Francisco quiere una universidad católica que se convierta en un laboratorio para construir un mundo más justo y humano. Así al menos lo manifestó esta mañana durante el encuentro que mantuvo con la comunidad educativa de la Universidad Católica Portuguesa, en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa.
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En el comienzo de su segunda jornada en la capital lusa, el Papa desglosó cuáles tienen que ser las líneas básicas de identidad y de acción de estos centros de estudios superiores vinculados a la Iglesia. Para Jorge Mario Bergoglio, “sería un desperdicio pensar en una universidad comprometida en formar a las nuevas generaciones sólo para perpetuar el actual sistema elitista y desigual del mundo, en el que la instrucción superior es un privilegio para unos pocos”. Así, aseveró que “si el conocimiento no es acogido como responsabilidad, se vuelve estéril”.
El bienestar personal
Frente a ellos, puso de relieve iniciativas sociales como la Missão País, llevada a cabo por la universidad, como indispensable para humanizar la formación. “El título de estudio, en efecto, no puede ser visto sólo como una licencia para construir el bienestar personal, sino como un mandato para dedicarse a una sociedad más justa e inclusiva, es decir, más desarrollada”, sentenció el Papa.
Con el fin de convencer a quienes estaban frente a él, Francisco echo mano de una de las poetisas lusas más reconocidas, Sophia de Mello Breyner Andresen, que soñó con un país donde se hiciera realidad la justicia social y se redujeran las diferencias entre ricos y pobres. A partir de ahí, preguntó a unos y a otros: “¿qué quisieran ver realizado en Portugal y en el mundo? ¿Qué cambios, qué transformaciones? ¿Y de qué manera la universidad, sobre todo la católica, puede contribuir a ello?”.
Cartas de juego trucadas
Junto a estas directrices, el pontífice se adentró en cómo, tanto estudiantes como investigadores, han de tener una vocación de “peregrinos” en tanto que deben moverse por “la búsqueda espiritual”. “Desconfiemos de las fórmulas prefabricadas, de las respuestas que parecen estar al alcance de la mano, sacadas de la manga como cartas de juego trucadas; desconfiemos de esas propuestas que parece que lo dan todo sin pedir nada”, alertó el Papa.
“Amigos, permítanme decirles: busquen y arriesguen”, planteó a los docentes y estudiantes, Con el fin de animarlos a ser “protagonistas de una ‘nueva coreografía’ que coloque en el centro a la persona humana, sean coreógrafos de la danza de la vida”. “Tengan, por tanto, la valentía de sustituir los miedos por los sueños; ¡no sean administradores de miedos, sino emprendedores de sueños!”, apuntó a renglón seguido.
La inquietud motivadora
Por eso, el Obispo de Roma defiende que “no debemos tener miedo de sentirnos inquietos, de pensar que lo que hemos hecho no basta”. “Estar insatisfechos —en este sentido y en su justa medida—, es un buen antídoto contra la presunción de autosuficiencia y el narcisismo”, compartió Jorge Mario Bergoglio ante un auditorio entregado.
Es más, el pontífice argentino alentó a los presentes con el siguiente consejo: “No nos alarmemos, entonces, si nos encontramos interiormente sedientos, inquietos, incompletos, deseosos de sentido y de futuro”. “Com saudades do futuro!”, exclamó en portugués.
No a la anestesia
En esta misma línea, expuso a los presentes que “no estamos enfermos, sino vivos”. Por ello, alertó de que, “cuando sustituimos los rostros por las pantallas, lo real por lo virtual; cuando, en lugar de las preguntas que desgarran, preferimos las respuestas fáciles que anestesian”.
Como respuesta, les invitó a ser “protagonistas del cambio”, desde una conversión del corazón y “un cambio en la visión antropológica que está en la base de la economía y de la política”. “No nos podemos conformar con simples medidas paliativas o con compromisos tímidos y ambiguos, planteó Jorge Mario Bergoglio, con una alerta añadida: “En nombre del progreso, se ha abierto el camino a una gran regresión”.
Sin polarizaciones
A partir de ahí, en su discurso introdujo como vías para esa transformación algunos ejes de su pontificado: la Ecología Integral, la econonomía de Francisco y el Pacto Educativo Global. Una a una fue recogiendo las demandas principales vinculadas al cuidado de la Casa Común que está defendiendo en su pontificado: “Necesitamos escuchar el sufrimiento del planeta junto al de los pobres; necesitamos poner el drama de la desertificación en paralelo al de los refugiados, el tema de las migraciones junto al del descenso de la natalidad; necesitamos ocuparnos de la dimensión material de la vida dentro de una dimensión espiritual. No crear polarizaciones sino visiones de conjunto”.
En materia financiera, el Papa rubricó que resulta “apasionante emprender los estudios económicos desde esta perspectiva, con la intención de restituir a la economía la dignidad que le corresponde, para que no esté en manos del mercado salvaje y de la especulación”.
Por último, sobre el Pacto Educativo Global, Francisco animó “a apasionarse por él”. “Uno de los puntos que trata es el de la educación en la acogida y la inclusión”, apostilló.
El riesgo ideológico
Y todo, bañado por el hecho religioso. Porque, tal y como apuntó Francisco, “si la fe no genera estilos de vida convincentes, no hace fermentar la masa del mundo”. “No basta con que un cristiano esté convencido, debe ser convincente”, dijo, apostando por una mirada abierta a la realidad: “El cristianismo no puede plantearse como una fortaleza rodeada de muros, que alza sus bastiones frente al mundo”. Como subrayó ayer ante el clero luso en el Monasterio de los Jerónimos, “sin la encarnación, el cristianismo se convierte en ideología”.
El Papa cerró su discurso ante la comunidad universitaria con un guiño español. Remitiéndose al Camino de Santiago, hizo suyo el saludo de los peregrinos: “Ultreia”, y “et Suseia”. “Son expresiones de aliento para continuar la búsqueda y el riesgo de caminar, diciéndose mutuamente: ‘¡Vamos, ánimo, sigue adelante!’, concluyó Francisco con una cerrada ovación de su auditorio.