Cada vez nos asombran menos los disparates que caracterizan a los discursos de Donald Trump. La reciente intervención en la Asamblea General de la ONU ofrece varias joyas de su permanente diarrea verbal: que él solo ha acabado con siete guerras, que el paracetamol produce autismo, que merece el Premio Nobel de la Paz, y un ignominioso etcétera.
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Pero la ceremonia -¿política? ¿religiosa?- en la que se rindió un homenaje a Charlie Kirk nos presenta a un Trump con una faceta que ya había mostrado, pero ahora de manera más evidente: el interés en vincular su gestión política con el cristianismo, tal como él lo entiende, y de acuerdo a su conveniencia.
Amigo del presidente norteamericano, y cristiano evangélico, Kirk se distinguió por ser un activista conservador, opuesto al aborto, defensor del derecho a portar armas y simpatizante de disminuir y hasta erradicar las migraciones a los Estados Unidos de América (EUA), sobre todo de centroamericanos. Fue asesinado el pasado 10 de este mes, y por ello se llevó a cabo, en Phoenix, Arizona, su celebración luctuosa.
Ante más de 100 mil personas, Trump lo llamó “mártir de las libertades norteamericanas”, se le comparó con san Esteban, primer mártir cristiano, y se insistió en que los EUA deben volver a ser una nación cristiana, para hacer frente al secularismo, a las ideologías de izquierda arropadas por el ‘wokismo’ -movimiento de origen afro que busca mantenerse alerta frente al racismo- y al laicismo.
Me llamó la atención que, mientras la viuda de Kirk, también de tradición protestante, afirmó perdonar al asesino de su esposo “porque es lo que hizo Cristo. La respuesta al odio es no odiar”, Trump no compartió esa postura, y expresó odio a sus enemigos y reiteró que no les desea lo mejor.
Es evidente que el rencoroso presidente norteamericano tiene una idea distorsionada del legado cristiano, pues si algo caracterizó al hijo de María fue, precisamente, su perdón incondicional.
Suficiente tenemos con los odios ancestrales que se cargan judíos y palestinos, sosteniendo que Dios está de su lado, como para agregar al cristianismo esa falta de respeto a la dignidad humana que es el desprecio, y sus manifestaciones violentas.
Pero que eso piense y predique Trump no asombra, sí, en cambio, desconcierta que lo siguen respaldando sus fans.
Pro-vocación
Todas las creencias merecen nuestro respeto. Cuando una agrupación religiosa reconoce tener guardias pretorianos para defender a su líder, porque lo consideran objeto de una persecución política –el apóstol de La Luz del Mundo está preso en los EUA, acusado, entre otras cosas, de abuso infantil– podremos estar de acuerdo o no con ello. Pero que tales custodios estén vinculados a grupos delincuenciales, como el Cártel Jalisco Nueva Generación, nos debe alarmar.
