Silvio Báez, obispo auxiliar de Managua. Foto: EFE
“El exilio puede convertirse en un tiempo de salvación, en una auténtica experiencia de Dios”, así lo dijo el obispo auxiliar de Managua en el exilio, Silvio Báez, quien llamó a sus compatriotas, que han sido expulsados de su país por el régimen de Daniel Ortega, a ser respetuosos y agradecidos con la nación que los acoge.
Al celebrar el 28 de diciembre la fiesta de la Sagrada Familia, Báez, quien vive exiliado en Estados Unidos desde el 2019, lamentó que, al igual que él, muchas familias se hayan visto forzadas al exilio a causa de la persecución y la represión de las “fuerzas tenebrosas de dictaduras criminales” para salvar sus vidas.
Y es que -dijo- “los Herodes de hoy, llenos de soberbia, intolerantes y sanguinarios, se sienten dueños de nuestros países y obligan al exilio a miles de personas, exponiéndolos a toda clase de riesgos, humillaciones y peligros en tierras extranjeras”.
Silvio Báez, quien hace más de cinco años se vio obligado a abandonar Nicaragua tras descubrirse un plan del gobierno para asesinarlo, afirmó que en su país “la dictadura ha afinado diabólicamente el antiguo método de Herodes, pues no se limitan a forzar al exilio a ciudadanos honestos e inocentes, sino que también les prohíben el ingreso a su propio país, les confiscan sus bienes y amenazan y hostigan a sus familiares”.
Además -denunció- no solo exilian, sino que continúan persiguiendo y reprimiendo a quienes ya están fuera de la patria. “Espían a los exiliados, les niegan los servicios consulares, dejan a miles de personas en la grave condición de apátridas al no renovarles el pasaporte. Incluso a muchos, como a mí, nos han privado intencional y arbitrariamente de nuestra nacionalidad”.
Báez recordó que la Sagrada Familia vivió también el terrible drama del desarraigo de la tierra y la incertidumbre del exilio forzado “a causa de poderes inhumanos y violentos”.
Sin embargo -explicó- el exilio de Jesús, María y José no terminó con la huida a Egipto, porque al morir Herodes, Dios le revela en un sueño a José que puede regresar a la tierra de Israel.
“La Sagrada Familia nos enseña que el exilio, aunque no lo parezca, no es necesariamente el final. El exilio debe ser un tiempo para acoger los sueños que nacen de la confianza en Dios y no dejar nunca de soñar y esforzarse por realizar estos sueños”.
Y añadió: “Porque Dios está allí donde el hombre sueña, vive y lucha en favor de la vida y la dignidad suya y de sus familiares, donde sueña esperando volver a su patria en libertad, donde no deja de soñar siempre movido por su fe y sostenido por el amor de Dios… el exilio puede convertirse en un tiempo de salvación, en una auténtica experiencia de Dios”.
El obispo nicaragüense lamentó que no siempre los refugiados y los inmigrantes encuentran auténtica acogida, respeto, aprecio por los valores que llevan consigo. Sin embargo -dijo- aún en medio de la incertidumbre, la pobreza y el dolor, los exiliados deben conservar su dignidad, seguir soñando y luchando y vivir “con la conciencia de que ocupan un lugar especial en el corazón del Dios que quiso ser un exiliado”.
También llamó a los nicaragüenses que han dejado forzadamente su patria, a ser respetuosos de las leyes del país que los acoge y agradecidos también: “Vivamos y trabajemos con honestidad y seamos solidarios entre nosotros. Que los padres en el exilio cuiden la sana educación de los hijos. y promuevan en la familia los grandes valores del evangelio”.
Finalmente, los llamó a confiar siempre en “el Dios del exilio, en el Dios exiliado, protector de los débiles y vulnerables, que nunca nos abandonará y que no es neutral ante las injusticias y los atropellos de los inmigrantes”.