Jesús Avezuela no es solo el director general de la Fundación Pablo VI, la plataforma que hoy abandera el diálogo de la Iglesia con las diferentes áreas de la investigación en los ámbitos políticos, culturales, tecnológicos… El anfitrión del encuentro entre Luis Argüello y Salvador Illa, el pasado 17 de septiembre en la sede madrileña de la entidad, es letrado del Consejo de Estado; una responsabilidad que le permite tener una atalaya clave para analizar el contexto social actual.
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PREGUNTA.- ¿Iglesia y Estado están condenados a entenderse?
RESPUESTA.- Mucho más que eso. La condena suena a algo irremediable y que resignadamente se tiene que hace. Creo que la Iglesia puede aportar mucho al Estado y el Estado aporta mucho a la Iglesia. Iglesia y Estado no están obligados a entenderse, sino que tienen que entenderse por el bien común, fomentando una cultura del encuentro estable.
Una voz propia
P.- En este necesario diálogo, ¿cómo puede o debe la Iglesia tener voz en política sin enfangarse en el barro?
R.- El coloquio que hemos celebrado en la Fundación Pablo VI está propiciado bajo el paraguas de la conmemoración del centenario del nacimiento del jesuita José María Martín Patino. En este sentido, el propósito principal es fomentar, como él hizo en su momento, el diálogo entre pensadores, científicos y personas de diversos campos y tendencias. Ahí la Iglesia puede sumar, ofrecer claves y escuchar lo que reflexionan otros. Como sucedió en la Transición, estamos llamados a serenar y fomentar la cohesión en un momento de muchísima crispación y polarización, de demasiado extremismo. Tal es el contexto que, en algunas ocasiones, incluso nos hace recordar momentos de la historia que fueron muy peligrosos. Ahí, en este espacio, la Iglesia tiene un gran papel y debe jugar una posición que busque auspiciar los encuentros, no los enfrentamientos.
P.- Hablando de crispación, ¿le preocupa que haya voces eclesiales que hoy agiten esa polarización?
R.- Me preocupa. Al final, la Iglesia es una organización humana que se contagia de la atmósfera y del ambiente de la sociedad. Por eso urge buscan un diálogo sincero, que no se quede en la superficie que polariza, donde haya una verdadera escucha por parte de los intervinientes. Desgraciadamente, en la Iglesia, en algunas ocasiones, no ayudamos a rebajar ese tono de crispación.
P.- ¿Hay marcha atrás en la violencia verbal que se vive en el Congreso de los Diputados o se ha entrado en una espiral imparable?
R.- Soy optimista. Se puede revertir esa espiral, pero hace falta esfuerzo de los políticos y de las instituciones. Los propios inquilinos de esas instituciones tienen que dar ejemplo para recuperar la confianza perdida de los ciudadanos. Estamos en un momento en el que necesitamos discernimiento y capacidad para que, como dice Iñaki Gabilondo, distingamos el agua potable de la que no lo es. Ese esfuerzo de corresponsabilidad entre todos es lo que nos falta. Aun así, no creo que estemos en un callejón sin salida, abocados a un futuro determinista, ni mucho menos.
Foto de apertura: Jesús G. Feria.
