Tribuna

Haciendo eco… con la fe

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“Así que desde entonces cabalgaron felices, contando historias o cantando canciones durante toda la jornada” (Tolkien, J. R. R, 2017, pág. 41)



En el diálogo cotidiano una afirmación suele ser considerada verdadera, no sólo por la veracidad en sí, sino por los interlocutores. Al creer estamos asintiendo con nuestra forma de ser la credibilidad de lo comunicado y en quienes son considerados portadores de algo que vale la pena, generando un vínculo entre contenido e interlocutores. Muchas veces, cuando esta unión se rompe, quedan desacreditadas todas las partes y, por lo general, suelen provocar crisis y replanteos existenciales poniendo en duda, incluso a la verdad descubierta. Por otro lado, cuando la relación se torna más profunda se experimenta un regocijo que se comparte, tomando la iniciativa en esa comunicación.

La identidad cristiana está, podríamos decir, traspasada por la fe porque es manifestación de ese don y, a la vez, tarea. En varios territorios pastorales nos encontramos con personas que no son parte de una religión, pero son creyentes y, por otro lado, a veces muchos adherentes a una tradición religiosa son ateos. Sencillamente, porque la fe no está atada a una determinada devoción o ritual, sino que ella es “la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven” (Heb. 11, 1), pero que ya se gozan (Curia, Christian, 2025).

a. Creer es “Si”

Profesar una fe es orientar la vida desde ese amor que da sentido a todo y que provoca una cosmovisión existencial, y que puede expresarse en una ritualidad específica o en varias. En la manifestación cristiana, es adhesión a la Trinidad revelada por Jesús, el mesías resucitado de Palestina. Desde ahí orientamos todo lo que vivimos, recomenzando constantemente, porque él hace nuevas todas las cosas (Apoc. 21, 5).  Creer es balbucear un gozo que se nos anticipa en cada experiencia de liberación, amor, amistad, confianza, etc. Podemos percibir que, en varias oportunidades, la fe en el evangelio se la presenta asociada a felicidad, gozo, alegría, etc. ( Lc. 1, 45; 11, 28. Mt. 5, 1 – 13. 16,17). Entendida así, no es un saber determinadas cuestiones o afirmaciones espacio temporales, ni realizar una determinada práctica. Es un regalo que proviene del mismo misterio trinitario, y es anticipo para pregustar la plenitud que anhelamos (Aquino, Tomás de -, 1980) (Libro I, Cap. 2, punto 3).

Esta adhesión es una acción divina – humana, es decir, teándrica, es garantía de la salvación ya realizada por él y a la vez es respuesta libre de cada uno y de la comunidad, que se nutre y fortalece en la fraternidad, la caridad hacia los más débiles y sufrientes, en todo gesto humanizador, en la oración, etc. Somos creyentes en el Nazareno viviendo una experiencia de fe que da sentido a la vida.

b. Creer es aprender

La fe es un proceso pedagógico que hace resonar la experiencia pascual para “desaprender” lo que no favorece la comunión y la plenitud humana. Cada expresión religiosa tiene su práctica de piedad, ritos, advocaciones, organizaciones, etc., que son recursos en un itinerario. Por lo tanto, pueden dejarse de lado por nuevos medios, porque lo importante no es el recurso en sí, sino que estos favorezcan comprender “con todos los santos, cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, en una palabra, ustedes podrán conocer el amor de Cristo, que supera todo conocimiento, para ser colmados por la plenitud de Dios” (Ef. 3, 18 – 19). La fe, al provenir de la Trinidad genera iniciativa, búsqueda, intuiciones para continuar el aprendizaje y el seguimiento.

Creer es orientarse desde la confianza en diálogo y armonía con las múltiples relaciones que poseemos y manifiestan nuestra espiritualidad de comunión. Los cristianos anunciamos aquello que otros han visto y oído (1ª Jn. 1, 3) y que da sentido a la vida desde ese acontecimiento medular. Por esa vitalidad, nos transformamos en testigos del Resucitado porque en nuestra vida esa verdad se ha hecho realidad.

Creer es pregonar acontecimientos salvíficos realizados por Dios en favor de toda la humanidad con un testimonio incoherente y fuera de los parámetros hegemónicos.

c. Creemos únicamente en Dios

La fe de la Comunidad cristiana expresa que cree sola y únicamente en Dios, que es Trinidad… y por lo tanto no cree en todo lo demás. Para la Ekklesia solo se asiente en y a la Trinidad (CEC, 1997)(#142 – 165). Lo demás, son medios que atestiguan esta fe y que, por lo tanto, son venerables, respetados y adquieren un valor significativo en la cosmovisión cristiana si contribuyen a bucear en el Misterio Trinitario.

Haciendo Eco Con Fe

d. Creemos/Creo: Amén

Este vocablo tan cotidiano y utilizado en estos tiempos es una palabra breve, pero con una densidad que requiere de nuestra contemplación y meditación. En el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos que, en hebreo, tiene la misma raíz que creer, que podría indicar solidez, firmeza, fidelidad tanto de Dios hacia nosotros como la nuestra hacia él (CEC, 1997)(#1062).

Amén podría indicarnos la aseveración existencial de los creyentes con el Dios que profesamos. Es la palabra que manifiesta la confianza plena en la voz de aquel en quien hemos puesto nuestra fe. Creemos porque es palabra eficaz que se revela. Esta convicción tan fuerte en los cristianos está basada en considerar a Jesús como el “amén” que la Trinidad verbaliza para nuestra salvación.

Creer es gozo, don, convicción, tarea, diálogo, adhesión divina y humana. Creemos porque Dios es Padre/Madre que deposita su confianza en todos, por esto mismo, nos abrazamos al Buen Pastor porque:

“Es el Camino para llegar a la verdad y Él mismo en persona es la verdad. Cristo es el camino para llegar a la vida y Él mismo en persona es la vida. Y es preferible andar por el camino, aunque sea rengueando, es decir, con dificultad, que caminar rápido fuera del camino, porque cuanto más rápido camino, más me alejo de mi destino. En cambio, si rengueo, pero en camino, lentamente me acerco a mi destino final: el camino, la verdad y la vida.

Si buscas por dónde has de ir, recibe en ti a Cristo, porque Él es el camino: Este es el camino, caminen por Él.

Si buscas a dónde has de ir, adhiérete a Cristo, porque Él es la verdad a la que deseamos llegar…

Si buscas dónde has de quedarte, adhiere a Cristo, porque Él es la vida… Adhiérete a Cristo, si quieres vivir seguro, es imposible que te desvíes, porque Él es el camino. Tampoco pueden verse engañados, ya que Él es la verdad… Tampoco pueden verse decepcionados, ya que Él es la vida y dador de vida: Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Aquino, Tomás de -, 2009)

e. ¿Crisis de fe?

Este período es una experiencia humana muy difícil de estipular porque cada persona o comunidad lo vive de una manera muy particular. En lo estrictamente teologal no existiría tal situación porque el misterio divino no padece dicho proceso. En realidad, varía nuestra percepción y vínculo. Por lo tanto, el trance estaría unido a vivencias que ponen como en “jaque” algún estilo de vivir la fe. Quizás, en lo más profundo de la personalidad se produce un quiebre porque lo vivido no cuadra con lo que nos han anunciado de Dios o por los distintos rostros distorsionados que han llegado.

Estas experiencias tienen un componente de maduración, crecimiento, replanteo y hasta brindan la posibilidad de responder libremente. Requieren, en primer lugar, la aceptación del problema: si hemos comunicado una imagen errónea de Dios, tenemos que dejarla de lado ¡por fidelidad a Dios y al ser humano! Si hemos vivido un ensimismamiento religioso, la fe en el Mesías de Palestina, nos impulsa y proyecta desde la caridad. Si nos han predicado un Dios que quiere el dolor o autoflagelarnos, ese Dios no es el Abba/Imma de Jesús, por lo tanto, es preciso dejarlo de lado. Si nos han predicado que a Dios lo encontramos en el encuentro íntimo, el Nazareno nos exhorta a “amarnos unos a otros y a vivirlo en las obras de misericordia”.

Creer, como diría el Papa de la sonrisa, es “responder con generosidad al Señor. Pero, ¿quién dice este sí? El que es humilde y se fía enteramente de Dios” (Juan Pablo I – Angelus sobre la fe, 1978). Certificando con esa “confianza” la expresión poética de Teresa de Ávila: “Nada de turbe, nada te espante… solo Dios basta”. Esta fe en la Trinidad, nos configura en cristianos servidores de la humanidad (Pablo VI, Discurso de clausura CVII, 1965).

f. Plegaria

Espíritu del sí,

 es bello y necesario darte gracias, es nuestra alegría y plenitud,

porque vemos y oímos tu accionar en ambientes comunitarios donde la fe es un proceso liberador,

porque sos la garantía de la Salvación para todas las personas.

Espíritu del amén,

que la apertura a las personas siga fortaleciendo nuestro acompañamiento en los diferentes itinerarios, que aggiornados con la experiencia Pascual del Pastor bello, continuemos desaprendiendo las estructuras caducas y fortaleciendo la revolución del Evangelio desde las realidades;

que con la audacia que proviene de vos e invitando a un seguimiento libre, sencillo y astuto,

despojados de prebendas y privilegios, apoyemos y luchemos por la promoción de los derechos humanos.

Espíritu del sí,

que nuestra fe en la Trinidad, continúe fomentando y suscitando asambleas que, con libertad y autonomía, viviendo la “minoridad”, salen al encuentro de quienes se sienten solos y desamparados,

explotados y deprimidos, tristes y sin esperanza, especialmente a ……………………………………………… ayudándolos a encontrar el gusto de vivir.

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Trabajos citados

Aquino, Tomás de -. (1980). ‘Compendio de Teología’. Madrid: RIALP SA.
Aquino, Tomás de -. (2009). ‘Comentarios sobre el Evangelio de San Juan, Cap. 14, lect. 2’. CABA: Ágape.
Catecismo de la Iglesia Católica (1997).
Curia, Christian. (2025).
Juan Pablo I – Angelus sobre la fe (13 de 09 de 1978).
Pablo VI, Discurso de clausura CVII (1965).
Tolkien, J. R. R. (2017). ‘El Hobbit’. CABA: Minotauro.