El Papa ha celebrado la eucaristía en el muelle de Beirut y ha pedido “no ceder a la lógica de la violencia ni a la idolatría del dinero”
León XIV celebra la misa en el muelle de Beirut
León XIV ha celebrado hoy la misa en el muelle de Beirut ante más de 100.000 libaneses. En su homilía, ha lamentado que, a veces, “nos sentimos más inclinados a la resignación y a la queja que al asombro del corazón y al agradecimiento”.
“La dimensión de la alabanza no siempre encuentra espacio dentro de nosotros”, ya que estamos “agobiados por las fatigas de la vida, preocupados por los numerosos problemas que nos rodean, paralizados por la impotencia ante el mal y oprimidos por tantas situaciones difíciles”, ha continuado el Pontífice.
León XIV celebra la misa en el muelle de Beirut
Por eso, Robert Francis Prevost ha invitado al pueblo libanés a cultivar siempre actitudes de alabanza y gratitud: “A ustedes, que son destinatarios de una belleza singular con la que el Señor ha adornado su tierra y que, al mismo tiempo, son espectadores y víctimas de cómo el mal, en sus múltiples formas, puede empañar esta maravilla”.
Como ha reconocido el Papa, “esa belleza se ve oscurecida por la pobreza y el sufrimiento, por las heridas que han marcado su historia; se ve oscurecida por los numerosos problemas que los afligen, por un contexto político frágil y a menudo inestable, por la dramática crisis económica que les oprime, por la violencia y los conflictos que han despertado antiguos temores”.
En un escenario de este tipo, “la gratitud cede fácilmente paso al desencanto, el canto de alabanza no encuentra espacio en la desolación del corazón, la fuente de la esperanza se seca por la incertidumbre y la desorientación”, ha advertido.
Sin embargo, “la Palabra del Señor nos invita a encontrar las pequeñas luces que brillan en lo hondo de la noche, tanto para abrirnos a la gratitud como para estimularnos al compromiso común en favor de esta tierra”, ha recalcado.
Y entre esas pequeñas luces que brillan en la noche, León XIV ha citado “su fe sencilla y genuina, arraigada en sus familias y alimentada por las escuelas cristianas; el trabajo constante de las parroquias, las congregaciones y los movimientos para responder a las preguntas y necesidades de la gente; los numerosos sacerdotes y religiosos que se dedican a su misión en medio de múltiples dificultades; así como también los laicos, comprometidos en el campo de la caridad y en la promoción del Evangelio en la sociedad”.
Al mismo tiempo, el Pontífice ha indicado que “esta gratitud no debe quedarse en un consuelo íntimo e ilusorio”. “Debe llevarnos a la transformación del corazón, a la conversión de la vida, a considerar que es precisamente en la luz de la fe, en la promesa de la esperanza y en la alegría de la caridad donde Dios ha pensado nuestra vida”, ha agregado.
Y, por eso, ha completado, “todos estamos llamados a cultivar estos brotes, a no desanimarnos, a no ceder a la lógica de la violencia ni a la idolatría del dinero, a no resignarnos ante el mal que se extiende”.
Según sus palabras, “cada uno debe poner de su parte y todos debemos unir nuestros esfuerzos para que esta tierra pueda recuperar su esplendor. Y solo hay una forma de hacerlo: desarmemos nuestros corazones, dejemos caer las armaduras de nuestras cerrazones étnicas y políticas, abramos nuestras confesiones religiosas al encuentro mutuo, despertemos en lo más profundo de nuestro ser el sueño de un Líbano unido, donde triunfen la paz y la justicia, donde todos puedan reconocerse hermanos”.
“¡Líbano, levántate! ¡Sé morada de justicia y de fraternidad! ¡Sé profecía de paz para todo el Levante!”, ha exclamado el Papa agustino.