dejo sentir en quiénes estarían pensando y sintiendo lo mismo que yo. Para darme ánimo, quise imaginar cuál hubiera sido su mensaje. Y estuve recorriendo sus palabras y recortando algo de lo que nos dejó desde el 2013 hasta el 2024.

Francisco y la Navidad

En su primer mensaje Utbi Et Orbi de 2013, nos dijo: “No pasemos de largo ante el Niño de Belén. Dejemos que nuestro corazón se conmueva: no tengamos miedo de esto. No tengamos miedo de que nuestro corazón se conmueva. Tenemos necesidad de que nuestro corazón se conmueva. Dejémoslo que se inflame con la ternura de Dios; necesitamos sus caricias. Las caricias de Dios no producen heridas: las caricias de Dios nos dan paz y fuerza. Tenemos necesidad de sus caricias”.

En el 2014: “Pienso en todos los niños hoy maltratados y muertos, sea los que lo padecen antes de ver la luz, privados del amor generoso de sus padres y sepultados en el egoísmo de una cultura que no ama la vida; sean los niños desplazados a causa de las guerras y las persecuciones, sujetos a abusos y explotación ante nuestros ojos y con nuestro silencio cómplice; a los niños masacrados en los bombardeos, incluso allí donde ha nacido el Hijo de Dios. Todavía hoy, su silencio impotente grita bajo la espada de tantos Herodes. Sobre su sangre campea hoy la sombra de los actuales Herodes. Hay verdaderamente muchas lágrimas en esta Navidad junto con las lágrimas del Niño Jesús”.

En 2015: “Donde nace Dios, nace la esperanza: él trae la esperanza. Donde nace Dios, nace la paz. Y donde nace la paz, no hay lugar para el odio ni para la guerra. Sin embargo, precisamente allí donde el Hijo de Dios vino al mundo, continúan las tensiones y las violencias y la paz queda como un don que se debe pedir y construir”.

En 2016: “El poder de un Niño, Hijo de Dios y de María, no es el poder de este mundo, basado en la fuerza y en la riqueza, es el poder del amor. Es el poder que creó el cielo y la tierra, que da vida a cada criatura: a los minerales, a las plantas, a los animales; es la fuerza que atrae al hombre y a la mujer, y hace de ellos una sola carne, una sola existencia; es el poder que regenera la vida, que perdona las culpas, reconcilia a los enemigos, transforma el mal en bien. Es el poder de Dios”.

Nacimiento

En 2017: “…mientras el mundo se ve azotado por vientos de guerra y un modelo de desarrollo ya caduco sigue provocando degradación humana, social y ambiental, la Navidad nos invita a recordar la señal del Niño y a que lo reconozcamos en los rostros de los niños, especialmente de aquellos para los que, como Jesús, «no hay sitio en la posada» (Lc 2,7)”.

En 2018: “…mi deseo de feliz Navidad es un deseo de fraternidad. Fraternidad entre personas de toda nación y cultura. Fraternidad entre personas con ideas diferentes, pero capaces de respetarse y de escuchar al otro. Fraternidad entre personas de diversas religiones. Jesús ha venido a revelar el rostro de Dios a todos aquellos que lo buscan”.

En 2019: “Navidad eres tú, cuando decides nacer de nuevo cada día y dejar entrar a Dios en tu alma”.

En 2020: “Ante un desafío que no conoce fronteras, no se pueden erigir barreras. Estamos todos en la misma barca. Cada persona es mi hermano. En cada persona veo reflejado el rostro de Dios y, en los que sufren, vislumbro al Señor que pide mi ayuda. Lo veo en el enfermo, en el pobre, en el desempleado, en el marginado, en el migrante y en el refugiado: todos hermanos y hermanas”.

En 2021: “El Verbo se hizo carne para dialogar con nosotros. Dios no quiere tener un monólogo, sino un diálogo. Porque Dios mismo, Padre, Hijo y Espíritu Santo, es diálogo, eterna e infinita comunión de amor y de vida”.

En 2022: “…hoy como en ese entonces, Jesús, la luz verdadera, viene a un mundo enfermo de indiferencia — ¡enfermedad grave! —, que no lo acoge (cf. Jn 1,11); es más, lo rechaza, como les pasa a muchos extranjeros; o lo ignora, como muy a menudo hacemos nosotros con los pobres. No nos olvidemos hoy de tantos migrantes y refugiados que llaman a nuestra puerta en busca de consuelo, calor y alimento. No nos olvidemos de los marginados, de las personas solas, de los huérfanos y de los ancianos — la sabiduría de un pueblo — que corren el riesgo de ser descartados; de los presos que miramos sólo por sus errores y no como seres humanos”.

En 2023: “¡Hermanos y hermanas, alegrémonos por esta gracia! Alégrate tú, que has perdido la confianza y las certezas, porque no estás solo, no estás sola: ¡Cristo ha nacido por ti! Alégrate tú, que has abandonado la esperanza, porque Dios te tiende su mano; no te señala con el dedo, sino que te ofrece su manito de Niño para liberarte de tus miedos, para aliviarte de tus fatigas y mostrarte que a sus ojos eres valioso como ningún otro. Alégrate tú, que en el corazón no encuentras la paz, porque se ha cumplido la antigua profecía de Isaías: «Un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado […] y se le da por nombre: […] Príncipe de la paz» (9,5). La Escritura revela que su paz, su reino no tendrán fin (cf. 9,6)”.

El año pasado, 2024 nos dijo: “Hermanas y hermanos, la puerta del corazón de Dios está siempre abierta, regresemos a Él. Volvamos al corazón que nos ama y nos perdona. Dejémonos perdonar por Él, dejémonos reconciliar con Él. Dios perdona siempre, Dios perdona todo. Dejémonos perdonar por Él”.

Hilvanando…

Y, a modo de oración perpetua, recordemos los consejos y el amor de este papá que nos dio todo para seguir amando:

Que, con un corazón conmovido, aceptemos nuestra necesidad de caricias.

Que nuestras lágrimas actuales no sean despojos pasajeros de nuestra impotencia, sino el camino regado para cuidar la vida antes de su nacimiento y en nuestros niños y niñas maltratados.

Que la esperanza y la paz que vienen de Dios sean la verdad que nos impulse a pedirlos cada día para edificar horizontes de esperanza y construir la paz como un bien duradero.

Que el poder del Amor de Dios nos convoque a la reconciliación, al perdón, a la Comunión y a dar vida al bien.

Que no olvidemos que, ante un modelo de desarrollo ya caduco que sigue provocando degradación humana, social y ambiental, la Navidad de cada día nos invita a fijar la mirada del corazón sobre “los que no tienen lugar en la posada”.

Francisco Sonriente

Que la fraternidad humana contemplada en toda su diversidad, nos permita renacer cada día en la conciencia de que estamos todos juntos en la misma barca.

Que, en un renovado diálogo con Dios, podamos despojarnos totalmente de la grave enfermedad de la indiferencia para ver y actuar ante nuestros hermanos migrantes, huérfanos, ancianos, presos y ante los padecimientos de quienes sufren maltratos de diversa índole, como son el hambre, la falta de techo, salud y educación.

Que, ante la falta de esperanza, de confianza y de paz, ante nuestros miedos y fatigas y la ausencia de paz, podamos alegrarnos en la luz del Niño Jesús que se renueva para decirnos que no estamos solos, porque Jesús está con nosotros hasta el fin del mundo.

Que la alegría ante la puerta siempre abierta del corazón de Dios, volvamos a Él que todo lo perdona Que volvamos al corazón que nos ama y nos perdona.

Y así, pude imaginarme recostada sobre su pecho lleno de flores blancas, y dejarme sentir que su latido iba siguiendo esta oración y su sonrisa resplandecía una vez más ante nosotros.

Gracias Francisco por llenarme (llenarnos) la octava de Navidad con tu siembra de sonrisas y alegría del evangelio.

Brindamos con vos por el fin de este año y el comienzo del próximo, atentos al trabajo que el Reino está pidiendo.