Tribuna

Ahora, ¡más que nunca!

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La noticia publicada por El País, no puede haber sorprendido a casi nadie. Ha sido la tónica general desde que el Boston Globe lo hiciera en Estados Unidos (aconsejo ver la película ‘Spotlight’ donde se ve el proceso), o los principales periódicos se pusieran en contacto con la Conferencia Episcopal Francesa y, sencillamente, les dijeran a los obispos “o inician una investigación ustedes o lo sacaremos nosotros”.



Los casos no eran unos cuantos y pequeños, como se nos pretendía hacer creer desde la propia Conferencia Episcopal Española. Además, hubiera dado lo mismo aunque hubiera sido solo uno. Una víctima o cientos o miles se merecen el mismo respeto.

El mensaje que se lanza siempre es el mismo y es demoledor porque lo que le llega a la mayoría de la gente, creyente o no, es que la Iglesia no escucha y es necesario recurrir los medios de comunicación para que la voz de las víctimas llegue donde tenía que haber sido escuchada desde el inicio. Flojo favor se le acaba de hacer al Sínodo en el que estamos inmersos.

Institución e Iglesia

Hay dos palabras que empiezan por la misma letra: Institución e Iglesia. Parece que algunas veces prima más la institución que la Iglesia (esto vale también para las congregaciones religiosas). No puede ser. Esto hay que cortarlo de raíz. La Iglesia, las personas que la forman, deben ser prioritarias.

Ya no vale la política del ventilador. Nunca valió por el hecho de que la Iglesia se ha pasado, desde sus inicios, diciendo a todos cómo debemos vivir y, para seguir haciéndolo hay que estar tan libres de toda sospecha de culpa tanto como de la culpa en sí. Ahora, todos los católicos en España, tendremos que afrontar las consecuencias de tan mala gestión cuando se podía haber evitado y haber proyectado una muy buena imagen de la Iglesia –que no de la institución- de haber afrontado la situación como debía haberse hecho.

Fuera oscurantismo, fuera filosofía del lenguaje para poder llamar a las cosas por su nombre. No estamos ante “errores cometidos sin querer” (porque nadie viola a otro ser humano sin querer); no estamos ante “injusticias eclesiales”, ni ante un “número pequeño de casos”. Estamos ante un sistema corrompido que necesita ser limpiado y desinfectado. Habrá que ver a qué personas se ponen al frente porque no todo depende de las estructuras, sino de quienes están al frente de las mismas.

A la escucha

Por eso, ahora, ¡más que nunca! necesitamos una Iglesia con una nueva estructura. Sí, efectivamente, necesitamos una Iglesia sinodal como el aire para respirar. Aunque el mensaje, como decía antes, es demoledor, viene acompañado por otro que es muy iluminador: ¡FRANCISCO SÍ ESCUCHA! Le llegó el informe de ‘El País’ a su regreso de Grecia el día dos de este mismo mes, ¿cuánto ha tardado en poner la maquinaria en marcha? Frente a tanto dolor y despropósito en la gestión de esta escabrosa historia, Francisco nos ha dejado claro que sí escucha y lo escucha todo.

Por eso, repito, ahora, ¡más que nunca! es necesario tomarse en serio la participación en este Sínodo de la sinodalidad. Aunque en algunas diócesis la consigna sea “perfil bajo para no molestar a los que no están de acuerdo con este Sínodo”; aunque solo se deje trabajar “una pregunta en una sola reunión”; aunque parezca que todo está en contra, hay que participar a tope. Porque solo en una Iglesia sinodal donde todo sea más transparente, el laicado podrá tener capacidad para evitar que el clericalismo siga siendo el santo y seña en la mayoría de la Iglesia.

Mientras llega alguna explicación de la Conferencia Episcopal Española, porque es necesaria y se necesita que sea clara y convincente, que nadie nos diga que este Sínodo es un Sínodo más. ¡No! Este Sínodo es el que le hace falta a la Iglesia en este momento. El Espíritu no se equivoca. Y no se deja manipular tan fácilmente. Por eso, ahora, más que nunca… ¡A por la Iglesia sinodal!