Editorial

Embarcados con los rescatados del Open Arms

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El verano ha dejado una vez más en evidencia la ausencia de una política humanitaria por parte de la Unión Europea. El pulso mantenido por la ONG española Open Arms para llevar a un puerto seguro a 160 náufragos del Mediterráneo ha encontrado en la Iglesia un aliado sin fisuras, embarcada en sus demandas y desvelos.

Este respaldo quizá no haya generado la presión ni el reconocimiento merecido, pero obispos, religiosos y laicos han manifestado un inequívoco compromiso a favor de los migrantes. No solo con su apoyo explícito a los barcos de rescate y su denuncia por la vulneración de derechos, sino principalmente por el ingente número de programas e iniciativas de acompañamiento a migrantes y refugiados que se están dando en congregaciones, diócesis, ONG y demás entidades eclesiales.

Es cierto que falta por concienciar a parte de la comunidad cristiana para borrar todo prejuicio sobre el que viene de fuera, pero no es menos cierto que quienes están liderando la pastoral migratoria se están dejando la piel por hacer realidad los cuatro verbos que configuran las líneas de acción marcadas por Francisco: acoger, proteger, promover e integrar.

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