Conocí al teólogo Marciano Vidal en el ya lejano 1983. Aunque yo tomaba mis clases en la Gregoriana, me daba mis vueltecitas a otras universidades para asistir a cursos que me interesaban. En la de Roma llevé una materia con Norberto Bobbio, y en la Alfonsiana otra con Bernard Häring. Eran excelentes complementos para la focalización que tenía en mi tesis sobre Antonio Gramsci.
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De la Academia, dirigida por los Redentoristas y especializada en Teología Moral, nos invitaron a una conferencia que daría Marciano Vidal, quien años más tarde se incorporaría como docente de tiempo completo en esa institución.
Eran épocas en las que se vertían muchas críticas a Juan Pablo II, inclusive en los centros de estudios eclesiásticos, por su persecución a teólogos de la liberación. Esperábamos, entonces, que el conocido moralista Vidal se sumara a esa ola opositora. Yo había llevado como libro de texto su obra más conocida, ‘Moral de actitudes’, descalificada después por el Vaticano en 2001, indicando que sus trabajos “no pueden ser utilizados para la formación teológica”.
Pero no. Nuestro morbo no fue saciado, y Marciano mostró una esperanza en el futuro del pensamiento teológico no compartida por la mayoría de sus oyentes latinoamericanos. Alabó a Ratzinger, en ese entonces responsable del hoy Dicasterio para la Doctrina de la Fe, e insistió en que consideráramos la historia personal del papa polaco para comprender su preocupación por los coqueteos con el marxismo que se hacían en América Latina.
Pues el optimista Vidal vuelve a la carga. Ha escrito en nuestra revista que “ha desaparecido del pensamiento eclesial el entender la condición homosexual como enfermedad o como aberración”, y “también ha comenzado a desaparecer el fantasma de comprender la situación de las personas LGTBI con el categorema ‘ideología de género’”.
En su trabajo sí se permite algunas críticas: a la consideración de la Iglesia como una comunidad de perfectos, a la eclesiología rigorista y elitista, y al veto impuesto a las parejas homosexuales que buscan acceder a la gracia de los sacramentos.
Sin embargo, no sé si quienes están en esta situación -muchas veces llamados enfermos, en el mejor de los casos, por eclesiásticos encumbrados- comparten la idílica visión de las cosas, propuesta por don Marciano. No pierde su optimismo.
Pro-vocación
Pues el cardenal Víctor Manuel Fernández, ‘Tucho’ atacado de nuevo por sus publicaciones de juventud -aunque es un pretexto para quienes quieren acabar con el ‘BergoglioTeam’- acaba de precisar, en una reunión con sacerdotes, consagrados y seminaristas latinoamericanos estudiantes en Roma, que María es “la primera y máxima colaboradora de la obra de la redención”, pero no corredentora. Lo criticarán otra vez.
