El sueño de Francisco en la Jornada Mundial de los Abuelos: una nueva alianza entre jóvenes y ancianos

El Papa ha presidido la misa de esta festividad en el Vaticano, en cuya homilía ha reflexionado acerca de tres parábolas del evangelio

francisco ancianos

El papa Francisco ha presidido este domingo en el Vaticano la celebración eucarística de la III Jornada Mundial de los Abuelos y los Ancianos. Una ocasión en la que, a través de tres parábolas de Jesús –que son “historias sencillas que llegan al corazón del oyente, con un lenguaje que se asemeja al que suelen utilizar los abuelos con sus nietos, tal vez manteniéndolos de rodillas”- con las que ha reflexionado acerca de cómo los ancianos son “las raíces que los más jóvenes necesitan para convertirse en adultos”.



“En la primera parábola”, ha señalado el Papa, “el trigo y la cizaña que crecen juntos”, la cual supone “una imagen que nos ayuda a hacer una lectura realista de la realidad: en la historia humana, como en la vida de todos, hay una co-presencia de luces y sombras, de amor y egoísmo”. “Este enfoque realista nos ayuda a mirar la historia sin ideologías, sin optimismos estériles y pesimismos dañinos”, ha continuado Francisco. En este sentido, el cristiano debe ser “realista: sabe que en el mundo hay trigo y cizaña, y mira dentro de sí mismo reconociendo que el mal no viene sólo ‘de fuera’, que no siempre es culpa de los demás, que no hay que “inventarse” enemigos a los que combatir para no alumbrar en uno mismo. Se da cuenta de que el mal viene de dentro, en la lucha interior que todos tenemos”.

A su vez, la parábola “nos hace una pregunta: cuando vemos que el trigo y la cizaña conviven en el mundo, ¿qué debemos hacer? ¿Como comportarse? En la historia los sirvientes quisieran arrancar la cizaña enseguida. Es una actitud bien intencionada, pero impulsiva, incluso agresiva. Nos engañamos pensando que podemos exprimir el mal con nuestras propias fuerzas para crear pureza. Esa tentación que se repite muchas veces: una “sociedad pura”, una “Iglesia pura”, pero, para alcanzar esta pureza, se corre el riesgo de ser impaciente, intransigente, incluso violento con los que han caído en el error”. Y así, junto con la cizaña, “se desgarra el buen grano y se impide a la gente hacer camino, crecer, cambiar”.

La tentación de dividir

“En cambio”, ha apuntado el Papa, “Jesús dice que el buen trigo y la cizaña crezcan juntos hasta el tiempo de la siega”. “Qué hermosa es esta mirada de Dios, esta pedagogía misericordiosa suya, que nos invita a ser pacientes con los demás”, ha añadido, “recordando siempre que la purificación del corazón y la victoria definitiva sobre el mal son, esencialmente, obra de Dios, y nosotros, superando la tentación de dividir el trigo y la cizaña, estamos llamados a comprender cuáles son los mejores modos y tiempos de actuación”.

“Pienso en los mayores y en los abuelos, que ya han recorrido un largo camino en la vida y, si miran hacia atrás, ven tantas cosas bonitas que han sabido conseguir, pero también derrotas, errores. Hoy, sin embargo, el Señor nos alcanza con una dulce palabra, que nos invita a acoger con serenidad y paciencia el misterio de la vida, a dejarle el juicio a Él, a no vivir con pesares y remordimientos”, ha reflexionado. “La vejez es el tiempo de la reconciliación, de mirar con ternura la luz que ha avanzado a pesar de las tinieblas, con la confiada esperanza de que el buen grano sembrado por Dios prevalecerá sobre la cizaña con que el demonio ha querido infestar nuestros corazones”.

En la segunda parábola “dice Jesús que el reino de los cielos es obra de Dios que actúa silenciosamente en las tramas de la historia, al punto de parecer una acción pequeña e invisible, como la de un diminuto grano de mostaza. Pero, cuando este grano crece, es más grande que las demás plantas del jardín”. Por ello, “así es también nuestra vida, hermanos y hermanas: venimos al mundo en pequeñez, nos hacemos adultos, luego ancianos; al principio somos una pequeña semilla, luego nos alimentamos de esperanzas, realizamos proyectos y sueños, el más hermoso de los cuales es llegar a ser como ese árbol, que no vive para sí mismo, sino para dar sombra a quien la quiere y ofrecer espacio a quien quiere construir en él su nido. De modo que al final son el árbol viejo y los pájaros los que crecen juntos en esta parábola”.

Crecer juntos

“Qué hermosos son estos árboles frondosos, bajo los cuales hijos y nietos construyen sus ‘nidos’, aprenden el clima del hogar y sienten la ternura de un abrazo”, ha aseverado Francisco. Por ello, “se trata de crecer juntos: el árbol verde y los pequeños que necesitan un nido, los abuelos con sus hijos y nietos, los ancianos con los más pequeños. Hermanos y hermanas, necesitamos una nueva alianza entre jóvenes y viejos, para que la linfa de los que tienen a sus espaldas una larga experiencia de vida, pueda rociar los brotes de esperanza de los que van creciendo. En este fecundo intercambio aprendemos la belleza de la vida, creamos una sociedad fraterna y en la Iglesia permitimos el encuentro y el diálogo entre la tradición y la novedad del Espíritu”.

Finalmente, en la tercera parábola “la levadura y la harina crecen juntas”. “Esta mezcla hace que crezca toda la masa. Jesús usa precisamente el verbo “mezclar”, que se refiere a ese arte que es la mística de vivir juntos, de mezclarse, de encontrarse, de tomarse entre sus brazos, y de “salir de uno mismo para unirse a los demás”. “Esto vence el individualismo y el egoísmo, y nos ayuda a generar un mundo más humano y fraterno”, ha concluido el Papa. “Por eso hoy la Palabra de Dios es un llamado a estar atentos para que en nuestra vida y en nuestra familia no marginemos a los ancianos”.

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