Aunque sabemos que no todos los políticos son corruptos, ni todas las personas que trabajan en un partido lo son, vemos, con demasiada frecuencia, tanto en nuestro país como en otros, cómo la corrupción salpica a los miembros de partidos políticos de muy diferente signo. No se trata de algo que les suceda en exclusividad a formaciones de una tendencia u otra, sino que alcanza a unos y otros. Los escándalos estallan con demasiada frecuencia en el interior de estas organizaciones que deberían estar estar dedicadas al bien común.
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Hasta en los partidos únicos y dictatoriales parece padecerse de este cáncer. Hace poco veíamos cómo el Partido Comunista Chino cesaba a algunos de los principales mandos de su todopoderoso ejército argumentando que habían llevado adelante prácticas corruptas. Muchos sospechamos (sin pruebas, claro está, solo por intuición) que es una purga en toda regla que intenta que aquellos que puedan hacer sombra a su líder se alejen del poder, pero el motivo oficial es y ha sido la corrupción.
Un mal estructural
¿Qué es lo que provoca que estos comportamientos se repitan con más frecuencia de la que desearíamos? La estructura de estas organizaciones lo favorecen. Las auditorías internas en los partidos, si existen, no tienen los resultados apetecidos. El corporativismo de sus miembros, junto con el temor de la bajada de prestigio que pueden sufrir de cara a sus posibles futuros votantes, llevan a que se prefiera esconder estos casos. La consigna parece ser que hay que mantenerlos ocultos para que los opositores no tengan la oportunidad de desprestigiar nuestra organización. La estructura jerárquica de muchos partidos, también favorece el florecimiento y ocultamiento de estos comportamientos.
Por ello, le pediría a los partidos que fuesen estrictos en la lucha contra la corrupción. Esto supone la articulación de sistemas de auditoría interna que faciliten la detección y castigo de estos comportamientos en una fase temprana. También construir unos sistemas de penalización de estos comportamientos que fuesen coercitivos y públicos, de modo que quienes los llevasen adelante tuviesen vetados durante algún tiempo la participación en puestos de responsabilidad del partido.
Un canal de denuncia
Al mismo tiempo debería existir un canal de denuncia sencillo y que garantizase, a su vez, la protección de la persona denunciada (para evitar denuncias falsas que atentasen contra el prestigio de personas inocentes). Por él, además, se deberían estudiar de una manera rápida y eficaz las sospechas de corrupción en el partido. Esto implica, además, el orgullo de estar en una organización en la que la corrupción no se da y, si lo hace, es rápidamente perseguida y aplacada, con el objeto de alejar a aquellas personas que entran en el partido por provecho personal. Generalizar la cultura de honradez personal e institucional es una medida necesaria para todos los partidos.
