¿Nuevas tecnologías y espiritualidad son compatibles y necesarias o excluyentes? Los religiosos se lo han preguntado durante dos días en Roma. Bajo el título, Fe conectada: Vivir la oración en la era digital, la Unión de Superiores Generales (USG) acaba de celebrar su 104 Asamblea del 26 al 28 de noviembre. “Buscamos comprender cómo, en esta era dominada por los medios digitales y las redes sociales, así como por la Inteligencia Artificial, estas herramientas pueden ayudarnos a transformar nuestras relaciones con Dios, con nosotros mismos y con los demás a través de la oración”, explica a ‘Vida Nueva’ Mario Zanotti, secretario general de la USG.
La IA tiene el suficiente potencial como para cambiar el mundo y las relaciones interpersonales tal y como las conocemos. Por eso, para estos pastores es necesario estar al paso con los tiempos o, incluso, adelantarse. “Porque, sin duda, estas herramientas afectan nuestra psique, nuestro cuerpo y nuestros pensamientos, por lo que consideramos importante abordar esta realidad de nuestro tiempo”, prosigue.
De hecho, para comprender cómo llegan a modelar el cerebro, los superiores generales tuvieron la oportunidad de escuchar a expertos que expusieron cómo la IA está diseñada para estimular la mente y producir dopamina, la hormona de la felicidad. Ello fomenta la dependencia y la gratificación inmediata afectando a la memoria, la atención y el discernimiento. Así lo contó el jesuita Carlo Casalone que, en su exposición a la Asamblea, advirtió de que el mundo digital reduce la necesidad de depender de los demás y provoca, en resumidas cuentas, una fragmentación cognitiva que hace que deleguemos la responsabilidad de la toma de decisiones en las máquinas.
“No se debe dar un valor desproporcionado a las máquinas”, insistió Casalone, que además es médico y filósofo. Esto también interroga a los religiosos. “El desafío para los consagrados se debe a que estas tecnologías pueden influir en el cerebro y, por lo tanto, también en la función espiritual”, apostilla Zanotti. Así, Casalone propuso la oración “como forma de permanecer humanos”.