Erick Velásquez, el Moisés que llegó a Manacor desde Nicaragua

Erick Velásquez, sacerdote nicaragüense en Manacor

El Domund lo viven de un modo especial los misioneros que han dedicado su vida a encarnarse en un país. En el caso de Nicaragua, los españoles que han pasado décadas allí y ahora, ante la persecución del régimen OrtegaMurillo, han tenido que salir, su dolor es inmenso. Una cruz que comparten con sacerdotes nicaragüenses que, sin pesar nunca que lo serían, ante el exilio impuesto por el sandinismo, se han convertido en misioneros



Es el caso de Erick Velásquez, sacerdote de la diócesis nicaragüense de Estelí que lleva dos años en Manacor, tras pasar por Honduras y México. Como le explica a Vida Nueva, “nunca se me pasó por la mente exiliarme”. Pero llegó un momento en el que la presión de “los dictadores” se hizo asfixiante. Tras las protestas masivas de abril de 2018, cuando los manifestantes “fueron atacados brutalmente por la policía” y se produjo “el asesinato de jóvenes y hasta niños”, muchos “se refugiaron en los templos. Y la Iglesia, claro, los asistió”.

En una lista policial

Eso desató la persecución eclesial por parte del régimen: “Se conoció una lista de la policía con los sacerdotes investigados y yo figuraba junto a los obispos Silvio Báez y Rolando Álvarez, además de otros dos curas de Estelí”. Como su diócesis estaba en sede vacante desde 2021, Álvarez, obispo de Matagalpa, era el administrador apostólico. Hasta que llegó el 4 de agosto de 2022 y el prelado fue sitiado por la policía en el episcopado. Dos semanas más tarde, de madrugada, hombres uniformados detuvieron al obispo. “Tras un juicio amañado en el que se le condenó por el delito de traición a la patria”, le esperaban 26 años de cárcel, de los que cumplió dos hasta que la Santa Sede pudo obtener su exilio.

“Testigos de semejante salvajismo”, los sacerdotes de Estelí dieron un paso profético y “publicamos una carta pública dirigida a los dictadores Ortega-Murillo clamando contra esa injusticia”. Siguió un férreo control policial para encontrar a los promotores. Hubo detenciones y “debía decidir si dejarme apresar o exilarme. El 1 de octubre 2023 secuestraron a dos sacerdotes cerca de mi parroquia. Esa noche estuve esperando la llegada de la policía, pero no sucedió nada. Ahí terminé de decidirme y, el 4 de octubre, abandoné el país. Al día siguiente llegaron a por mí, pero ya estaba en Honduras”.

Erick Velásquez, sacerdote nicaragüense en Manacor

Erick Velásquez, sacerdote nicaragüense en Manacor

Así, siguiendo lo que les dijo Francisco a los obispos nicaragüenses en su última visita (“acompañen a su pueblo, no lo abandonen”), aunque estemos ante “una Iglesia que aparentemente está silenciada”, sigue siendo “esa luz de esperanza para la gente, que celebra la vida y la fe, plasmando tantas obras de misericordia en los más necesitados”.

Gratitud de los presos políticos

Un aliento que sienten todos, empezando por “los presos políticos que, tras ser desterrados, siempre agradecen públicamente esa cercanía de los obispos y sacerdotes en medio de las protestas o incluso cuando pasaron por la cárcel. En esos momentos, hasta personas no creyentes han contado cómo, gracias a ese consuelo, cogieron fuerzas en Dios y, a su modo, aprendieron a rezar junto a los sacerdotes con los que compartían las rejas”.

Él mismo encontró el apoyo necesario en otro pastor: “Me faltan las palabras para agradecer al obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, que me haya abierto las puertas de su casa y me dijera: ‘Vive tu ministerio sacerdotal entre nosotros’. Ya son casi dos años compartiendo tarea con el párroco de Manacor. Me siento feliz y acompañado por toda la parroquia”. Velásquez se encarga de la pastoral con la población latina y, además, acompaña “a muchas personas en las residencias y en hospitales, así como a todos aquellos que necesitan ser escuchados y asistidos sacramentalmente”.

Una “identidad misionera” de la que brotan unos “rayos de esperanza” que él necesita tanto como los demás. Y es que a veces le golpean “el dolor, la tristeza o la impotencia”. Eso sí, como “Dios siempre tiene planes para los que ama”, también se aferra con fuerza a los ejemplos del Evangelio, como “el destierro de Moisés, que fue duro, pero que al final le hizo gran instrumento de la gracia liberadora de Dios para un pueblo que vivía la opresión del faraón. O la propia Sagrada Familia, que debió huir a Egipto para proteger al Hijo de Dios de la persecución de Herodes”.

De ahí que sienta que “el destierro es una gracia que no hemos buscado, pero nos ha encontrado y hay que vivirla con caridad. Hay que darle sentido en nuestra noche oscura, para que la luz del Mesías ilumine el camino”.

Fotos: Joan Servera.

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