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Nicolás Álvarez de las Asturias: “El estudio riguroso disipa los acercamientos extremistas”

Rector de la Universidad Eclesiástica San Dámaso

Con dos décadas como docente de San Dámaso a sus espaldas, Nicolás Álvarez de las Asturias toma las riendas de la Universidad Eclesiástica de la Archidiócesis de Madrid, que cuenta con cerca de cuatro mil alumnos, dos mil de ellos en títulos oficiales por la Santa Sede. El catedrático de Derecho Canónico de 52 años asume este reto, al menos para el próximo cuatrieno, después de haber sido vicerrector académico durante tres años con el ya ex rector Javier Prades, que ha estado al frente del centro durante doce años.



PREGUNTA.- Supongo que un encargo así ilusiona e impresiona…

RESPUESTA.- Tengo muchísima ilusión porque tengo muchísimo cariño a esta casa, porque en estos veinte años he visto la cantidad de bien que San Dámaso ha hecho a tantos estudiantes y a la propia Iglesia, y todo lo que puede seguir haciendo. Como vicerrector he atesorado algo de experiencia de gobierno y he podido ver los asuntos que hace falta impulsar. Es un servicio que merece la pena hacerlo, sabiendo que cuento con la confianza del cardenal José Cobo y de los profesores.

P.- Precisamente Cobo remarcó en la inauguración del curso que la universidad tiene que ser plural y no refugio de una u otra corriente. ¿En qué medida eso es responsabilidad del rector?

R.- Una de las cosas que garantiza la pluralidad es la variedad de lugares donde han estudiado los profesores. Nosotros tenemos la suerte de contar con catedráticos que han estudiado en universidades europeas distintas. Eso garantiza que cada uno tiene su propio itinerario y su propio modo de afrontar la teología o los desafíos de su rama específica. Además, muchos de ellos han ido orientando su investigación o sus estancias de investigación de forma diversa, enriqueciéndose por otros ámbitos culturales. Todo eso ofrece una riqueza enorme. Ahora, precisamente tenemos el desafío de que la siguiente generación continúe en esta línea. La diversidad de nuestro alumnado, entre sacerdotes, religiosos y laicos, procedentes de distintos carismas de la Iglesia, también contribuye a esta pluralidad.

Laicos al frente

P.- ¿Los laicos llegan pisando fuerte? ¿Van por delante de los seminaristas?

R.- Cada uno tiene sus fortalezas y debilidades. Es cierto que, en el caso de los laicos, por la escasa salida profesional que tienen los estudios de Teología, suelen ser personas que vienen muy vocacionadas al estudio y con madurez. En el caso de seminaristas y religiosos en formación, destacaría la fortaleza de su juventud.

P.- La presencia de alumnado extranjero aumenta. ¿Cómo es la adaptación, teniendo en cuenta que algunos de ellos llegan con carencias en el idioma?

R.- Es verdad que tenemos un desafío constante, que es intentar que comiencen las clases con un nivel de español un poquitín más que básico, a través de recursos online e intentando que se incorporen antes a modo de refuerzo. Es verdad que el primer trimestre suele ser para ellos particularmente difícil, pero luego se van adaptando. En cualquier caso, el fenómeno de la inculturación es muy interesante, porque al internacionalizarse el alumnado, llegan con sus propias preguntas y su propia experiencia eclesial, que genera siempre un diálogo muy constructivo con los profesores. Se genera así cierta circularidad en la que tanto alumnos como docentes se retroalimentan y aprenden.

Rector de la Universidad Eclesiástica San Dámaso

P.- ¿Le preocupa el goteo de facultades de Teología cuando los alumnos decrecen?

R.- El desafío está en encontrar el equilibrio con la prudencia como eje. El papa Francisco ha ofrecido indicaciones muy luminosas, porque nos habla de hacer coro, de la necesidad de una riqueza formativa diversa para evitar la mentalidad del partido único. Por otro lado, está claro que la disminución del número de alumnos no puede convertirse en una competencia al modo del mundo civil que se traduzca en una pelea por quitarnos matrículas. A esto se une otro desafío: abrir la Teología a toda la Iglesia para incentivar el estudio, esto es, que no se perciba que estudiar Teología es cuestión de élites.

P.- Algún obispo ha compartido su preocupación por las formaciones preconciliares paralelas que reciben algunos sacerdotes, al margen de los centros eclesiásticos. ¿Cómo se afronta esta amenaza real?

R.- El estudio riguroso disipa los acercamientos extremistas en la vida de la Iglesia. Al menos esa es nuestra experiencia al recibir a personas de trayectorias y sensibilidades diversas. Frente al alarmismo, la opción más adecuada es confrontarse seriamente con el estudio de las fuentes de la revelación de la historia de la Iglesia. Entrar en un clima eclesial de estudio serio y sereno ayuda. Con la formación, buscamos ser parte de la solución de ese problema. Si desde esta universidad hacemos bien nuestro trabajo, serviremos como debemos a la Iglesia. Es la experiencia que estamos teniendo.

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