Xavier Morales, profesor de Patrología en la Pontificia Universidad Católica de Chile
Por más que la Iglesia adoptara (y actualizara) el credo de Nicea, “la fe no está en el credo, está en el corazón de los creyentes”, sostiene Xavier Morales. Unos creyentes (cristianos) que, a juicio del profesor de Patrología en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile y autor de ‘325. El gran y santo Sínodo de Nicea. Historia del primer concilio ecuménico’ (PPC), “estamos hoy más unidos que nunca, porque enfrentamos nuestras divisiones con honestidad y respeto”.
PREGUNTA.- ¿Nos queda algo por saber del Concilio de Nicea, después de todo lo que se ha dicho y escrito con motivo de su 1700º. aniversario?
RESPUESTA.- Paradójicamente, de este evento tan importante sabemos muy poco. No hay nada parecido a las actas del Concilio Vaticano II y no hubo ningún periodista para entrevistar a los participantes. Me encantaría que, algún día, se descubra la carta de convocación que debieron recibir los obispos, para saber si fue el emperador Constantino quien tuvo la idea de reunir un concilio ecuménico, y cuál fue su motivación principal para hacerlo.
P.- Aquel primer concilio ecuménico nos legó el credo que profesamos. ¿Cómo preserva y actualiza la Iglesia tan valiosa herencia?
R.- Más allá de las decisiones conciliares o imperiales, la Iglesia adoptó el credo de Nicea porque reconoció ahí el reflejo del testimonio de los Apóstoles y de su propia fe. La fe no está en el credo, está en el corazón de los creyentes. Por esta razón, la Iglesia no dudó en actualizar el texto del credo de Nicea a lo largo de los siglos. De hecho, lo que recitamos habitualmente no es exactamente el texto original.
P.- En su encuentro en Turquía, León XIV y Bartolomé recordaron que los cristianos estamos unidos en la fe “en la persona del Hijo de Dios, con-substancial con el Padre”. ¿Qué significa esto?
R.- Cada uno de nosotros somos lo que somos por los genes que hemos recibido de nuestros padres y la educación que ellos nos transmitieron. En el caso de Jesús de Nazaret, esto no basta para definir su identidad. Jesús recibe lo que es de Dios mismo. Más que lo que un padre puede entregar a un hijo, Dios le entrega todo lo que es, toda su “substancia”. (…)
P.- Como estudioso de Nicea, ¿qué mensaje transmitiría a cuantos anhelan la plena comunión cristiana? ¿Tiene futuro el ecumenismo o es una utopía?
Cuando abandonamos la idea de preservar la unidad de la Iglesia con anatemas y condenas, la comunión se vuelve una tarea de cada instante, y no solo un evento en el futuro. Personalmente, creo que los cristianos estamos más unidos que nunca, porque hoy enfrentamos nuestras divisiones con honestidad y respeto. El ecumenismo no es una utopía, es una exigencia permanente.