Eulalia Trujillo: “Vine destruida, pero gracias a San Juan de Dios ya me permito soñar”

Eulalia Trujillo

Desde hace cinco años, muchas mujeres de Barcelona que deben de pasar por la dura prueba vital de no tener un hogar en el que vivir tienen una gran fuente de esperanza: La Llavor, centro social de San Juan de Dios. Y es que, desde su puesta en marcha el 1 de octubre de 2020, en plena emergencia frente a pandemia, la orden hospitalaria ha podido acompañar a 152 de ellas.



Un proceso personal y comunitario que es posible al contar con 40 plazas (33 en habitaciones individuales y siete en un piso compartido dentro del mismo edificio, siendo el paso intermedio hacia su vida autónoma). Sin olvidar la pasión de las trabajadoras (todas son mujeres), que dan lo mejor de sí mismas para que la cosecha dé frutos en abundancia: el 72% de las atendidas han salido del centro con ingresos económicos propios y el 40% con trabajo. Más allá de lo necesario para vivir autónomamente, las responsables valoran que “el 77% han podido alcanzar sus objetivos personales”.

El perfil medio

En cuanto al perfil medio de las atendidas, muchas de ellas son migrantes y víctimas de violencia machista, aunque otras han padecido diferentes situaciones de fuerte estrés psicológico al verse obligadas a vivir en la calle. De ahí que uno de los ejes que se plantean las trabajadoras del hogar sea apuntalar su bienestar emocional, pues son conscientes de que, al fortalecer su salud mental, es mucho más factible que, el día de mañana, puedan tomar las riendas de su propia vida, con una vivienda y un trabajo propios.

Una de las mujeres acompañadas es la peruana Eulalia Trujillo Flores, quien, a sus 23 años, llegó hace más de tres a la capital catalana: “Tuve un problema grave en mi país y debí salir de allí. Cuando llegué a Barcelona, estaba realmente destruida, con la autoestima muy baja y sin ver ningún tipo de futuro”. Después de un tiempo en casa de una familiar y de pasar seis meses en un albergue municipal tras quedarse en la calle, “conocí La Llavor gracias a hacer allí un taller de costura. Me apunté en la lista de espera y, más tarde, al fin pude entrar en el proyecto. Ya llevo dos años aquí”.

Todo ha cambiado

Un tiempo “en el que todo ha cambiado mucho para mí, gracias a la convivencia con otras compañeras y con las trabajadoras de San Juan de Dios. Ahora, ya me permito mirar más allá y tener sueños”. Y es que, “al principio, fue difícil, pues estaba muy cerrada en mí misma. Pero todas tuvieron mucha paciencia conmigo. Fueron muchas horas de charla y, poco a poco, gané en confianza y me fui abriendo”.

Mujer En Ventana

Echando la vista atrás, lo que más agradece es “cómo han trabajado en mi desarrollo personal. Venía muy mal, pero, gracias al apoyo y a los consejos recibidos, he podido ir mejorando psicológicamente y me he empoderado mucho, como persona y como mujer. Ahora valoro cosas de mí misma que antes ni siquiera percibía”.

Techo y trabajo

Una vez que está “fuerte y muy recuperada”, el siguiente paso es mirar hacia adelante: “Al fin me pongo metas y, en un futuro, me veo trabajando y viviendo en mi propia casa. Me gustaría mucho estudiar Educación Social”.

Todo eso llegará paulatinamente, con naturalidad y sin forzar el ritmo en el camino. Y es que lo mejor en este tiempo es que, gracias al sostén comunitario de la que ve como “mi familia”, ya tiene las herramientas para impulsar su propia autonomía. Algo en lo que también ha sido clave la fe: “Soy una persona cristiana y me ha ayudado mucho que San Juan de Dios me haya dado la libertad que en otros sitios no he tenido para desarrollarme como realmente soy, desde un punto de vista integral”.

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