En la línea de los últimos artículos que he escrito, sigo hoy con aquello que le pediría a un partido político. En esta ocasión es algo que se escucha frecuentemente en cualquier conversación que trate sobre el estado actual de la política. Me refiero a la rapidez con la que el debate político se convierte en un conjunto de insultos o de reproches en la línea de: “y tú más”. La pobreza del diálogo político se concreta en que la mayoría de las intervenciones que escuchamos en el día a día se basan en un insulto o en un reproche hacia las personas de los otros partidos. Ya no se habla de actuaciones que no nos gustan o de divergencias de opinión sobre un tema, sino de verdaderas faltas de respeto al político opositor.
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Las lindezas que se propinan a los adversarios políticos son variadas, pero todas desvían la atención de lo que realmente queremos quienes se enmarcan en las diversas adscripciones políticas: que se dediquen a solucionar las cuestiones que nos preocupan a los ciudadanos, que trabajen para construir bien común y para mejorar la sociedad.
Por ello muchos soñamos con un partido político que prohíba a sus miembros el insulto a los oponentes, que abra un expediente disciplinario a quien así se comporte, que no lo permita bajo amenaza de expulsión en el caso de que se prodigue en esta manera de actuar. Y ello, no solo para dejar de dedicar tiempo a este reparto de insultos, sino para liberar tiempo para lo que realmente nos interesa que hagan nuestros políticos, arremangarse para afrontar los desafíos de la sociedad.
La mejor opción
Queremos que los partidos políticos conversen entre sí no desde el insulto o la desacreditación del otro, sino sobre los proyectos. Por que es legítimo explicar que se está en contra de un proyecto, por que queremos que aporten ideas sobre cómo mejorarlo, sobre qué otra opción es mejor. Esto es lo que deseamos, que dediquen su tiempo a hablar sobre proyectos, sobre reformas de la ley, sobre lo que está mejor o peor para nuestra sociedad.
Y en este campo sí que deseamos y apoyamos que nos digan por qué no les gusta una nueva ley, por qué es mejor legislar de otra manera o hacer un proyecto alternativo. Oponerse a lo que se hace, o matizarlo, o aportar nuevas ideas, es una manera positiva y conveniente de construir bien común. Ya no nos oponemos a las personas sino a lo que estás hacen o quieren hacer. Necesitamos debate y conversación sobre los proyectos, sobre las cosas a realizar y nos sobran insultos, nos sobran los“y tú más”, nos sobran políticos que dedican el tiempo a desacreditar al otro, a difamarlo o a insultarlo. Queremos un partido político que deje de actuar de este modo y que se centre en los proyectos y en las actuaciones a realizar para mejorar la sociedad. Que entienda la conversación pública como un diálogo sobre proyectos y no sobre personas.
