León XIV manda este domingo tres camiones de ayuda humanitaria a las zonas más devastadas de Ucrania
En el domingo de la fiesta de la Sagrada Familia el papa León XIV rezó, con los fieles presentes en la Plaza de San Pedro, el ángelus. Tras la oración el pontífice saludó a todos los presentes, especialmente a un buen número de peregrinaciones organizadas de diferentes puntos de Italia y mostró su cercanía a las “familias que sufren a causa de la guerra, los ancianos, los niños, los más débiles”. En este día, además el Papa envió a Ucrania y hoy se entregarán tres camiones de ayuda humanitaria en las regiones más necesitadas a través de la Limosnería Apostólica.
Comentado el evangelio del día, el relato de la “huida en Egipto” (cf. Mt 2,13-15.19-23), “la inquietante sombra de una amenaza mortal” que trae a la Navidad el cruel Herodes que “sintiéndose amenazado en su poder, decreta la muerte de todos los niños de la edad de Jesús”. Por eso, para el Papa, “en su reino, Dios está realizando el milagro más grande de la historia, en el que se cumplen todas las antiguas promesas de salvación, pero él no es capaz de verlo, cegado por el miedo a perder el trono, sus riquezas, sus privilegios” y recurre a la “violencia ciega”.
“La presencia y la misión de la Sagrada Familia que, en el mundo despótico y codicioso que representa el tirano, es el nido y la cuna de la única respuesta posible de salvación: la de Dios que, con total gratuidad, se entrega a los hombres sin reservas y sin pretensiones”. Así José sigue las indicaciones de Dios y “en Egipto crece la llama del amor doméstico a la que el Señor ha confiado su presencia en el mundo y cobra vigor para llevar la luz al mundo entero”.
Por ello el pontífice invitó a pensar “en nuestras familias y en la luz que ellas también pueden aportar a la sociedad en la que vivimos” frente a quienes imponen “sus mitos del éxito a cualquier precio, del poder sin escrúpulos, del bienestar vacío y superficial, y a menudo, sufre las consecuencias con la soledad, la desesperación, con las divisiones y conflictos”. “No dejemos que estos espejismos sofoquen la llama del amor en las familias cristianas”, clamó invitando a proteger “en ellas los valores del Evangelio: la oración, la frecuencia a los sacramentos —especialmente la confesión y la comunión—, los afectos sanos, el diálogo sincero, la fidelidad, el realismo sencillo y hermoso de las palabras y los gestos buenos de cada día” siendo “luz de esperanza para los entornos en los que vivimos, escuela de amor e instrumento de salvación en las manos de Dios”, como decía el papa Francisco.