Llega el otoño


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Un buen día, se da uno cuenta de que debe comenzar a utilizar una mantita porque tiene frío en la cama. Se abandonan las camisas de manga corta y los pantalones finos y se elige ropa que abrigue más, porque hace fresco por las mañanas. Las horas de luz se acortan. Aquí en Zaragoza, se acerca el Pilar, a veces con calor, a veces con frío, pero siempre el heraldo de una estación que cambia. Es una suerte de pistoletazo de salida a actividades varias, que se han ido posponiendo hasta después del Pilar. En tiempos, incluso la Universidad demoraba el inicio “serio” de clases hasta esas fechas.



En mi caso, soy consciente de vivir también un cierto otoño profesional. Todavía disfruto de la medicina, de lo que puedo enseñar y aprender cada día, del estudio que conlleva, de las sorpresas que proporciona. Pero soy consciente de que mi vida como médico clínico en un hospital público se aproxima a su ocaso. Quizás continúe con actividades en relación con la medicina, quizás voluntariados, quizás pueda alargar mis estancias en hospitales africanos, todo son posibilidades, pero ya con otros acordes diferentes a los actuales.

Vivir el presente

De cualquier modo, no pienso apenas en ello y me concentro en vivir el presente, pues quizás venga un día en que lo añore. Mirar por la mañana la evolución de los pacientes que dejaste en la planta el día antes, si la fiebre ha remitido, si ha habido respuesta al tratamiento; o, en caso contrario, si se ha producido el desenlace ya esperado, a veces un alivio para paciente y familiares, incluso para los sanitarios involucrados en el caso.

Médico general

Revisar los resultados analíticos, las imágenes radiológicas, si hay algún dato nuevo que obligue a modificar o establecer un diagnóstico o cambiar una estrategia terapéutica. Es lo que he hecho durante más de 30 años, es lo que sé hacer, la profesión que aprendí y con la que me he ganado la vida y he intentado ayudar a mis semejantes.

Muchas experiencias

Me ha llevado de un extremo al otro de España, en hospitales diferentes, con diferente complejidad y posibilidades. Barcelona, Gerona, Valdepeñas, Toledo, Tudela, Zaragoza. Tantas experiencias y situaciones, tantos casos vividos, colegas que conocí, cosas que aprendí (si bien es cierto que no todas buenas). Diversos sistemas sanitarios dentro de la red pública, a la que he dedicado mi vida profesional, sin poder transformar sus disfunciones ni compensar sus carencias, pero intentando al menos mejorar lo que estaba a mi alcance.

Cuando llegue el momento, quizás haya que recapitular y reflexionar sobre lo vivido (tal vez escribir algo a modo de resumen), y seguir con una vida que entrará en su invierno. Ojalá siga siendo productiva y útil, como he intentado que lo fuesen los años de actividad profesional, como veo que es la de mis familiares que ya se jubilaron, la mayoría siempre dispuestos a acompañar, a ayudar cuando se necesita.

Recen por los enfermos y por quienes los cuidamos, y por este país.