La ONGD refuerza su compromiso con la inclusión de todos en este Día Internacional de las Personas con Discapacidad
El 3 de diciembre, para la ONU, es el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Una causa en la que trabajan muchas entidades católicas en su día a día y es que se estima que 1.300 millones de personas en el mundo, es decir, 1 de cada 6, sufren una discapacidad importante, según datos del Banco Mundial. Por ello, en los últimos tres años, Manos Unidas ha aprobado 39 proyectos destinados a mejorar las condiciones de vida de personas con diversas discapacidades, por un importe de 2,5 millones de euros. Unas iniciativas que se están desarrollando en África, Asia y América Latina para garantizar educación, salud y oportunidades laborales a uno de los colectivos más vulnerables.
Para Manos Unidas la situación de desamparo y desprotección que vive la considerada “minoría más amplia del mundo” es una llamada a toda la comunidad internacional ya que en muchos contextos, tener algún tipo de discapacidad limita las oportunidades económicas, el acceso a la educación y aumenta las tasas de pobreza. Por ello el Banco Mundial refleja que más del 80 % de estas personas reside en países en vías de desarrollo. “En esos países y, en general, en todas las sociedades, la discapacidad condiciona la vida de estas personas desde su nacimiento. La pobreza y la falta de oportunidades se ceban con un colectivo cuyos derechos más básicos se vulneran constantemente”, explica Ana Buelta del Área de Proyectos de Manos Unidas.
“A esto hay que sumar que en los países más empobrecidos muchas personas con discapacidad recurren a la mendicidad como única fuente de ingresos. Algunas son explotadas por mafias; otras realizan trabajos domésticos a cambio de un sustento mínimo”, añade Buelta. Además, prosigue “romper las barreras que enfrentan las personas con discapacidad es esencial no solo para su integración, tradicionalmente limitada, sino para el desarrollo de las comunidades”. Desde Manos Unidas, reitera, “nuestra misión de lucha contra el hambre, la pobreza y la desigualdad nos obliga a poner a las personas más vulnerables en el centro de nuestro camino hacia un mundo más justo e inclusivo“.
Así por ejemplo en Solwezi (Zambia), una zona minera, la falta de oportunidades afecta inmensamenta a las personas con discapacidad, marginadas desde la infancia. En 2010, la Congregación india de las Hermanas del Inmaculado Corazón se instaló en la ciudad para trabajar con niños y niñas con discapacidad. Allí han construido una escuela que acoge a 700 estudiantes. El internado atiende a alumnado con discapacidad auditiva, visual o albinismo, mientras que otros niños y niñas de familias pobres acuden en régimen de día. Más recientemente, en 2020, las hermanas solicitaron a Manos Unidas apoyo financiero para ampliar la escuela. “Nos esforzamos por ofrecer educación de calidad, cubrir las necesidades básicas y ayudar a los alumnos a desarrollar sus habilidades. Cuidamos de ellos en sus sufrimientos y tristezas, actuando siempre como madres”, señala la religiosa Rajamani Arulsamy directora de St. Mary’s.