José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

Nieve


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“Una de las cosas que más me impresiona de la nieve es el silencio que consigue. Es un silencio diferente al resto de silencios. Abres una ventana y puedes escucharlo”. Son letras escritas por el gran periodista Carlos del Amor en su Twitter del pasado 9 de enero que cierra de manera literariamente preciosa algunos telediarios.



Su breve relato dos días después en el informativo del día 11 nos volvía a hablar de la evocación sugerente –en este caso hacia la infancia y otras miradas– que el temporal Filomena y sus nieves nos habían dejado. Le acompañaban las ultimas estrofas de una canción de enamorados, melancólica y triste, de Ismael Serrano titulada precisamente ‘Nieva’, cuyo estribillo dice así:

“… Y nieva sobre mi espalda cansada

Sobre mi casa atrapada

En una bola de cristal

Que la soledad agita

Cuando todo se termina

Cuando todo acaba mal

Y nieva, nieva y nadie dice nada

Quedan solo las pisadas

De los que salen de escena…”.

Bosnia

Por esos mismos días, la nieve caía sobre centenares de espaldas de migrantes sin abrigo atrapados en Bosnia en la ruta hacia Europa, a la espera de un refugio temporal desde que su campamento fuera víctima de un incendio hacía más de dos semanas.

Allí estaban. En los restos del campamento de Lipa, en el noroeste de Bosnia, cerca de la frontera con Croacia, donde las temperaturas son glaciares. Cerca de 1.300 migrantes, esencialmente paquistaníes y afganos, que habían huido de un campamento arrasado por un incendio el 23 de diciembre. Las crónicas nos dicen que la niebla está presente muy a menudo y la región está cubierta por la nieve.

refugiados, madre e hijo

Centenares de migrantes esperaron recogidos en una veintena de tiendas de campaña instaladas en la zona por el ejército bosnio, muchas de ellas en un bosque aledaño. “Sin agua, ni electricidad, ni duchas. Nieva, llueve, la gente no tiene medicamentos. Todo son problemas. Apenas tenemos con qué comer”, nos dijeron.

Además del silencio, esa nieve que a mí me evoca la soledad a veces buscada y gustada, también la “con-siento” de alguna manera en las espaldas ajenas. Como ramalazos de escalofrío de los que no tienen amparo. De hecho, tras la retirada de la Organización internacional de Migraciones (OIM), que gestionaba el lugar en el suceso que os narro, quedaron solos esperando los víveres de la Cruz Roja y las tiendas provisionales, que sí estarían equipadas de calefacción, según declaró el alcalde de Bihac, Suhret Fazlic.

Nieve en los bolsillos

‘Nieve en los bolsillos Alemania, 1963’ (Norma) es un cómic de migrantes, esta vez españoles. En 1963, con poco más de 20 años, el dibujante Kim (Barcelona, 1941) se fue a Alemania, durante un año, antes de tener que incorporarse al servicio militar. 55 años después recordó ese viaje en el cómic. Llega al albergue de Remscheid –donde una joven alemana me dijo una vez que “en Alemania es la española y en España es la alemana”. Kim empieza a recoger historias vivas, palabras de otros, de sus compatriotas en este caso, que luego traduciría en dibujos de comic llenos de fuerza. Construyendo, a dos mil kilómetros de distancia, relato tras relato, un triste mosaico de la España de principios de los sesenta, a las puertas del desarrollismo, pero todavía oscura y cerrada y sus experiencias en suelo alemán como contraste. Si él mismo acudió a un viaje casi como una aventura pronto descubrió en sus paisanos que su marcha estaba muy distante de la aventura. Era su vía de escape de la pobreza o/y la persecución política. El cómic es un homenaje a toda una generación de españoles migrantes, exiliados y refugiados en busca de una vida mejor.

Kim, al volver a casa, trae un sueño, trae los bolsillos llenos de nieve, como si la nieve fuera la simiente de otra vida. La historia demostraría años más tarde que ese sueño tenía algo de profético, pues en el regreso a España de tantas vidas migrantes entraron muchos bolsillos llenos de las nieves de otros países, colmados de las vivencias de personas que vieron fuera de este país otras formas de vida, y otros planteamientos en los que se pudieran expresar las ideas en voz alta. Y que, además, desde la migración y desde el retorno –los que lo hicieron– pudieron colaborar a construir entre nosotros una tierra mejor y que debemos siempre agradecer. Siempre. Es el sueño de muchos migrantes hoy también. No olvidemos nuestra historia al contemplar la de los migrantes de hoy.

En una reseña que encontré del libro citado, recogí este párrafo que uso como final de estas letras. “Si hay algo más frío que la nieve es llegar a un país extranjero sin hablar el idioma y sin trabajo. Menos mal que siempre hay alguien para ofrecerte una sopa caliente y contarte una historia como estas”.