Tribuna

Haciendo eco… con memoria (I)

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“Días del barrio en la nostalgia. Días que extraño tu mirada. Días con los ojos mojados, por los recuerdos del pasado.
Días curando cicatrices. Días más tarde van a abrirse. Días gloriosos enmarcados, con las batallas que hemos dado” (Sorokin, Coti – Días, 2015).



Hacer memoria, recordar, evocar a aquellas personas y acontecimientos provoca una actitud de agradecimiento por aquellos gigantes que marcaron hitos que jalonan nuestra identidad: bisabuelos, abuelos, padres, tíos, primos, amigos, formadores, etc., porque dejaron y siguen dejando una huella fundacional.

1. Días del pasado

Ya estamos llegando a los últimos días del Jubileo de la Esperanza (Francisco – SNC, 2024) en el marco de los festejos navideños. Estos días “del pasado” hemos recordado, como comunidad de fe, aquellos acontecimientos de nuestra historia que marcaron la esperanza de la iglesia:

  • 1700 años del Concilio de Nicea con aquella definición de fe sobre la consustancialidad del Verbo (homoousios) y la importancia de aquellas personas que, dando batallas intelectuales y pastorales, defendieron con su vida esta revelación. Uno de ellos lo hemos evocado en las columnas anteriores (Atanasio de Alejandría).
  • 60 años del Concilio Vaticano II: el 8/12/1965 se clausuraba oficialmente la asamblea conciliar iniciada por Juan XXIII para el aggiornamento, volver a las fuentes, ser iglesia de los pobres (Juan XXIII – GME, 1962), que se considera a sí misma como misterio análogo al Verbo Encarnado, Sacramento Universal de Salvación, Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, Templo del Espíritu… toda ella sacerdotal y colegiada(Concilio Vaticano II – LG, 1965) (Concilio Vaticano II – SC, 1963) y que ya no una “sociedad perfecta” sino la servidora de las personas (Pablo VI, Discurso de clausura CVII, 1965).

2. ¿Días sin memoria?

En estas recientes jornadas casi en todos lados se evocó la celebración del día de la Inmaculada Concepción establecida por Pío IX en 1854 que luego hasta la misma virgen se aparecerá y será obediente al dogma diciendo que ella se llamaba así (Virgen de Lourdes, 1858), ¿recordándole a Bernardita lo establecido por aquel papa?

Mientras esa festividad era celebrada con bombos, platillos, “consagraciones”, peregrinaciones, etc., pasó sin pena ni gloria, el hacer memoria de dos acontecimientos que marcaron la identidad cristiana y, por lo tanto, la manera de comunicar la fe, en el siglo XX:

  • 7 de diciembre de 1965: se publicó la Constitución pastoral Gozos y Esperanzas (Gaudium et Spes) del Concilio Vaticano II sobre la iglesia en diálogo con el mundo(Concilio Vaticano II – GS, 1965).
  • 8 de diciembre de 1975: publicación de la primera exhortación fruto de un sínodo: El anuncio del Evangelio (Evangelii Nuntiandi) (Pablo VI – EN, 1975).

Estos dos documentos marcaron un cambio eclesiológico fundacional: la iglesia ya no es la columna elevada separada de los pueblos y a quien todos tienen que imitar, acercarse o volver. Ella dialoga con el mundo, dejando de lado siglos de mentalidades de combatientes templarios o cruzados. ¡Se dejó de lado esa mentalidad y cosmovisión, para volver a las fuentes y ser entre los pueblos germen y levadura del Reino! Fue un tiempo primaveral, aunque ya en sus días había una corriente que no quería que las flores decoraron el tiempo por venir.

Desde hace ya varios años, especialmente desde octubre de 1978 hasta marzo de 2013, se reinstaló una eclesiología inversa al Vaticano II y que se empecinó por frenar toda reforma restaurando criterios, mentalidades y espiritualidades contrarias a aquel Pentecostés del siglo XX. Ese período, es considerado, “un largo invierno eclesial” (Vidal, José Manuel & Bastante, Jesús, 2013).

Es sabido que la memoria constituye un elemento fundamental para la identidad, celebración y misión, sin ella, las tres corren el riesgo de caer es un “ismo” que desfigure o desvirtúe a la expresión religiosa y se transforme en una ideología que se codea con lo peor de las expresiones políticas partidarias.

La memoria mantiene viva la llama que dio origen a todo, enciende el fuego, provoca creyentes entusiasmados y con sentido de pertenencia al mundo y a Dios.

La memoria vuelve a pasar por el corazón, la mente y la acción los criterios medulares de Jesús: reino de Dios como la Buena noticia, pedagogía del Dios abba/imma, salvación y fraternidad universal, estar en el mundo con la sabiduría del Evangelio, etc.

Unos días, meses, años, siglos sin memoria nos llevará indefectiblemente al hastío y esterilidad evangelizadora porque pondremos el acento en el “yo”, en la espiritualidad de autosatisfacción que anuncia una enseñanza porque “me hace bien” (CELAM – DA, 2007)(#278 a), y por tal motivo la asamblea de obispos de América y El Caribe afirmaron:

La iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del Continente. Necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo (DA 362).

Esa conmoción es la memoria… porque nos recuerda ¡qué bueno y qué grande es el Señor!, las maravillas que realiza en medio del pueblo incluso cuando las personas descansan, como transformó la historia humana haciéndola pasar de sembrar llorando y fatigados, a volver cantando gozoso con melodías en los labios y ¡rostros desbordantes de sonrisas! (Sal. 126/125).

HE Con Memoria

3. Memoria gozosa

En esta oportunidad queremos detenernos en la Constitución Pastoral Gozos y Esperanzas para puntualizar algunas dimensiones que nos ayudan a mantener viva la memoria de la acción de Dios en medio del mundo:

  • Los gozos, esperanzas, angustias, tristezas, búsquedas, anhelos de las personas, son de la iglesia porque ella se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia, porque el mundo con sus afanes, fracasos y victorias es el escenario donde la iglesia profesa, celebra, anuncia e invita para plenificarnos en Cristo (#1-2).
  • La iglesia, todos los que la integramos, no buscamos ambiciones terrenas, sino ser comunidades al estilo de Jesús que vino a servir no a ser servido, no vino a juzgar sino a plenificar, redimir y acompañar al ser humano en sus situaciones concretas, cambios profundos en las dimensiones de vida (sociales, psicológicos, morales, religiosos, tecnológicos, etc.) (#3 -10).
  • La iglesia comunica a Cristo, no a sí misma, para comprender que en esa historia cargada de conflictos, hay signos evidentes de la presencia de Dios (#11) que son “los signos de los tiempos”, momentos estelares, señales(Curia, Christian, 2018).
  • La acción religiosa es auténticamente humana que asume la cultura, de lo contario caeríamos en un fanatismo que atenta con la dignidad humana y con el mismo evangelio (#11).
  • Todo criterio pastoral es antropológico, porque el fin de la evangelización es que los seres humanos comprendamos nuestra dignidad, vocación y quién potencia todas nuestras capacidades: Jesús, que es Dios auténticamente humano (#12-15).
  • La dignidad humana está por encima de las acciones pastorales, porque ninguna de estas puede ir en contra de aquella, porque el ser humano, no por ser creyente, sino por ser humano “tiene un sagrario en su corazón donde dialoga con Dios y se le revela la verdad que este le comunica (#16; 27-29).
  • El ser humano es libre, creado por Dios de tal manera que lo busque o lo niegue, rechace o postergue una respuesta a la iniciativa del Creador, porque él “ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada perfección” (#17).
  • Incluso lo más absurdo de la vida tiene solución en Cristo, porque hasta la muerte ha sido vencida (#18),
  • El ateísmo, como expresión humana, fue causado por la misma iglesia, porque “puede tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión” (#18), porque hemos separado lo que Dios ha unido, porque hemos disociado lo humano de lo religioso, porque hemos presentado caricaturas de Dios y no al que Jesús nos revela.
  • Lo auténticamente cristiano no es un rito, ni un signo, ni una religión…. Es una persona que es verdadero ser humano, que es como “uno de los nuestros”, que hizo todo lo auténticamente humano (#22).
  • Que Dios salva de la manera que él quiere, no como nosotros le dictemos que tiene que ser… porque él actúa en el mundo allende de una religión (#22).
  • La vocación humana, por lo tanto, cristiana, tiene su realización en la comunidad, porque las vocaciones no son para “uno mismo”, sino para servir y ayudar a descubrir que Dios está (#23-25).
  • La plenitud de toda vocación es la santidad, que se manifiesta en la búsqueda y lucha por el bien común (#26) y, por ende, supera toda lógica individualista e intimista (#30-32).
  • Los cristianos valoramos la autonomía del mundo y de las “cosas creadas”, respetamos la secularización que reconoce esa autonomía creyendo en que Dios acompaña el devenir de la historia (#36, IV, 2ª parte).
  • La educación y la política, son dos dimensiones humanas que la iglesia impregna del Evangelio para que las sociedades sean auténticamente humanas, que se transforman en los lugares propios de la votación laical (#53-91).

4. Plegaria

Trinidad, memoriosa, que manifiestas tu amor en cada tiempo y lugar,

Te pedimos que “cada generación celebra tus acciones y le anuncia a las otras tus portentos. Por eso queremos recordar lo que nuestros pastores en el Concilio Vaticano II nos compartieron:

“Los cristianos recordando la palabra del Señor: En esto conocerán todos que son mis discípulos, en el amor mutuo que se tengan, no pueden tener otro anhelo mayor que el de servir con creciente generosidad y con suma eficacia a los hombres de hoy. Por consiguiente, con la fiel adhesión al Evangelio y con el uso de las energías propias de éste, unidos a todos los que aman y practican la justicia, han tomado sobre sí una tarea ingente que han de cumplir en la tierra, y de la cual deberán responder ante Aquel que juzgará a todos en el último día (…) Quiere el Padre que reconozcamos y amemos efectivamente a Cristo, nuestro hermano, en todos los hombres, con la palabra y con las obras, dando así testimonio de la Verdad, y que comuniquemos con los demás el misterio del amor del Padre celestial. Por esta vía, en todo el mundo los hombres se sentirán despertados a una viva esperanza, que es don del Espíritu Santo, para que, por fin, llegada la hora, sean recibidos en la paz y en la suma bienaventuranza en la patria que brillará con la gloria del Señor” (GS #93).

Que Dios y el mundo nos libren, de ser cristianos sin memoria… porque seremos expresión de un fanatismo, no del Evangelio.

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Trabajos citados

CELAM – DA. (2007). ‘Documento de Aparecida’. CABA: Oficina del Libro.
Concilio Vaticano II – ‘Gaudium et spes’ (1965).
Concilio Vaticano II – ‘Lumen gentium’ (1965).
Concilio Vaticano II – ‘Sacrosanctum concilium’ (1963).
Curia, Christian. (2018). ‘La #vida nos da #señales’. CABA: PPC.
Francisco – ‘Spes non confundit’ (2024).
Juan XXIII – Discurso de Apertura del CVII. (1962).
Pablo VI – ‘Evangelii nuntiandi’ (1975).
Pablo VI, Discurso de clausura CVII. (1965).
Sorokin, Coti – Días. (2015).
Virgen de Lourdes. (1858).