Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Juventud, divino tesoro


Compartir

La juventud se ha entendido, tradicionalmente, como un periodo de paso hacia la madurez. El adulto se consideraba como la plenitud de la persona, porque supone la capacidad de ser autónomo y tener, por tanto, la libertad de decidir hacia dónde se quiere ir y los pasos que se quieren dar para tomar esa dirección.



Fui scout de joven durante muchos años y alargué algo mi estancia en el grupo cuando pasé a ser scouter (monitor) durante un breve espacio de tiempo. El movimiento scout lo tiene claro: la gente es scout mientras está en la niñez, adolescencia y juventud, pero luego lo deja. Es verdad que con frecuencia decimos: “Scout una vez, scout para siempre”. Y lo sentimos así, pero ya no continuamos en el grupo o en las secciones, sino que vivimos nuestra existencia aplicando a nuestra vida adulta lo que aprendimos en este movimiento.

Una progresión

¿Y cuando sucede esto? Cuando tenemos entre 20 y 24 años. Hay toda una progresión. Se comienza aprendiendo a compartir, luego intentamos hacer siempre lo mejor, seguimos aprendiendo a trabajar en equipo en las patrullas y estando siempre listos y acabamos remando nuestra canoa (una manera muy poética de afirmar que tenemos que ser autónomos) y poniéndonos al servicio de los demás. Se trata de todo un camino de crecimiento que nos va preparando para nuestra etapa adulta. Por eso, cuando de adultos nos encontramos con otro scout lo notamos, pues tenemos cosas en común aunque hayamos estado en otro grupo y trabajamos, con frecuencia, de manera similar.

Personas Playa

Ahora, sin embargo, algunos conceptualizan la juventud como una categoría social dinámica que cambia en función del momento histórico y del contexto en el que se ubique. Esto lleva a que, con frecuencia, se considere jóvenes a aquellas personas que tienen menos de 35 años. Se alarga el periodo hasta momentos muy tardíos de la existencia en los que, históricamente, quienes ahí estaban eran consideradas adultas.

Puertas abiertas

La tendencia a la infantilización de la sociedad puede ser la que lleva a esta realidad en nuestro entorno más cercano. El hecho de que la juventud sea un momento en el que tienes muchas puertas abiertas y entrar en la madurez significa cerrarte algunas de ellas para hacer opciones responsables que, por otro lado, son las que aportan un sentido a tu vida, puede ser uno de los motivos por los que se alarga este periodo. La gente no quiere elegir, no quiere cerrarse puertas, sino que quiere seguir creyendo que puede elegir todo lo que se le antoje.

Nombro este tema porque esta tendencia social se está contagiando con frecuencia a nuestra pastoral juvenil. En lugar de ver esta como una etapa para alcanzar la madurez y la vida adulta, se eterniza hasta la treintena. La semana próxima explicaré con más detalle mi análisis sobre esta situación.