Gracias a este documento de Pablo VI, la evangelización (como categoría teológico-pastoral) no solo adquirió carta de ciudadanía, sino que se instaló en el corazón de la Iglesia y se convirtió en la clave de todo el quehacer eclesial. El talante y la sensibilidad de Giovanni Battista Montini posibilitaron que recogiera la herencia del Concilio Vaticano II y de los dinamismos que lo hicieron posible.
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La apertura a los desafíos del mundo moderno había sido una constante en su biografía. Su servicio en la Curia vaticana no le alejó de su compromiso apostólico y de su diálogo con la cultura emergente. Baste un dato revelador: como arzobispo de Milán, redactó la introducción a la obra ‘La Iglesia en estado de misión’ (1958), del cardenal Leo Jozef Suenens, arzobispo de Malinas-Bruselas. El movimiento misionero se había ido convirtiendo en uno de los fermentos más renovadores de la Iglesia, sobre todo a raíz del aldabonazo que significó ‘Francia, ¿país de misión?’ (1943), de H. Godin e Y. Daniel.
Triple referencia
Ambos cardenales, Suenens y Montini, fueron protagonistas en la orientación que el Concilio Vaticano II experimentó desde su apertura. Este se planteó como un nuevo Pentecostés: la renovación de la Iglesia debía estar al servicio de su compromiso misionero y evangelizador. En esa lógica se situará conscientemente la exhortación apostólica ‘Evangelii nuntiandi’ (8 de diciembre de 1975), como así lo indica la triple referencia con la que se abre el documento pontificio:
a) El Año Santo de 1975, convocado a los diez años del Concilio bajo el lema ‘Renovación y reconciliación’, fue planteado por Pablo VI como conclusión de un tiempo de reflexión y de reforma. Se iniciaba de este modo una nueva fase en la vida eclesial, revitalizando su vocación fundamental, que es consagrarse a anunciar el Evangelio y a promover la “civilización del amor”.
b) Se conmemoraba el décimo aniversario de la promulgación del decreto misionero ‘Ad gentes’ (aprobado el 8 de diciembre de1965, en la clausura del Vaticano II), fecha elegida simbólicamente para la publicación de ‘Evangelii nuntiandi’. El Papa invita a la Iglesia a discernir si, a los diez años del Concilio, se siente más apta y más preparada para evangelizar.
c) En 1974 se había celebrado el Sínodo de los Obispos sobre ‘La evangelización del mundo contemporáneo’. El Papa recoge las reflexiones de los obispos (con sus tensiones y controversias) para afrontar una cuestión decisiva: ¿tiene el Evangelio capacidad para provocar en el hombre contemporáneo la conversión y el compromiso evangélico?, ¿posee la fuerza necesaria para transformar el mundo y para renovar la Iglesia en el horizonte de Pentecostés?
El término ‘evangelización’
La recepción del documento se ha producido tanto en la problemática como en la terminología, lo cual es signo de que respondía a una sensibilidad epocal. Es iluminador constatar cómo se impuso en el lenguaje eclesial, a pesar de su carácter novedoso, el término ‘evangelización’ (sustituyendo en gran medida a ‘misión’). ‘Evangelizar’ (como verbo) es antiguo, si bien su empleo era limitado.
‘Evangelización’ irrumpió inicialmente en el ámbito protestante, cuando en 1854 lo usó incidentalmente A. Duff en un encuentro misionero en Nueva York. Fue popularizado posteriormente gracias a la iniciativa de J. R. Mott, que en 1888 lanzó el lema ‘La evangelización del mundo en esta generación’ para el movimiento de estudiantes cristianos, que serviría asimismo para enmarcar la Conferencia misionera de Edimburgo en 1910 (considerada como punto de partida del movimiento ecuménico moderno).
En el ámbito católico, la evolución de la situación religiosa había provocado una nueva sensibilidad pastoral. Para expresar este nuevo aliento apostólico, se recurrió a la terminología misionera. Baste recordar la obra símbolo de Godin y Daniel ‘Francia, ¿país de misión?’, que tanto contribuyó al desarrollo del “movimiento misionero” en las distintas dimensiones de la vida eclesial: parroquia, liturgia, catequesis…
Progresivamente, fue ganando terreno la terminología ‘evangelización’, pero sin una precisa delimitación respecto a ‘misión’. Esta ambigüedad e imprecisión se muestra durante el Concilio Vaticano II. ‘Evangelii nuntiandi’ contribuyó a su generalización, dejando en la penumbra la terminología misionera seguramente por las resonancias negativas que esta suscitaba en algunos ambientes a causa de la vinculación de la actividad misionera con el colonialismo de los siglos pasados.
Juan Pablo II y Benedicto XVI
La nueva terminología, por sus raíces bíblicas, contenía una frescura que la hacía más atractiva para afrontar la tarea pastoral del presente. Juan Pablo II, en ‘Redemptoris missio’ (7 de diciembre de 1990), intentó reivindicar la misión ‘ad gentes’ (pues percibía un fuerte debilitamiento del fervor misionero en la Iglesia), si bien él mismo lanzó un proyecto pastoral a nivel mundial que designó ‘nueva evangelización’, continuado luego por Benedicto XVI.
La evangelización se había consolidado como clave de comprensión de todo el quehacer de la Iglesia: la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó una ‘Nota doctrinal sobre algunos aspectos de la evangelización’ (3 de diciembre de 2007), señalando que el término tiene un significado muy rico, pues en sentido amplio designa toda la misión y todo el quehacer de la Iglesia.
Francisco
La actualidad de ‘Evangelii nuntiandi’ se ha confirmado de modo patente durante el pontificado de Francisco: no solo expresó repetidas veces su aprecio por Pablo VI (al que canonizó el 14 de octubre de 2018), especialmente por este documento. Su exhortación apostólica ‘Evangelii gaudium’ (24 de noviembre de 2013), desde el propio título, refleja el aliento y el espíritu de ‘Evangelii nuntiandi’, integrando ya desde el n. 1 la doble terminología: invita a afrontar “una nueva etapa evangelizadora”, lo cual requiere una conversión misionera de la Iglesia. Posteriormente, la calificaría como “carta magna” de la evangelización contemporánea, por lo cual –confesaba– “yo la leo a menudo, porque es la obra maestra de Pablo VI”.
Esta valoración viene de antiguo. Como profesor de teología pastoral, Jorge Mario Bergoglio centró su enseñanza en este documento y, como arzobispo de Buenos Aires, lo eligió como tema para una sesión de ejercicios espirituales. Especialmente relevante es el hecho de que, en las reuniones de los cardenales previas al cónclave en el que sería elegido Papa, el cardenal argentino aludió en dos ocasiones a “la dulce y confortadora alegría de evangelizar” (usada en EN 80), que debía marcar el horizonte del nuevo pontificado.
(…)
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Índice del Pliego
I. EN LA LÓGICA DEL PONTIFICADO DE PABLO VI
II. UNA RECEPCIÓN CORDIAL Y FECUNDA
III. EL CONTEXTO CULTURAL Y ECLESIAL DE ‘EVANGELII NUNTIANDI’
IV. EL SÍNODO DE LOS OBISPOS DE 1974
V. ESTRUCTURA Y APORTACIONES DE ‘EVANGELII NUNTIANDI’
- Evangelizar pertenece a la identidad de la Iglesia
- Perspectiva cristológica
- La liberación y la promoción humana
- La evangelización de la/s cultura/s
- Las iglesias locales, protagonistas de la evangelización
- El protagonismo del Espíritu
- Agentes y medios
- El horizonte universal de la evangelización
