Jose Fernando Juan
Profesor del Colegio Amorós

¿Tienes claro lo que es Dios?


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Los jóvenes viven muchas cosas por primera vez, incluso sin darnos cuenta los más cercanos. Se enfrentan a novedades, en ocasiones buscadas y, en no pocos casos, por sorpresa y de golpe.

Muchos no nos acordamos de la primera vez que oímos hablar de Dios, ni de la primera que rezamos, ni nada por el estilo. Ha formado parte de la educación familiar, está escrito en nuestra tradición. Sin embargo, al mismo tiempo reconocemos que, como creyentes, hubo un momento, una época en la que nos desligamos de lo recibido “por herencia” y pasó a ser algo personal. Este encuentro tuvo algo, normalmente, rompedor. Hablamos de ello como si fuera nuestra primera vez.

Es como si llegase un punto en el que descubrimos que era inmensamente más grande de lo que imaginamos. Cuando se escuchan estas historias aparece siempre un trato muy especial con Dios, una escucha, un despertar, un sobrecogimiento. El Evangelio también lo refleja de diversas maneras: como quien no ve, como quien no era capaz de escuchar, como quien no podía caminar.

Jóvenes en un encuentro de Taize

Se rompe la inercia de lo recibido y surge una aventura en primera persona, que nos involucra. En cierta forma, la fe es tan personal que ni nuestros padres pueden dárnosla, ni se puede forzar de ningún modo. Es un acontecimiento que vivimos en libertad. Diría más, que nos hace libres al irrumpir en nuestra vida.

Lejos de ser una evidencia y claridad total, viene a ser lo contrario. Las preguntas se hacen más densas, la vida más seria, el prójimo más próximo, el silencio crece en fecundidad. Hay un despertar de la sensibilidad y del corazón abrupto e imparable. Se vive lo que no se entiende del todo, se busca lo que no se conoce con certeza. Iniciamos un camino en el que la mentalidad anterior vale de poco y las respuestas llegan con cuenta gotas. Y, sin embargo, nos encontramos ahí, donde siempre, aunque parezcan nuevas tantas cosas.

Un último apunte, para estas primeras veces: guardadlas, recordadlas siempre para no olvidarlas, escuchad con hondura, vividlas muy a fondo, venced sus miedos, dejaos transformar. Son experiencias constituyentes, que nos acompañarán toda la vida como germen de algo mayor. Ya lo dice claramente esa parábola del sembrador. ¡Ojalá caigan en tierra buena!