Tribuna

Una “zarza ardiendo” en el noreste del Caribe

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“La voz del Señor

resuena poderosa,

amorosa,

la voz del Señor”.

Como un “Moisés moderno”, como quien trata de decirle a su pueblo que escuche la voz de Dios, como el que no tiene duda de que hay una misión de Dios para su pueblo, como el que se ha transformado por haber sido testigo de una zarza ardiendo que no se consume, pero todo eso con la mansedumbre de quien no quiere imponer sus ideas propias sino pedir a la gente que oiga lo que Dios tiene que decirnos, así le habló a nuestras “comunidades rurales” el arzobispo metropolitano de San Juan, Roberto Octavio González Nieves.



Me dejó estremecido.

El arzobispo retomó la historia de cómo el pueblo puertorriqueño se enfrentó a la poderosa armada de Estados Unidos y, sin ideologías, sin divisiones, sin estar mirando que cada uno es cada cual, sino como un pueblo que escucha el llamado de Dios. Así se logró que terminaran las prácticas de guerra en la isla nena de Vieques. Bien sé que aquello fue así, porque allí estuve hace más de veinte años.

Su llamado, sin embargo, no era a recordar una historia pasada. Su voz lo que nos dijo es que Vieques debe seguir vivo en la historia presente de Puerto Rico, que es una zarza que “sigue ardiendo hoy”, en la que podemos escuchar la misión que Dios nos tiene aquí y ahora.

Las circunstancias ahora son de un Caribe poblado otra vez por barcos de guerra, no para prácticas de tiro nada más, ahora son las maniobras para una guerra que amenaza toda esta parte del mundo. Puerto Rico no está en la situación de crecimiento económico de finales del siglo XX. Lo que vivimos ahora es el descalabro económico, el desastre social y el sentido de impotencia generalizado. En esta circunstancia es que ha hablado el arzobispo. Lo ha hecho con su voz de bondad y cariño. El trueno no estaba en su voz, el trueno es lo que  sentimos por dentro.

Roberto Octavio González Nieves, arzobispo de San Juan de Puerto Rico

Roberto Octavio González Nieves, arzobispo de San Juan de Puerto Rico

¿Nos ha encargado Dios que Puerto Rico se alce, otra vez, pacífico y unido? ¿Le toca a la Iglesia decirle al pueblo cuál es la voz de Dios? Según el arzobispo eso no le toca a la Iglesia. Eso le toca al pueblo unido. Lo que le toca a la Iglesia es hacer el llamado a que, ante tanta inmoralidad y tanto desastre, sea el pueblo el que escuche a Dios y acepte valiente la misión que Dios nos está encomendando para que desde Borinquen resuene poderosa la voz del Señor.

Responder a la voz del Señor

Faltaban horas para que el arzobispo diera su mensaje, cuando nos llegó la noticia de que la ex soldado puertorriqueña Zuleyka Morales fue capturada por el ejército israelí mientras iba en la Flotilla pacífica a llevar comida y medicinas al pueblo de Gaza, víctima del genocidio.

Faltaban horas para su sermón cuando llegó la noticia de que la fuerza aérea de Estados Unidos ya está a 75 millas de Venezuela para iniciar una guerra espantosa contra este pueblo hermano y todos nosotros.

Roberto Octavio González no habló desde la catedral. Escogió para eso el templo, corazón de las comunidades eclesiales de base en la parroquia San Pablo de Caguas, donde sirvo como párroco, como un cura más. Me ha hecho sentirme niño otra vez. Es algo así como lo que le pasó al niño Samuel, antes de ser profeta, cuando escuchó en la noche una voz que le llamaba. Me siento como el niño Samuel cuando dijo “habla Señor, que tu siervo escucha”.

Estemos vigilantes y respondamos a la voz del Señor.