Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

Se buscan: inteligentes espirituales


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Hoy, en muchos de nosotros cunden la desesperanza y la extrema preocupación, ya que, a la compleja realidad de la pandemia y la crisis económica, se le suma la ausencia de verdaderos líderes al servicio del bien común, dispuestos a dar la vida por salvar a la sociedad. Más de las veces, vemos a hombres y mujeres “toreándose” con sus egos y poderes, mientras que la inmensa mayoría espera que eleven su inteligencia y sepan estar a la altura del dilema actual.



Definitivamente, en cada uno de nuestros países estamos en la búsqueda urgente de personas inteligentes espiritualmente hablando, ya que la mera capacidad lógica o verbal (por nombrar solo algunos de los tipos de inteligencias más valoradas) no son suficientes para conducir ni inspirar a los demás. En el fondo, necesitamos cristianos/as auténticos/as dispuestos a salir de la comodidad de su tienda (como Abram) y lanzarse al desierto para pastorear a los demás.

La inteligencia espiritual (IES)

Zohar y Marshall definieron la inteligencia artificial como una capacidad propia de los seres humanos, porque solo nosotros nos preguntamos cosas fundamentales como estas: ¿por qué estoy aquí? ¿Cuál es el sentido de la vida? Es una inteligencia que nos permite ser creativos, discriminar, ser flexibles, visionarios, cambiar cuando nos encontramos entrampados en problemas de la vida diaria y dar cuenta de toda la riqueza que posee el alma de los seres humanos.

Esta inteligencia se caracteriza por valorar la vida y el desarrollo de todos los miembros de la comunidad. Según estos autores, la inteligencia espiritual complementa la inteligencia emocional y racional, dándonos un conjunto de capacidades adicionales: flexibilidad, capacidad de afrontar y trascender el sufrimiento y el dolor; capacidad de ser inspirado por visiones y valores; tendencia a ver los aspectos holísticos o interrelaciones entre las cosas; habilidad para encontrar el significado y el sentido de nuestros actos.

Varios adultos meditan/oran en los bancos de un templo

Un retardo espiritual grave

El mundo de hoy es como un desierto árido donde muchas personas están sedientas por encontrar significado en sus vidas, reparar sus vínculos dañados y sentir y gustar la verdadera felicidad. Desgraciadamente, existen muchos espejismos en el desierto que confunden a nivel personal y que tienen severas consecuencias para la sociedad general. Uno de los principales es que la sociedad de consumo nos ha enfermado de necesititis, haciéndonos seres humanos “miserables”, sin espíritu, esclavos de las cosas y vaciados de toda trascendencia y humanidad. Vivimos quejándonos constantemente de lo que no tenemos o reclamando por lo que no nos dan como si no hubiese límites en el progreso y los recursos para dar.

Así, todo el sistema nos ha convencido de que, si satisfacemos nuestras necesidades superfluas, seremos felices, pero esta pandemia ha revelado nuestra más radical verdad: el alma del mundo está agonizando, somos muy limitados espiritualmente y necesitamos con urgencia despertar esta inteligencia antes de que la tontera nos llegue a matar. ¿Cómo desarrollar la inteligencia espiritual? El código de acceso a la IES es la conciencia y, para ella, hay muchos caminos, como la contemplación cristiana y el mindfulness; sin embargo, todos ellos tienen que ver con el cultivo del espíritu como algo prioritario de nuestra cotidianeidad. Una opción para iniciar el entrenamiento de este músculo tan atrofiado es el silencio.

Urge el silencio

No es fácil callarnos; constantemente, pensamos y hablamos con nosotros mismos y con los demás, y ahora resulta que no pensar y silenciar todas esas voces al máximo posible nos trae beneficios. También ayuda mucho parar cada día y revisar lo que hemos vivido a nivel sensorial, emocional, racional y espiritual para poder ser conscientes de nuestros avances, agradecer las bendiciones, reparar las faltas, reconocer los errores y disponer el día siguiente para mejorar. La perseverancia en esta pausa es fundamental. Una gran escuela son los Ejercicios Espirituales de San Ignacio.

Un camino maravilloso es la contemplación de las voces del tiempo, las de la historia y las del alma; todo está entrelazado y lo podemos “leer” con sabiduría para poder responder con la mejor versión de nosotros frente a cada situación. La naturaleza es una gran aliada y su estado nos devela mucho más que lo físico y lo material. Por último, experimentar la pobreza, la enfermedad y/o la vulnerabilidad propia o la de otros es un puente maravilloso para salir de la tontera en que estamos inmersos como humanidad.

Rasgos de inteligencia espiritual

Como siempre, es recomendable ver cuál de estos dones ya poseemos, aunque sea en forma incipiente, para que, a partir de los recursos y fortalezas que sí hay, podamos multiplicar el bien que buscamos y que tanto necesitamos en nuestros líderes y autoridades, en nuestros trabajos y en nuestros hogares:

  • Capacidad de ser flexible y fluir con el cambio sin agobiarse demasiado y adaptarse con rapidez viendo siempre la oportunidad de crecimiento y de bendición.
  • Poseer un alto nivel de conciencia de sí mismo: conocer las fortalezas del propio ser y sobre todo haber integrado, aceptado y valorado su vulnerabilidad.
  • Capacidad de afrontar y usar el sufrimiento y el dolor para aprender, crecer y desarrollar habilidades fuera de la zona de confort.
  • La cualidad de ser inspirado por visiones o un porqué claro, altruista y trascendente que ordene los cómo y los qué se realizan.
  • Tendencia a ver el tejido que nos une (ser holístico) y vivir como seres relacionales con todo y con todos, sin dañar y sí empatizar.
  • Marcada tendencia a preguntar “por qué” o “¿y sí?”, buscando respuestas fundamentales contrastándolas con su porqué.
  • Poseer una facilidad para estar contra las convenciones por practicar constantemente el discernimiento y elegir con autonomía y libertad frente a los demás.

Huir de ego

Los líderes espiritualmente inteligentes, entre los que se encuentran muchos cristianos sencillos y auténticos, no necesitan buscar la admiración de los demás, no se mueven por el ego o por la popularidad de unos likes. Tienen un poder generado por su propia fuerza interior, por el porqué que los constituye, por el mismo Dios que los habita y al que no se pueden negar.

La inteligencia espiritual es el alma de la inteligencia, la que nos distingue de cualquier otro ser; la que nos cura y la que puede sanar a nuestra sociedad enferma de desesperanza y soledad.

Trinidad Ried es presidenta de la Fundación Vínculo