En varios rincones de África, los niños albinos son estigmatizados, discriminados y, en el peor de los casos, asesinados. Y es que ciertos prejuicios anclados en la identidad ancestral de algunos pueblos les acusan de ser “brujos” que, con su “magia negra”, “maldicen” a quienes les rodean.
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Esa realidad la conoce bien de cerca Lévi Kasongo, diácono de la Diócesis de Kabinda, en la República Democrática del Congo, país que estos días sufre una terrible crisis humanitaria en la región de Kivu ante el avance sanguinario de la milicia M23. A sus 25 años, terminó su formación sacerdotal en España, en el Seminario de Toledo y, en abril, regresó a su país, donde recibió la ordenación diaconal en junio. Después entonces, como le explica a Vida Nueva en un perfecto español, “mi obispo me ha enviado de misión pastoral al Sector de Tshofa, a 200 kilómetros de la capital de la diócesis”.
En 15 pueblos
Allí dedica su día a día en la pastoral de la Parroquia Santa Margarita, que “fue fundada por los misioneros belgas y tiene 15 pueblitos, donde anunciamos el Evangelio”. Así, consciente de que “el Evangelio se anuncia con palabras y con pequeñas obras”, ha puesto en marcha el Proyecto Afrocongo, con el que busca “ayudar, a través de un dispensario y de un orfanato, a niños huérfanos que sufren de desnutrición y de albinismo”.
Hace dos meses, “me llamaron y me hablaron de un chico que sufre de albinismo; ese chico se llama Didier, tiene seis años y es huérfano. Su madre dio a luz a seis hijos, de los cuales tres son albinos. Una hermana suya, igualmente albina, falleció hace dos años por el cáncer de piel. Y su otra hermana, Léonie, que también sufre de albinismo, ha quedado ciega por la falta de cualquier tratamiento para cuidar su vista. Además, su piel tiene también problemas”.
Como detalla Kasongo, “alguien les había hablado de mí y del Proyecto Afrocongo, pero no tenían medios para traer al chiquillo a Tshofa”. Así que, una vez que conoció la historia, “cogí la moto y fui a su pueblito, llamado Kolobeyi, que está a 53 kilómetros de Tshofa, aunque, por el estado de rutas, se tarda tres horas”.
Dormidos bajo el sol
Tras llegar, “busqué su casita y me la enseñaron; le encontré allí, con su hermana, dormidos bajo el sol. Me presenté y me contaron su vida: sus alegrías y sus penas. Después de una semana, mi equipo y yo nos hicimos cargo de acoger a Didier en nuestro orfanato, donde está ya bien integrado”.
Aunque su situación sigue siendo preocupante, pues Didier “está perdiendo la vista poquito a poco. Es un problema que tienen muchos albinos aquí, en Congo, y ser albino en este ámbito es un gran problema, ya que hay muchos prejuicios contra las personas que sufren de albinismo. Muchos se ven abandonados por sus familias, ya que se les acusa de brujería y lo achacan a una maldición. Incluso, algunos son asesinados por personas que buscan una supuesta magia negra en sus huesos. Es una lástima…”.
En el caso de Didier, además, “él perdió a sus padres con tres años y ha sobrevivido gracias a su hermana de 22. Esta también sufre de albinismo y, desde que es ciega, la vida del chico empeoró mucho, ya que, al no poder ir ella al campo a trabajar, no comen todos los días”.
Buscan un oftalmólogo
El Proyecto Afrocongo ha ayudado a su hermana “con alimentos y ropa”, pero, aun así, “su vida sigue siendo muy difícil”. En cuanto a Didier, “nos hacemos cargo de él con lo que podemos. Buscamos apoyos para traerle a una ciudad del Congo donde pueda ser visto por un oftalmólogo, pero eso supone medios, ya que aquí no existe la cobertura médica”.
Pese a todo, Kasongo no se rinde: “Este programa lo inicié con los regalos que recibí el día de mi ordenación diaconal, pero lo mejor es que ahora funciona gracias a las ayudas que hemos recibido del párroco y de los fieles de La Carolina, un pueblo de Andalucía”. Una red solidaria que va creciendo. Y que urge que no se apague, pues “necesitamos medicamentos para nuestro dispensario”.
Azuzados “por la falta de medios”, admite que “no podemos acoger a más chicos huérfanos necesitados”. Por eso, el trabajo ha de ser de concienciación local, para romper tabúes y prejuicios: “Ahora estamos buscando buenas familias que puedan acoger a algunos de los chicos”.
En el caso de Didier, “será difícil encontrar una familia, ya que muchos tienen miedo de acoger a un chico de seis años que sufre de albinismo. Sin obviar que él mismo no quiere ir en otro sitio por miedo de sufrir. Aquí se siente seguro, en un hogar”.