“Bueno, mi gente, ya sí me dio miedo. Esto es un supermercado que cerró. Más negocios cerrados, más negocios cerrados…”. Un cowboy citadino se pasea por zonas muy conocidas y emblemáticas del condado de Brooklyn (Nueva York) para mostrar lo que parece una “limpieza distrital”: se observan pocos vehículos y mucho menos peatones.
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El Cowboy, un inmigrante dominicano que transmite por su canal en YouTube, reporta en uno de sus videos (2 de julio de este año) un cambio en la fisonomía de Brooklyn que a simple vista parece drástico, pero que ha sido un proceso ininterrumpido. Comenzó lento, pero seguro, y en los últimos años viene golpeando como un huracán: la gentrificación.
¿Quiénes son el objetivo?
Uno tras otro, distintos negocios han ido cerrando, con lo cual han desaparecido décadas de trabajo que contribuyeron a darle una identidad al condado y a otorgarle un peso específico en medio de la maraña neoyorquina.
Las diferentes comunidades en Brooklyn, incluso las de migrantes, comenzaron a mudar de piel, y de esta dinámica no se ha salvado prácticamente ninguna: cuando menos se espera, hace su aparición el “promotor de desarrollo”, dispuesto a hacer un cambio arquitectónico.
Concebida como “proceso de renovación urbana de espacios deteriorados o modestos”, la gentrificación golpea al más débil de la cadena socioeconómica, porque los antiguos habitantes de una zona, los mismos que le dan personalidad y la diferencian de otra, son desplazados por otros residentes que tienen más poder adquisitivo y pueden pagar los altos precios de viviendas, de novedosos restaurantes y cafés y acceder a míticas tiendas de famosas marcas.
Esta historia cumple 75 años
Este proceso en el que unos desplazan a los otros o, dicho de otro modo, unos deciden por otros, lo comenzó a vivir tímidamente Brooklyn en 1950, pero ya a partir del año 2000 se fue acentuando con la llegada de profesionales jóvenes.
Otras zonas de Estados Unidos, así como países de Latinoamérica, Europa, África y Asia también han experimentado estas dinámicas que tienden a dejar de lado a los pobres, aunque pertenezcan de hecho y de derecho a cualquiera de esas naciones que buscan una renovación por caminos del extravío.
La Iglesia enciende las alarmas en México
Un caso que no deja de asombrar es el de México. Por estos días, ciudadanos de la capital protestan porque están siendo desplazados de sus tradicionales colonias —Roma, Condesa y Juárez, entre otras — por inmigrantes que han llegado a este destino, atraídos por el menor costo de vida en comparación con sus países de origen.
Los alquileres se han vuelto impagables para quienes son considerados habitantes originales, quienes han salido a la calle con carteles en mano para denunciar lo que consideran una arbitrariedad.
Los mexicanos están molestos, y unos grafitis, publicados por el portal Excelsior, también son prueba de la complejidad de la situación: “México es para los pueblos mexas. Tu comodidad es nuestro desplazamiento” y “Fuera gringo”.
Ante las discusiones y polémicas que se vienen manteniendo por la gentrificación, la Iglesia en México expuso algunos de los conflictos que están vinculados con la modalidad de desplazamiento que tanto agobia a los mexicanos hoy día: las transformaciones demográficas y familiares que avanzan de manera profunda y silenciosa en la región.
En un editorial del semanario ‘Desde la Fe’, la institución eclesiástica destacó que “se camina hacia una sociedad menos resiliente y más vulnerable por la ausencia de vínculos de apoyo y lazos familiares”.
Definitivamente, la gentrificación representa un verdadero desafío para el Gobierno mexicano, que dice tener como prioridad la reducción de la desigualdad.
Por Sarita Chávez. Periodista, licenciada en Filosofía y magíster scientiarum en Filosofía (Universidad del Zulia)
Foto: EFE