Antes de fallecer, el papa Francisco quiso rendir homenaje a Gustavo Gutiérrez, el teólogo peruano considerado padre de la teología de la liberación. Lo hizo a través del prefacio póstumo del libro ‘Vivir y pensar el Dios de los pobres’, editado por Leo Guardado y publicado por la editorial Queriniana. La obra, traducida al italiano por Marta Pescatori, reúne los últimos textos inéditos del dominico fallecido en 2024 y condensa, como escribe el Pontífice, “los frutos de su compromiso, su oración y su reflexión”.
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“Gustavo Gutiérrez, a lo largo de su larga vida, fue un fiel siervo de Dios y amigo de los pobres”, señala Francisco. “Su teología moldeó la vida de la Iglesia y sigue vigente hoy, con una frescura que abre nuevos caminos para el seguimiento de Jesús”, añadía Jorge Mario Bergoglio.
Una fidelidad “vivida con humildad y con libertad”
El Papa recuerda al teólogo peruano como un hombre de fe profunda y obediencia eclesial: “Quiero destacar en estas páginas su profunda y perdurable fidelidad a la Iglesia a lo largo de su camino. Una fidelidad vivida con humildad, a veces con dolor, y fundamentalmente con libertad”.
Y es que, según Francisco, las intuiciones de Gutiérrez nacieron “ya en la década de 1960”, alimentadas por su historia personal, sus estudios y su labor pastoral. “Una nueva era se abrió con ese inmenso soplo del Espíritu que fue el Concilio Vaticano II”, se lee en el prefacio, recordando que Gutiérrez participó en la cuarta sesión del Concilio acompañando al cardenal Juan Landázuri Ricketts, arzobispo de Lima, como joven teólogo.
La fuerza del Concilio
Francisco sitúa la teología de Gutiérrez en la continuidad del Vaticano II y de los grandes textos conciliares que impulsaron la renovación pastoral. “El impulso conciliar ofreció una base sólida y abrió horizontes para reorientar la labor pastoral, partiendo de la realidad de un territorio como Latinoamérica”, afirma.
Fue en ese contexto donde emergió lo que Gutiérrez llamó “la irrupción de los pobres”. Según el Papa, esa irrupción “exigía justicia y una forma diferente de vivir la fe, de pensarla, de decirla; en definitiva, de ser Iglesia”. El Pontífice recuerda que el teólogo citaba a menudo las palabras de Juan XXIII, pronunciadas un mes antes del inicio del Concilio: “La Iglesia se presenta como es y desea ser, como la Iglesia de todos, y particularmente la Iglesia de los pobres”. También evocaba la insistencia del cardenal Giacomo Lercaro en la misma línea.
El rostro latinoamericano de la fe
Francisco subraya que la teología de Gutiérrez no puede entenderse sin la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, celebrada en Medellín en 1968 con la presencia de san Pablo VI. “Entre quienes prepararon y acompañaron a Medellín se encontraba Gustavo, quien trabajó día y noche”, recuerda el Papa.
De esa experiencia, añade, “nació una red de confianza y amistad entre teólogos, pastoralistas y obispos que fomentó decisiones, documentos y reflexiones que siguen marcando la identidad eclesial de América Latina y el Caribe”. Gutiérrez también participó en la Conferencia de Puebla en 1979, donde mantuvo “una clara línea de continuidad con Medellín”, siempre atento a la realidad social y eclesial. “Recordaba que la opción por los pobres es evangélicamente central para las antiguas y nuevas formas de pobreza”, escribe el Papa.
Una teología encarnada en la historia
Francisco reconoce que la teología de Gutiérrez “no es un hermoso tesoro del pasado, sino una tarea siempre abierta para reflexionar sobre nuestra experiencia vivida de Dios”. En sus palabras, la teología del peruano “permanece en la Iglesia como ese segundo acto que nace donde nos acercamos a los heridos, a los abandonados al borde del camino”.
La pregunta que marcó toda su vida —“¿Cómo podemos hablar de Dios a partir del sufrimiento de los inocentes?”— sigue, para el Papa, plenamente vigente. “Sus principios centrales buscan estar presentes allí donde la huella de Dios parece borrarse del ambiente cultural”, escribe.
Enraizada en la liberación que Cristo ofrece, la teología de Gutiérrez “afirma la gratuidad del amor de Dios que nos involucra en la historia”. Recordar a los pobres, dice el Papa citando al teólogo, “significa mucho más que una colecta; no es una piadosa reflexión posterior. Como enseña Pablo, es el corazón del mensaje”.
El Pontífice concluye su prefacio evocando una de las frases más queridas por el propio Gutiérrez, tomada de Bartolomé de Las Casas: “Del más pequeño y del más olvidado, Dios guarda un recuerdo muy cercano y vivo”. Desde ahí, añade el Papa, “el Reino que Jesús proclama abraza toda la creación, a cada ser humano y realidad humana, en todo tiempo y lugar. Este es el Dios de Jesús”.

