Intolerancias alimentarias


Compartir

La inmensa mayoría de las llamadas intolerancias alimentarias son el síntoma de unas personas en el fondo enfermas en su mente, hijas de una sociedad harta de pan. Cuando sobra de casi todo, cuando se conoce el precio de todo y el valor de casi nada, entonces hay quien se permite rechazar alimentos, despreciar recursos nutricionales, elegir porque tiene varias opciones que puede costearse, con su dinero o el de sus padres.



Claro que hay algunas intolerancias verdaderas, con reacciones alérgicas graves, por ejemplo a los cacahuetes. Claro que hay enfermos celíacos verdaderos, con un diagnóstico de laboratorio e incluso histopatológico firme, demostrado, siguiendo las guías científicas aceptadas. Pero al lado de estos casos, infrecuentes, hay una pléyade de malcriados que atribuyen sus síntomas psicosomáticos a múltiples alimentos, en lugar de buscar las causas auténticas y tratarlas. Y traen a la consulta largos informes de laboratorios privados con guarismos incomprensibles, obtenidos mediante técnicas de laboratorio que sólo ese laboratorio emplea.

Desdeñar el alimento

No he diagnosticado ni siquiera sospechado intolerancias alimentarias en ninguno de los países del tercer mundo donde he trabajado como voluntario médico. No hay intolerantes a ningún nutriente en los campos de refugiados, en los suburbios de las grandes ciudades de los países del sur, donde mucha gente se acostó con hambre y se despierta con hambre, y con la zozobra de no saber si en el día que amanece tendrá un trozo de pan o un puñado de arroz que llevarse a la boca.

Las intolerancias alimentarias existen tan sólo en las sociedades que tienen de todo y no lo aprecian, que destruyen la comida y se permiten desdeñar alimentos de altísimo valor nutricional, despreciar proteínas de alta calidad, como los lácteos y la carne. Quizás el tiempo castigue este tipo de actitudes. Dios no lo quiera, pero si alguna vez tenemos escasez real de alimentos en nuestro primer mundo, donde ahora hay tantos tipos de dietas, tanto experto en nutrición, tanta obesidad infantil y en adultos, tanto tarado diciendo que no puede comer de tal o cual cosa, verán como de pronto se toleran todas las comidas. Si alguna vez tenemos que pelearnos para conseguir unas galletas dentro de un paquete con membrete de UNICEF, entonces recordaremos los tiempos en que hubo quien se permitió despreciar lo que su madre compraba en el supermercado.

Recen por los enfermos, por quienes les cuidan, y por este mundo.

Médico general