“Cada vez que vengo aquí, incluso durante la guerra, hay un bautismo que celebrar. No hay Navidad sin bautismo. Es la mejor manera de decir que creemos en la vida y en Jesús”. Con esas palabras, el cardenal Pierbattista Pizzaballa selló una visita de tres días a la parroquia de la Sagrada Familia de Gaza, marcada por la guerra, el frío y la devastación, pero también por la fe, la ternura y una esperanza que no se rinde. Durante su visita, hubo misa, villancicos y una obra de teatro navideña protagonizada por los más pequeños. Nueve niños recibieron su Primera Comunión. Y un bebé, Marco, fue bautizado.
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El patriarca latino de Jerusalén, acompañado por el vicario general William Shomali y un pequeño grupo de sacerdotes, cruzó la Franja el pasado 19 de diciembre. Lo hizo —como cada año— para celebrar la Navidad con la pequeña comunidad cristiana local, pero también para acompañar su dolor y alentar la reconstrucción de lo material y lo humano tras los ataques de Israel.
“Una pequeña luz de esperanza”
A su llegada, los niños cantaban. Pese a todo. En el patio parroquial —todavía abarrotado de familias desplazadas— no faltaron las sonrisas ni los abrazos. También estaban el párroco, Gabriel Romanelli, y sus dos vicarios, los padres Yousef y Carlos. “Me alegra estar una vez más entre todos vosotros. Por primera vez, siento un poco de alivio. Sé que la situación es difícil, pero en los niños, la escuela y las actividades, veo una pequeña luz de esperanza”, dijo el cardenal.
“No pueden imaginar cuántas iglesias, grupos, asociaciones y personas de todo el mundo están unidos a vosotros en este momento”, dijo Pizzaballa. Asimismo, agradeció a los cristianos de Gaza haber permanecido “firmes en la fe durante este terrible período”.
“Reconstruiremos: nuestras escuelas, nuestras casas y nuestra vida. Pero también nuestros corazones. Solo el amor puede construir”, afirmó. “Estamos arraigados aquí y permaneceremos aquí. Queremos ser un punto de referencia estable y sólido en este mar de destrucción. No tengan miedo. Debemos avanzar unidos y fuertes, para reconstruir, juntos, la vida en Gaza”.
El rostro herido de Cristo
Durante esos días, la delegación visitó el hospital Al-Ahli, la Universidad Al-Azhar, las instalaciones de Cáritas y otras iniciativas caritativas. También caminaron por las tiendas de campaña que se extienden frente al mar. Allí viven miles de familias sin agua caliente, sin privacidad y sin nada que garantice la vida. “Hace frío, yo tuve frío, así que piensen en los niños”, exclamó el patriarca ante la prensa.
El 80% de las infraestructuras están destruidas. La actividad económica está paralizada. Sin embargo, según Pizzaballa, hay “una voluntad de volver a la vida”. “Aparecen puestos improvisados en tiendas donde se venden frutas y verduras. La hambruna aguda”, dice, “ha retrocedido gracias a la ayuda internacional. Pero aún falta todo”.
Dios nace en los márgenes
En su homilía navideña, el patriarca recordó que “la Sagrada Familia no pudo encontrar un lugar para pasar la noche”, y añadió: “Eso nos recuerda vuestra situación aquí. El camino de Dios es el camino de los pobres y los sencillos”. “Es fácil creer que los poderes de este mundo deciden lo que nos sucederá. En tiempos de Jesús, la gente creía que el emperador Tiberio controlaba el destino del mundo. Sin embargo, fue el niño nacido en un lugar sin sitio quien cambió la historia. Son las personas las que deciden cómo vivirán”, añadió.
Pizzaballa exhortó a la comunidad a perseverar “en el amor, la confianza y la perseverancia en hacer el bien”. Y concluyó: “Como en los tiempos de Jesús, el nacimiento es el nacimiento de la salvación en un lugar de destrucción. Este será un nuevo nacimiento para vosotros en este lugar. La celebración de la Comunión y el Bautismo es un signo de esta vida renovada”.
“Nosotros reconstruiremos”
En un encuentro con los periodistas tras su visita a Gaza, Pizzaballa reconocía que “la guerra se ha detenido, pero el conflicto sigue presente”. “Los problemas están en todas partes. Cisjordania también arde. En este contexto parece complicado hablar de esperanza, pero es nuestro deber hacerlo en este período navideño”, añadió el cardenal.
Sin embargo, lo que más lo impactó fue el rostro de los niños. “Llenos de alegría, llenos de vida… ellos salvarán nuestras comunidades. Así lo creo”. Y concluyó con una promesa: “No están solos. Juntos, lo reconstruiremos todo”. “A pesar de todo, hay signos de esperanza”, ha asegurado.
Lo que el Patriarca también percibió claramente fue que la gente de Gaza no se siente abandonada por el mundo: “Debemos distinguir: la comunidad política es una cosa, la sociedad civil es otra. Para esta gente, el mundo ha estado presente”.
Reflexionando sobre lo que realmente significa la paz para Gaza, el cardenal enfatizó que “es una palabra muy desafiante. Hablar de paz en un contexto desconocido puede parecer un eslogan. Pero no me malinterpreten: queremos la paz, pero ante todo, debemos crear las condiciones para que se establezca de manera verdadera, sólida y permanente. Debemos trabajar en esto ahora, para que los corazones estén verdaderamente preparados para la paz”.
Una “paz aparente”
Mientras, los patriarcas y líderes de las Iglesias de Jerusalén han publicado su tradicional mensaje de Navidad, reiterando que la paz no puede reducirse a una simple suspensión de las hostilidades, sino que debe ir acompañada de justicia, reconciliación y respeto a los derechos fundamentales.
Si bien celebran el alto el fuego, que ha permitido a muchas comunidades celebrar las fiestas con mayor libertad, los Patriarcas advierten del riesgo de una “paz aparente”, recordando las palabras del profeta Jeremías: “Paz, paz, pero no hay paz”. Según el mensaje, a pesar de la tregua, la violencia, las víctimas y las violaciones de las libertades continúan en Tierra Santa y los países vecinos.
Los líderes de las Iglesias reiteran su solidaridad con todos los afectados por el conflicto y hacen un llamamiento a los cristianos y a todas las personas de buena voluntad para que perseveren en la oración y el compromiso por una paz auténtica y duradera.