David Jasso
Provicario episcopal de Pastoral de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

Navidad cuando no todo está bien


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Hay Navidades que llegan con el corazón ligero, y hay otras, quizá muchas más, que llegan con cansancio, con asuntos sin resolver, con ausencias que pesan más en estas fechas. A veces no todo está bien, y reconocerlo no es falta de fe, sino un acto de verdad.



A veces pareciera que la Navidad nos exige alegría inmediata, sonrisas impecables, mesas completas, familias en armonía. Como si Dios solo pudiera nacer cuando todo está en orden. Pero el Evangelio cuenta otra historia, una mucho más humana y más bien dramática.

Dios no esperó a que el mundo estuviera bien para venir. No esperó tampoco a que hubiera paz o a que las relaciones estuvieran sanas. No esperó a que el corazón humano fuera perfecto.

Nació en medio de lo frágil, en lo improvisado y que no estaba resuelto, por eso el pesebre no es una postal bonita. Dios entra en la historia tal como es, no como debería ser. De ahí que la Navidad no es una meta que alcanzamos, sino un regalo que se nos ofrece incluso cuando llegamos cansados, confundidos o con el alma hecha añicos.

Quizá este año te acercas a la Navidad con preguntas sin respuestas o con un duelo reciente, una relación rota, un miedo que no se va, un cansancio que ya no se disimula. Tal vez estás empezando algo nuevo y no sabes si será suficiente o simplemente estás agotado (a) de sostenerlo todo.

Nacimiento de Chihuahua

Un nacimiento de Chihuahua en el Vaticano. Foto: Embajada de México en la Santa Sede

La buena noticia es esta: la Navidad también es para ti, porque Dios no nace en el corazón que lo tiene todo claro, sino en el que se atreve a dejarle un espacio. No pide una casa impecable; pide una rendija. No exige certezas; acoge la confianza que duda.

En estos días he visto cómo los comienzos verdaderos casi siempre se dan así: sin ruido, sin garantías, sin discursos perfectos. Navidad es permitir que la luz llegue sin forzarla, que el amor se acerque sin exigirnos estar bien primero. Es aceptar que no todo se resolverá esta noche, pero que no estamos solos en lo que falta. Emmanuel no significa “todo está arreglado”, sino “Dios está contigo”. Y eso cambia todo.

Tal vez esta Navidad no será como otras, tal vez no será perfecta, tal vez será más silenciosa, más sobria, más verdadera. Y tal vez, solo tal vez, será la más honesta de todas.

Que esta Navidad no nos encuentre fingiendo alegría, sino abriendo espacio. Que no nos exija llegar completos, sino disponibles y que nos sorprenda, como sorprendió a María, a José, a los pastores: cuando no todo estaba bien… y aun así, Dios decidió nacer.

Lo que vi esta semana

La alegría de mi sobrina más pequeña al enseñarme el pinito de Navidad de su casa.

La palabra que me sostiene

“Hoy les ha nacido un Salvador“. (Lc 2,11).

En voz baja

Ven, Señor, no tardes.