Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Institución o anuncio


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Recientemente, hablaba de cómo prefiero al presbítero que se comporta como padre al que se comporta como directivo. Sin embargo, con frecuencia me encuentro con aquellos que optan por la segunda opción, cual si la Iglesia se debiese comportar como una empresa en la que debemos planificar enfocando nuestra acción a la consecución de unos resultados previamente fijados.



El porqué muchos se comportan así tiene que ver con la insistencia existente por el mantenimiento de la Iglesia como institución. Muchas personas piensan que lo importante es que la Iglesia siga siendo una institución influyente en la sociedad, que debemos apuntalarla porque es la única manera de que ésta pueda transmitir su buena noticia. He escuchado en alguna ocasión que lo mejor que le pudo pasar a la Iglesia fue el Edicto de Tesalónica (año 380) en el que el emperador Teodosio (que quiere decir “don de Dios”) proclamó al cristianismo de Nicea como la religión oficial del Imperio Romano.

Gestores

Esta idea de la Iglesia como institución es la que lleva a la necesidad de sacerdotes “directivos” que sepan aunar efectivos en pos de un fin común. También refuerza el crecimiento de sacerdotes “administradores”, que gestionen con eficacia las propiedades y recursos con los que cuenta la Iglesia. Si reforzamos la parte institucional de la Iglesia considerándola como lo más importante, es normal que florezcan estos dos tipos de consagrados que intentan realzar y mantener la institución eclesial.

Sacerdote Iglesia Vidriera Oscuridad

Sin embargo podemos plantearnos si lo más importante en la Iglesia es su dimensión institucional o su dimensión anunciadora de una buena noticia para nuestra sociedad. Opino que la Iglesia institución tiene que estar al servicio del anuncio, que invertir la prioridad no es positivo para el fin que se nos ha encomendado.

Hospital de campaña

Por ello, solamente recuperando esa prioridad en el anuncio de nuestra buena noticia, solamente viviendo la Iglesia como un hospital de campaña y centrándose en los tres puntos que remarcaba Francisco el 4 de noviembre de 2024 (“anunciar a Cristo, reparar las desigualdades y sembrar esperanza”), somos fieles a nuestra misión y afianzamos nuestro carisma y el don que es para el mundo la existencia de la Iglesia.

Para lograr estos tres puntos, no necesitamos de consagrados directivos, ni siquiera de sacerdotes administrativos, sino de religiosos y presbíteros valientes, osados, que actúen, no solo como padres, sino también como personas llenas de sabiduría y con un espíritu crítico que los acerquen a los profetas, para tener una mirada crítica a la realidad que se convierta en un amor esperanzado, acogedor y encarnado en la realidad que nos rodea.