Después de una caída grave de la bici, se tiene miedo al volver a montar. Igual ocurre después de un accidente de coche, un revés afectivo o laboral, un desengaño familiar, una pérdida importante, o una injusticia sentida y padecida. Miedo a que te vuelva a pasar, con los sufrimientos inherentes a las heridas y las fracturas. No tienen que ser por fuerza externas, pueden ser también internas.
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Retomar la confianza
Cada cruce, cada coche que pasa más cerca de lo recomendable, cada bache, suponen un sobresalto. Según haya sido la caída, elijan la metáfora que deseen. Si ha sido un fracaso afectivo o una pérdida, con cada nueva posibilidad, cada encuentro, cada atisbo de ilusión, se despiertan prevenciones y temores. Si se trató de un conflicto o revés laboral, al iniciar un nuevo trabajo o llegar a un nuevo destino, se ponen en marcha mecanismos de alerta y precaución, de temor a que se repita la historia antigua, a que surjan nuevas dificultades, a que de nuevo no se encuentre aprecio o respeto.
Entonces, hay que confiar en el tiempo e ir retomando la confianza. Que el miedo a un nuevo golpe no nos paralice, o nos impida explorar y disfrutar de nuevas posibilidades. Es bueno ser precavido, la prudencia es necesaria, pero no debe bloquearnos. Creer en la esperanza, apostar por la esperanza, confiar en que Dios hace nuevas todas las cosas, que no hay muerte sin resurrección, que Dios tiene siempre para nosotros mejores posibilidades.
Recen por los enfermos, por quienes les cuidan, por este mundo y este país.

