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Tribuna

Haciendo eco… con María

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Tú me has dado todo lo mejor en esta vida. Tú quien me regala amor sincero cada día. Eres tú quien me enseñó a caminar con alegría. Tú quien en mi soledad me hace compañía (Rivera, Carlos, 2022)



1. Como ella, hay una sola

En esa canción el autor hace un detallado y emotivo elogio a la madre, a su mamá. Seguramente al escuchar la mayoría de nosotros nos sentimos conmovidos por la profundidad de cada estrofa. Quizás entre lágrimas evoquemos la memoria de nuestras madres o de aquellas mujeres que son capaces de dar amor hasta el extremo. ¡Son tantas, son una muchedumbre imposible de contar! En Argentina, hay una frase popular que hace referencia a la manifestación del cantante: Madre, hay una sola.

El día 4 del mes que estamos transitando, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, publicó un documento titulado “Mater populi fidelis” sobre algunos títulos que se le otorgaron a María desde los tiempos más antiguos de la historia hasta los más recientes, destacando principalmente el más significativo y que da sentido a su rol en la historia de la salvación: Theotokos, es decir, madre de Dios, porque Jesús es verdadero Dios y verdadero Hombre (Homousios). Esta última definición da sentido la primera. Es decir, la maternidad es consecuencia de la Encarnación del Verbo. En términos de un teólogo español, Homousios es una verdad de fe considerada de fin, es decir, medular. Theotokos es un dogma “de medio” porque hacen referencia o “media” con el dogma medular (Torres Queiruga, Andrés, 1999, págs. 51-53).

2. Colaboradores

Desde la fe en el Dios Salvador manifestamos que es Creador, y al crearnos a “su imagen y semejanza” (Gn. 1, 26-27), somos co-creadores, personas libres capaces de construir nuestros propios destinos y convocados a vivir en la propuesta divina que es la salvación y felicidad de las personas. Dios libre y liberador, crea personas así. Dios “dador de vida”, engendra personas que vivifican. Es decir, Dios crea sujetos configurados con él y que viven ese don dentro de lo humanamente posible. La Trinidad no crea sujetos neutrales o inertes, que solo tienen que acatar ciegamente su plan. La voluntad de Dios es que el ser humano sea y se realice como “sujeto”, por eso “Dios le descubre al hombre su carácter de ser libre, ratifica su índole personal y responsable; está frente a Dios como un sujeto, un dador de respuesta, no como un simple objeto de su voluntad (…) La omnipotencia de Dios llega aquí a su culmen, no en el hecho de producir el mundo de la nada sino en el hecho de crear a un ser capaz de negar libremente a su creador. Emerge la peculiar dialéctica de una relación de dependencia no alienante, sino liberadora. El hombre ha surgido a la existencia como tú al que Dios se dirige, con quien habla y del que espera una respuesta” (Ruiz de la Peña, José Luis, 1996, págs. 33 – 37).

Es por esta creaturidad, que somos colaboradores de la iniciativa de Dios que “quiso revelarse y hacernos partícipes de su misterio” (Concilio Vaticano II – DV, 1965) (#2).

3. Madre

Muchas veces nuestro cariño y ternura, nos llevan a denominar a nuestras madres con apelativos que quizás no quieren. Ellas, por lo general, tienen un orgullo por ser las “madres de”. Sin otras consideraciones.

En la fe cristiana, pasa algo similar. María se llama a sí misma como la “servidora del señor” (Lc. 1, 46). Luego en la teología joánica ha sido considerada la “madre” que fue hospedada por el discípulo amado (Jn. 19, 27). Lucas recuerda que a ella se la convoca para ser la madre del salvador y a quien le llegó el “tiempo de ser madre” (Lc. 2, 6). En la pasión, muerte y resurrección del Salvador del mundo es evocada como “la madre que estaba junto a la cruz”. En el tiempo de la efusión del Espíritu, recordada como la madre de Jesús que “acompañaba a la comunidad” (Hchs. 1, 14).

El concilio de Éfeso, en el año 431, la declara dogmáticamente “Madre de Dios” con la afirmación “Theotokos”… luego vendrán otras denominaciones.

A lo mejor en ese devenir histórico, hemos desviado la mirada y caímos en un amor tóxico hacia ella, porque la pusimos en el lugar que ella no quiso estar. La hemos adornado tanto, que se nos olvidó que es la muchacha humilde de Palestina. Quizás, solo quizás, la hemos ubicado de tal manera que la declaramos “señora del mundo”, cuando el único creador y señor del cielo y de la tierra, a quien le pertenece el tiempo y la eternidad, quien es el alfa y la omega es Jesús (CEA – MRC, 2011, pág. 516).

Por tal motivo, nos parece muy pertinente la afirmación del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, al recordar como el ex cardenal Ratzinger, afirmaba que utilizar vocablos inadecuados o erróneos, pueden llevarnos a desorientar la vida de fe, ubicando como primero aquello que está en segundo lugar (DDF – MPF, 2025) (#19).

HE Con Maria 1

Tal vez, la vida misma nos enseñe que, a la madre, el orgullo más grande es que la llamemos “ma, mami, mamá”. Nos parece oportuno recordar algo que hemos escrito sobre María (Curia, Christian, 2008), al decir que:

  • Es llenada de gracia: Si bien afirmamos quellena eres de gracia, pero “los escrituristas insisten en el carácter pasivo que ahí tiene el verbo llenar y piensan que habría que traducirlo –con perdón de los gramáticos-llenada de gracia. Era una mujer elegida por Dios, invadida por Dios, inundada por Dios” (Descalzo, José Luis Martín, 2000, págs. 72 – 73). Al considerarla así, recordamos que ella habló más de Dios que de sí misma.
  • Es madre de la comunidad de fe porque estuvo siempre a su lado. Eduardo Pironio afirma que la Iglesia nace en la fe de María: En la Anunciación: María que dice porque sabe que Dios, que es Amor, se lo pide y lo puede todo. Entonces no duda y le dice: Yo soy la servidora del Señor que se haga en mí según tu Palabra. En el Calvario: El amor de María se hace redención cuando nos entrega a Jesús en una inmolación total, en pura fe, partiéndosele el alma en su sufrimiento tremendo En esa inmolación se da la Redención, el amor que se hace redención en la Iglesia. En Pentecostés: La Iglesia nace en la plena docilidad de María al Espíritu, desde entonces será María de la Esperanza, la que nos iluminará” (Pironio, Eduardo Francisco, 1983, pág. 11. 13 y 14).
  • Es madre de la donación. Ante la posibilidad de realizar su proyecto, Dios le revela otro. Se entrega y acepta ser Madre del Salvador y, en consecuencia, de todas las personas. Tiene tanta confianza en Dios, que no se anima a realizar algo sin su consejo.
  • Nos ayuda en nuestra Identidad. Somos creyentes cristianos, porque Cristo es el quicio en el que gira nuestra vida, llenándola de sentido y alegría. Ella le dio rostro humano al Verbo y a quien nos orienta al decir “hagan todo lo que él les diga” (Jn. 2, 5).
  • Es madre del amor, porque da a luz al amor hecho carne, amor hecho abrazo, y el Mesías de Palestina busca que todas las personas, seamos cada vez más humanos.
  • Es madre de la escucha. La persona que hace silencio y acompaña, escucha y contempla porque descubre cómo “Dios pasa” (De Vos, Frans, 2019, pág. 90).
  • Es madre de la Esperanza. Quien tiene fe manifiesta su certeza siendo alguien con esperanza, anhelando un bien mayor gozándolo y comunicándolo. Es confianza en la presencia constante de Dios que socorre, que derriba a los poderosos de su trono, que eleva a los humildes, que hace grandes cosas, que extiende su misericordia de generación en generación, que colma a los hambrientos y despide con las manos vacías a quienes se consideran ricos (Lc. 1, 46-55).
  • Es madre de la Alegría, porque es la madre de quien es considerado “la alegría para todo el pueblo” (Lc. 2, 10), madre del salvador (Lc, 2, 11). Ella se auto titula “me llamarán feliz” (Lc. 1, 48), que vive la presencia y cercanía de Dios que la saluda “Alégrate, llena de gracia, el señor está contigo” (Lc. 1, 28).

Por tal motivo, se nos recuerda:

La participación de María en la obra de Cristo resulta evidente si se parte de esta convicción de que el Señor resucitado promueve, transforma y capacita a los creyentes para que colaboren con Él en su obra. Esto no ocurre por una debilidad, incapacidad o necesidad de Cristo mismo, sino precisamente por su glorioso poder, que es capaz de asumirnos, generosa y gratuitamente, como colaboradores en su obra (DDF – MPF, 2025) (#29)

Desde esta certeza de Cristo que nos hace partícipes de su iniciativa, es que los cristianos somos, dentro de lo humanamente posible, colaboradores.

4. Cuidándola

Cuando mencionamos el cuidar a alguien, generalmente lo hacemos por medio de distintos gestos o hechos que expresen este deseo. Estos son fruto de una experiencia interior: el amor. En lo que se refiere a María, y lo que conocemos por medio del Evangelio no tenemos datos de los cuidados que José realizó por ella. Él pudo escuchar la voz de Dios para evitar los peligros que acechaban la vida familiar.  Y la otra mención es que fue recibida por el discípulo amado.

Un primer gesto de ternura hacia ella, es no ubicarla en lugares que no le son propios, o pueden llevar una idolatría por considerar o utilizar algún vocablo que solo se aplica a Dios.

Otra forma de cuidarla, es evitar las falacias, porque resulta complicado venerar a quien es la mucha humilde de Palestina pidiendo un templo, porque seguro es más devoción de una persona que su propio pedido.

También la cuidamos, si no ponemos en sus labios lo que ella nunca podría prescribir, dado que si hay una salvación “solo por Dios conocida” (Concilio Vaticano II – GS, 1965)(#22), ella no podría (porque no es Dios) determinar si hay alguien condenado.

María es testigo del amor de Dios que no combate contra nadie. ¡Ojalá algún día, si nos importara tanto su veneración, tengamos la parresia de suprimir una celebración en donde la ubican intercediendo para matar! Y, por lo tanto, tampoco es un estandarte separatista y apologético que distingue a unos de otros.

Y, obviamente, recordando que las apariciones privadas no son dogmas de fe, por lo tanto, requieren de nuestra libertad y discernimiento.

5. Plegaria

Padre lleno de ternura, es bello y necesario darte gracias siempre y en todo lugar,
porque “el Verbo, que es tu Palabra, hiciste todas las cosas, tu nos lo enviaste para que por obra del Espíritu Santo y nacido de la virgen María, fuera nuestro salvador y redentor” (CEA – MRC, 2011, pág. 924)
Te damos gracias por hacernos partícipes de tu propuesta redentora para que todas las personas, descubran en Jesús, tu hijo, cuántos nos amas.
Te damos gracias por María, madre de la misión, junto con ella “nosotros viviremos la misión.
Que toda la iglesia se renueve en el Espíritu. Que amemos al padre y al hermano.
Que seamos pobres y sencillos, presencia de Jesús y testigos de su Pascua.
Que al entrar en cada casa comuniquemos la paz, anunciemos el Reino y aliviemos a los que sufren.
Que formemos comunidades orantes, fraternas y misioneras” (Pironio, Eduardo Francisco, 1998, págs. 80-81)

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Trabajos citados

CEA – MRC. (2011). ‘Misal Romano Cotidiano’. CABA: Oficina del Libro.
Concilio Vaticano II – ‘Dei verbum’ (1965).
Concilio Vaticano II – ‘Gaudium et spes’ (1965).
Curia, Christian. (2008). ‘Un poco de aire fresco. Bases para la espiritualidad del Catequista’. CABA: Claretiana.
Dicasterio Doctrina de la Fe – ‘Mater populi fidelis’ (2025).
De Vos, Frans. (2019). ‘Metodología Catequística’. Buenos Aires: Claretiana.
Descalzo, José Luis Martín. (2000). ‘Vida y Misterio de Jesús de Nazaret – T. I’. Salamanca: Sígueme.
Pironio, Eduardo Francisco. (1983). ‘Un camino de esperanza con María’. Madrid: Claretiana.
Pironio, Eduardo Francisco. (1998). ‘Señor, enséñanos a orar’. CABA: Claretiana.
Rivera, Carlos (2022) ‘Eres tu (Mamá)’. México.
Ruiz de la Peña, José Luis. (1996). ‘Imagen de Dios. Antropología Teológica fundamental’. Madrid: Sal Terrae.
Torres Queiruga, Andrés. (1999). ‘Del terror de Isaac al Abbá de Jesús. Hacia una nueva imagen de Dios’. Navarra: Verbo Divino