Durante unas semanas voy a dejar a un lado las peticiones al partido político ideal para mí (volveré a ello, pero un poco más adelante) para tocar otros temas. A riesgo de quedar como alguien poco imaginativo, voy a hablar hoy del tema de radiante actualidad: la Navidad. Porque participo cada dos semanas en un programa de radio de la Ser en Miranda de Ebro. Habló allí de temas económicos sencillos y durante el último programa, el entrevistador me hizo esta pregunta: ¿Cuándo se fastidió la Navidad?
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Creo lo primero es aclarar a qué se refería con “fastidió”, por que si no lo hago así, puede ser malentendida esta pregunta. José Ángel (así se llama el periodista) me comentaba que antes la Navidad era el momento de la solidaridad, de encontrarse con los más desfavorecidos, de hacer obras de caridad, de tener en cuenta a los pequeños, etc. La Navidad tenía un carácter caritativo y compasivo que nos recordaba que no todos lo pasan bien, que continúan naciendo niños en condiciones insalubres (como le pasó a Jesús), en familias discriminadas (como la de Jesús), etc. Pero que podemos ser como los pastores, que estuvieron atentos y ayudaron a esa pareja sola y rechazada que se había refugiado en un pesebre para tener a su primer hijo.
Pero esta idea de la solidaridad se ha olvidado. Navidad ha pasado a ser un momento para las compras, para los viajes, para los regalos, para las comidas y las cenas. El ocio, la diversión, el gasto, parecen ser los elementos clave de las navidades. La solidaridad ya no aparece, la caridad se ha olvidado, el compartir con los más desfavorecidos parece algo de otro siglo. ¿Cuándo se fastidió la Navidad?
Solidaridad olvidada
Como todo buen periodista, la pregunta que formulaba José Ángel era a la vez incómoda y difícil. Por que es complicado poner una fecha, por que las cosas no suceden de un momento a otro, sino que evolucionan poco a poco. Sin embargo creo que hay una causa y una imagen y una frase que nos representan el momento en el que se da este cambio. La causa es clara. Cuando se intenta silenciar el motivo real de lo que se celebra, se olvida ese componente solidario y caritativo que conlleva la llegada de Dios a la tierra en las circunstancias que lo hizo. Olvidar lo que se celebra y lo que esto implica, nos lleva a sustituir sus valores por lo que prima en nuestra sociedad: el economicismo.
Y si esta es la causa profunda de este cambio, hay dos manifestaciones claras que nos dicen cuándo se da el punto de inflexión.
- La primera es visual: cuando nuestras calles se llenan de luces de Navidad que representan cajas de regalo, estamos diciendo que esto es lo principal, que lo económico se ha convertido en el verdadero espíritu navideño.
- La segunda es cuando la gente deja de felicitar la navidad para felicitar las fiestas.
Lo importante ya no es lo que se celebra, sino la fiesta. Lo clave es lo festivo, no la causa que lleva a esto.
