Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Apertura o gueto


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La población que habita en España y que ha nacido fuera de nuestras fronteras se incrementa constantemente. Según el Instituto Nacional de Estadística, en enero de 2024, el 18,2% de la población residente en España había nacido fuera de nuestras fronteras; es decir, casi uno de cada cinco.



Esto supone un porcentaje bastante elevado. Tanto como para que se aprecie en los distintos elementos de la sociedad en nuestro país. En algunos barrios y localidades, este porcentaje es mucho más elevado y se observa fácilmente en sus calles. Esto se da con mayor frecuencia en lugares humildes, ya que muchos de los que vienen han vendido sus propiedades en sus países de origen para poder emigrar y tienen dificultades a la llegada aquí para encontrar fuentes de ingresos suficientes.

Miedo

Sabemos que este fenómeno produce miedo en muchas personas. Algunas lo concretan viéndolos como los culpables de todos sus males; por ello, apoyan a políticos que apuestan por la discriminación o la expulsión de gran parte de esta población. Otros tienen miedo a la creación de guetos, es decir, de lugares en los que se concentra determinada población marginada del resto de población. Otros lo canalizan de mil maneras, no voy a hablar más de ello.

Acogida de migrantes en la Fundación Corazonistas. Foto: José Manuel Romera (Fundación

Acogida de migrantes en la Fundación Corazonistas. Foto: José Manuel Romera (Fundación Corazonistas)

Pero sí voy a hablar de cómo lo hacemos los cristianos. Porque, a pesar de que somos una fe en la que consideramos que todos son iguales, que las diferencias son una riqueza para todos, que debemos acoger al extranjero, nuestros templos y grupos parecen estar protegidos por un muro que evita que entren personas de otros países. No salimos a su encuentro y tampoco estamos abiertos a su recepción.

Una minoría

¿En cuantas de nuestras comunidades hay ese casi 20% de personas nacidas en otros países? Sugiero al lector que lo piense. Yo me aventuro a contestar que en muy pocas. La mayoría parecen guetos de españoles. Alguien me podría decir que lo mismo sucede con asociaciones festivas o deportivas, con grupos juveniles… Pero esto no hace más que confirmar lo que argumento, que tenemos verdaderos guetos de españoles.

En la Iglesia esto es un problema, ya que no estamos respondiendo a la llamada de acoger al extranjero, de sentirnos todos hijos de Dios, de vivir como hermanos. No estamos siendo la Iglesia en salida que nos pedía Francisco, no les preguntamos que nos cuenten sobre sus países, no les abrimos nuestros grupos, no les acogemos con entusiasmo. Luego nos quejamos, en ocasiones, de que viven en guetos. Pero creo que hay que preguntarse si no somos nosotros los que tenemos nuestro propio gueto rodeado de barreras que hace que no se acerquen a nosotros.

Como Iglesia creo que debemos apostar de manera firme y decidida por la apertura y la acogida, para que todos podamos vivir juntos tanto en el interior de la iglesia como fuera de ella.