Jose Fernando Juan
Profesor del Colegio Amorós

¿Cómo entender la persona que soy (somos) en tiempos de coronavirus?


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Lo más evidente es la vulnerabilidad y el miedo que despierta sentirla tan cerca, incluso alojados en nuestras casas sin salir de ellas. El primer comentario suele ser este, de la mano de una soledad estrictamente individual, más cruel aún cuando los más cercanos ni pueden estarlo. Así, en lo más inmediato, destaca una condición bastante expuesta a los acontecimientos, una vida ordinariamente frágil y solo extraordinariamente consciente de su situación.



Un paso más allá aparece algo más grande, algo mayor, que no cancela la debilidad. No sólo la situación, sino la respuesta a la situación. Somos capaces de decir algo, de hacer algo. Palabra y acción unidas, porque la persona es un ser que tiene ‘logos’. Vida y ‘logos’ van de la mano, la vida se apoya en eso que sabemos o ignoramos. Es imposible vivirlo callado, sin pensar nada. Es imposible pasar por aquí al margen, enclaustrado. Tanto el silencio como la distancia serán ya, por sí, respuesta si es que nos hemos enterado de lo que hay. Otra cosa es que ni siquiera hayamos despertado de nosotros mismos y todavía no nos haya rozado en nada. Pero quien ya ha sido afectado, quien ha sido sensible, quien se ha hecho una imagen de lo que puede estar ocurriendo, ese ya está respondiendo.

La grandeza…

Si repasamos las respuestas que se están dando veremos que hay una grandeza que también asoma, la de quienes quieren y buscan entender desde la razón lo que está sucediendo, la de quienes gestionan todo con la mejor voluntad de servicio, la de quienes siguen al pie ante un riesgo invisible, la de quienes se exponen y exponen a su vez a sus familias. No estamos obligados a conformarnos y soportar, ni en lo que se refiere al cuerpo ni en lo que se refiere a lo que desde Grecia llamamos ‘psiché’ y traducimos después por ‘alma’ y Vida. Las muestras son más que palpables. Miles de sanitarios involucrados en una respuesta, miles de personas acompañando a otros, buscando cura y curando, estando cerca de quienes más sufren.

Pero la sombra se extiende también en la respuesta. Los que se aprovechan de las circunstancias dentro de un sistema social que permite, en aras de la libertad y el comercio, que se trafique con esperanzas, que se ponga precio a los medios. También aquí aparece el lado oscuro de una voluntad capaz de quererse sólo a sí misma, ajena al prójimo y su sufrimiento. Habrá no pocos que saquen partido miserablemente.

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En tiempos de coronavirus, contemplamos algo más que fragilidad y miedo. Lo mejor, y lo subrayamos, es la fortaleza y la valentía prudente. Generosidad, entrega, sacrificio incluso de sí mismo y de la propia historia, que incluye el sacrificio que uno hace y es asumido por la propia familia y amigos. De esto también hay. Hay de todo, sin duda. Negarlo sería tan estúpido como no preguntarse por qué es lo mejor y buscar y hacer el bien.

Cuando esto se dé la vuelta, cuando esto toque a su fin: ¿qué habrá quedado, qué marca dejará en la humanidad, hacia dónde miraremos? ¿Masticaremos y rumiaremos, volveremos a pensar en ello, profundizaremos en nuestra humanidad, tendremos una nueva palabra sobre ella? ¿Volveremos a la caverna del ocio y del entretenimiento, de la diversión para olvidar la herida? ¿Se hablará de Dios, se podrá hablar de Dios nuevamente, o será cancelada esta cuestión, como palabra tabú, como sin respuesta en los tiempos cruciales? ¿Quiénes se verán obligados a retomar todo lo que está pasando para no quedarse anclados para siempre en el mal, quién los levantará de la postración? ¿Quién tiene, en medio de tanta muerte, una Palabra de Vida?

Una cultura que apostó por el individualismo y que mantiene una opción declarada por el ocio y la distracción, ¿se sujetará en sus dolores para soportar los regueros de preguntas que está dejando a su paso? Una sociedad que ya ha vivido, no tan lejanamente, circunstancias también dolorosas, que incluso las enseña a los más jóvenes con ánimo de no olvidarlas (aunque tampoco invita a sentirlas profundamente), ¿dará un paso adelante y mirará nuevamente más allá de sí misma, quedará expuesta no s0lo a la vulnerabilidad sino a la trascendencia, a la cuestión de Dios, a la acogida de Dios como amor y salvación, se volverá más fraterna, más inclusiva, más fuerte para defender a los más débiles?