El cardenal Müller, contra el Camino Sinodal Alemán, el secularismo y los lefebvrianos: “No hay justificación para distanciarse de la Iglesia”

El purpurado ha denunciado en una entrevista el rumbo doctrinal de su país, critica la instrumentalización del islam y advierte que el cisma tradicionalista no puede sustituir al magisterio de la Iglesia

El cardenal Gerhard Ludwig Müller, en una fotografía de archivo, prefecto Congregación para la

El cardenal Gerhard Müller ha vuelto a pronunciarse con contundencia sobre los principales focos de tensión que atraviesan hoy la vida de la Iglesia. En una entrevista concedida a The Catholic Herald, el purpurado ha abordado el Camino Sinodal Alemán, el papel del secularismo y la deriva lefebvriana, y ha subrayado los límites doctrinales que, en su opinión, no pueden ser traspasados.



Sobre “el llamado Camino Sinodal Alemán”, Müller advierte que “no posee autoridad magisterial ni es una asamblea constituyente facultada para establecer una iglesia nacional alemana de estilo anglicano o protestante”. En su opinión, el proceso se ha convertido en “un intento herético de sustituir la comprensión cristiana de la persona por la ideología de género y presentar esta corrupción de la doctrina a un público ingenuo”.

El ex prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe considera que, si el propio magisterio del Papa y los obispos “está ligado a la Revelación y a su actualización en la Escritura y la Tradición Apostólica, y no puede introducir doctrinas contrarias a la Revelación, esto se aplica con mayor razón al Camino Sinodal Alemán”.

A su juicio, el lenguaje religioso se ha convertido en un envoltorio vacío: “Apenas se habla de Dios, Cristo, el Espíritu Santo, los sacramentos, la gracia ni la vida eterna, salvo de forma ornamental, como un manto piadoso para ocultar la transformación de la Iglesia de Cristo en una ONG religioso-social con lemas espirituales”.

El islam, “instrumento contra el cristianismo”

Por otro lado, el cardenal también ha analizado los efectos del secularismo europeo y su relación con el islam. A su juicio, “el secularismo europeo no está en absoluto exento de religión. Es una forma suave, o a veces violenta, de descristianización”. El objetivo, sostiene, no es tanto un mundo sin Dios como “la sustitución de la salvación y la verdad, que provienen de Dios, por una religión de autorredención”.

Desde esta perspectiva, ve una estrategia de fondo: “Desde el siglo XVIII, el islam ha sido considerado —por la filosofía del deísmo y la ‘religión natural’— como un aliado en la lucha contra el cristianismo”. Según Müller, esa lógica persiste: “Incluso hoy, es instrumentalizado por los llamados luchadores contra la ‘islamofobia’, quienes esperan que esta religión se secularice y, en última instancia, tolere —en contra de su propia verdad— la antropología progresista atea”.

Frente a todo ello, el cardenal remite al núcleo de la fe: “Para nosotros, los cristianos, lo decisivo no es si vivimos en un ambiente secular o religioso, sino que pongamos nuestra confianza en Dios a través de la fe, la esperanza y la caridad, porque en Jesucristo él es nuestra única esperanza”.

El cardenal Gerhard Müller

El cardenal Gerhard Müller

La “insensata charla” de la Sede Vacante

También ha tenido palabras para el mundo tradicionalista vinculado a la Fraternidad San Pío X. “Ha habido, y sigue habiendo, un sinfín de diálogos con este grupo, pero estos simplemente dan vueltas”, reconoce. En cualquier caso, insiste: “Es ineludible reconocer el Concilio Vaticano II como el XXI Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica, de acuerdo con la hermenéutica y la epistemología católicas ya plenamente articuladas por Ireneo de Lyon”.

En este sentido, pide poner fin a ciertas narrativas: “La insensata charla de una ‘sede vacante’ de la Cátedra de Pedro exige una revisión del Concilio, y la afirmación de que los lefebvrianos son el último bastión de la verdadera catolicidad debe finalmente cesar”.

Y, aunque reconoce que pueden tener razón al señalar “las heridas infligidas al Cuerpo de Cristo por autoproclamados reformadores al estilo del modernismo”, advierte que “nunca hay justificación para distanciarse de la Iglesia católica, aunque esta sea una mezcla de santos y pecadores, como enfatizó san Agustín contra la estricta y santurrona secta donatista”.

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