Asia

Pablo Puente Buces: el español de Beirut

| 30/11/2025 - 13:36

El nuncio apostólico en Líbano fallecido en 2022 pasó 22 años de su carrera diplomática en el país





Cuando una persona pasa 22 años en un país que no es su patria natal se supone que tiene vínculos muy estrechos con él; es el caso del santanderino Pablo Puente Buces (1931-2022), un diplomático vaticano que fue consejero de la Nunciatura en Beirut entre 1973 y 1977 y años más tarde fue nombrado por Juan Pablo II nuncio apostólico en el Líbano, en 1989, cargo en el que permaneció hasta 1997.



Tuve el privilegio de conocerle a él y a su familia y de ser su huésped en Harissa, la colina que domina la capital libanesa y que es la sede de la Nunciatura Apostólica desde que la anterior residencia fue destruida en uno de los bombardeos de la sangrienta guerra civil.

Pablo Puente había acumulado una gran experiencia diplomática antes de representar al Papa en el país de los cedros: había trabajado en las nunciaturas de Paraguay, República Dominicana, la antigua Yugoslavia y fue nuncio en Senegal e Indonesia.

Pero el Líbano entró en su corazón para no salir nunca: conocía al dedillo su historia, sus tradiciones, su idiosincracia, sus problemas, sus complejísimos equilibrios políticos. Sus compañeros diplomáticos admiraban –o envidiaban- su desenvoltura para tratar con los líderes de todas las fracciones que entonces se disputaban el poder desde Hezbollah a la vecina Siria.

De Beitut a Londres

Cuando en mayo de 1997 recibió a Karol Wojtyla, este quedó impresionado por su conocimiento de la situación libanesa, no solo política sino también religiosa, porque en Beirut conviven cuatro diócesis: la maronita, la melquita, la armenia y la caldea con sus correspondientes patriarcas y características diversas.

Con pesar tuvo que abandonar el Líbano cuando en 1997 fue nombrado nuncio apostólico en Gran Bretaña, responsabilidad que mantuvo hasta el 11 de diciembre de 2004, retirándose libremente a su casa de Colindres (Santander), donde día a día seguía los avatares de su país de adopción leyendo cotidianamente ‘L’ Orient le Jour’, uno de los principales periódicos libaneses.

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