“Contemplación para alcanzar el amor. Conviene advertir dos cosas: la primera es que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras. La segunda, el amor consiste en comunicación de las dos partes, es saber dar y comunicar el amante al amado lo que tiene o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante”. San Ignacio de Loyola, ‘Obras completas’ (BAC editores)
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Transcribo estas líneas de Ignacio de Loyola en el contexto de contemplar día tras día el cuidado que muchas personas dedican a sus padres ancianos. Lavarles, limpiarles, darles de comer, pasearles cuando se puede salir a la calle, quizás en silla de ruedas. Un día tras otro, contemplando cómo la demencia progresa, cómo necesitan más cuidados, se van perdiendo funciones y capacidades, en agudo contraste con la persona que fue, que nos educó, que nos dio sustento hasta que pudimos valernos por nosotros mismos.
Doloroso
Puede resultar doloroso, pero es el momento de devolver lo que hemos recibido. Es una entrega absoluta con escasa recompensa, antítesis del cuidado de los hijos; penoso al principio, pero gratificante cuando el niño va adquiriendo destrezas y capacidades, cada una un descubrimiento, la alegría de los primeros pasos, de las primeras palabras.
La ancianidad es la imagen especular de este proceso, pérdidas y limitaciones, pero también una etapa de entregar amor, que, como dice san Ignacio con acierto, “se ha de poner más en las obras que en las palabras”. Hoy soy testigo de ese amor entregado; lo he sido otras muchas veces. Amor gratuito, desarmado, sin recompensa, que los creyentes creemos que proviene de una realidad trascendente más allá de nosotros mismos, que llamamos Dios, y que en Jesús (cuyo nacimiento conmemoramos en unos días) tomó un rostro.
Con una familia amiga
No todos hemos sido capaces de prestar ese cuidado que nuestros padres merecían. No hemos podido, o sabido, o no acertamos en su momento. Por eso me admiran quienes son capaces de prestarlo, como estos días, fuera del hospital, contemplo en el seno de una familia amiga. No es casualidad que durante mis vacaciones haya venido a parar aquí a contemplar cómo una familia cuida al padre que se apaga, y aportar lo poco que queda por hacer desde el punto de vista de la medicina.
Recen por los enfermos, por quienes les cuidamos, y por este país, en una semana de huelga médica en centros de salud y hospitales.

