Mundo

COP30: la diplomacia del consenso vence a la profecía moral

| 28/11/2025 - 00:10





Del dicho al hecho hay mucho trecho, dice el adagio popular, y tras celebrarse la 30.ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) –COP30–, realizada en Belém do Pará, corazón de la Amazonía brasileña, ha quedado “un sabor agridulce”. Así opina Eduardo Agosta, fraile carmelita y director del Departamento de Ecología Integral de la Conferencia Episcopal Española, quien estuvo muy activo en este foro internacional. En conversación con ‘Vida Nueva’, el religioso señala que la cumbre volvió a tropezar con el obstáculo de siempre: la regla del consenso.



El primer borrador presentado por la Presidencia brasileña al comienzo de la segunda semana, bajo el título de ‘Global Mutirão’ (Acción Colectiva Global), tras negociaciones posteriores, “se convirtió en un mapa de bifurcaciones morales” que abría un abanico de posibilidades a las delegaciones, incluidas opciones hacia “una justicia estructural en sintonía con la Doctrina Social de la Iglesia”. Sin embargo, se convirtió más en una venta de humo, porque al comparar el documento final con el borrador “se pone de manifiesto, una vez más, la clara victoria de la diplomacia del consenso sobre la fuerza de la profecía moral”.

El sacerdote, físico, con especialización y doctorado en Ciencias de la Atmósfera y Océanos, incluido un postdoctorado en Variabilidad Climática, destaca que el documento final de la COP30, pese a sus gestos simbólicos, falló en dos puntos esenciales para la ecología integral: no abandonar los combustibles fósiles y mantener la brecha financiera entre países ricos y países pobres, lo que “perpetúa la injusticia”.

Agosta lamenta también que las aristas “más afiladas” de la enseñanza social de la Iglesia “han quedado suavizadas”. “Las opciones más valientes que aparecían en la primera versión se han desdibujado o desaparecido en la redacción definitiva”, indicó. Para el carmelita, la batalla semántica “se perdió” para dar paso al eufemístico término “net zero” en referencia a la mitigación de gases de efecto invernadero, pero sin establecer acuerdos vinculantes para las naciones desarrolladas.

Por eso, deposita todas sus esperanzas en la próxima Conferencia Internacional para la Eliminación Global de los Combustibles Fósiles, pautada para abril de 2026, en Santa Marta (Colombia). Allí se juega una parte importante de los valores de la Doctrina Social de la Iglesia en materia de política pública y social: “Santa Marta puede convertirse en el jaque mate al bloqueo fósil”.

Más allá de todo este planteamiento, el cardenal Jaime Spengler, arzobispo de Porto Alegre, presidente del Episcopado brasileño y del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM), asegura a esta revista que la COP30 fue una “verdadera babel” en el buen sentido de la expresión: “Hubo una confluencia de lenguas, pueblos y culturas”. Según sus palabras, en esta plenaria mundial se mantuvo muy presente “el deseo de muchos de oír la voz de la Iglesia”. De hecho, Agosta refrenda al cardenal al precisar que se realizaron dos eventos en el Pabellón de las Naciones Unidas (Zona azul), donde Spengler junto a sus colegas Fridolin Ambongo (África) y Felipe Neri (Asia), presentaron el documento.

Un llamado por la justicia climática y la casa común, por lo que “es la primera vez que la Iglesia Pueblo de Dios contó con este espacio dentro de una COP, con una gran representación eclesial a través de sus máximas autoridades”. De hecho, Gustau Mañez Gomis, jefe del Gabinete de la COP30, tras recibir este manifiesto púrpura de la Iglesia del sur global, les animó a seguir “alzando la voz por el cuidado de la vida”, porque cuando “la religión habla, la política escucha”.

De abajo hacia arriba

Asistieron a esta cumbre ocho cardenales y 40 obispos. Se calcula que más de 1.500 laicos, sacerdotes y religiosas. Ha habido una participación significativa de la Iglesia. Así, César Piscoya, asesor del Centro de Programas y Redes de Acción Pastoral del CELAM, asegura que este camino a la COP30 arrancó desde América Latina con la llamada ‘Ruta Laudate Deum’, emprendida por la Comisión de Ecología Integral de América Latina (CEILAC) en 2024.

Esta articulación de la Iglesia comenzó en el XI FOSPA (Foro Social Panamazónico, junio 2024) realizado en Bolivia, continuó en la COP16 sobre Biodiversidad en Colombia (octubre 2024) hasta llegar a la Conferencia sobre el Cambio Climático de Bonn (junio 2025) como antesala a Brasil. De hecho, con el Episcopado brasileño a la cabeza “se estableció un espacio de coordinación para caminar juntos, tras un encuentro en Brasilia en febrero de 2025”.

Al respecto, Rosita Sidasmed, religiosa de la congregación de las Hermanas de la Misericordia de las Américas (RSM) y secretaria ejecutiva de la Red Eclesial del Gran Chaco y Acuífero Guaraní (REGCHAG), define la ‘Ruta Laudate Deum’ como un camino estratégico para preparar la participación de la Iglesia latinoamericana en estos foros internacionales, que “ayudó a consensuar ejes temáticos, como crisis social, espiritualidad ecológica, agua, derechos, entre otros”. Un esfuerzo que “ha valido la pena”. Son muchos los desafíos –prosigue Sidasmed–, entre estos, consolidar “una sinodalidad ecológica” que permita trabajar con las Iglesias locales en una conversión comunitaria, que encamine a todos hacia estilos de vida más coherentes con el respeto de la creación, la espiritualidad, la educación, el compromiso social.

El cardenal Spengler también es partidario de llegar a las bases, porque “la justicia climática no es cuestión de aplicar leyes, ni existe una respuesta definitiva. Si deseamos hacer frente al cambio climático, debemos empezar por las bases”. Mientras, Juan Carlos Barreto, presidente de Cáritas Colombia y obispo de Soacha, afirma que esta ruta tiene varios logros, como una mayor conciencia y articulación entre sectores eclesiales en torno a los compromisos de incidencia: “Esta iniciativa también ha logrado movilizar acciones al interior de la Iglesia latinoamericana en lo que corresponde a formación, espiritualidad y comunicación”.  La ‘Ruta Laudate Deum’ se ha convertido en un laboratorio de la conversión ecológica, que fue acuñada por Francisco en su magisterio y ratificada por León XIV en esta COP30, cuando pidió a los líderes del mundo “no olvidar el Acuerdo de París (2015)” y tomar acciones concretas en el cuidado de la creación.

“Esta Ruta llevó hacia Belém la voz de la resistencia, la ecología integral y el clamor de los pobres, en consonancia con el mensaje de urgencia y profecía emitido por el Santo Padre”, subraya Piscoya. La clave está en “reconfigurar el multilateralismo” para que nazca “desde abajo”, agrega Agosta. Por ello, las redes eclesiales han cumplido un papel fundamental en este cometido para llevar temas locales a estas conversaciones globales y “continuar fortaleciendo en los territorios acciones que sostengan que otro mundo es posible con el aporte de los pueblos y sus sabidurías”, apuntó Sidasmed, quien también integra la Pastoral Indígena en Argentina.

Ley de la creencia

La COP30 permitió a León XIV erigirse como el continuador de Jorge Mario Bergoglio. Todos coinciden en ello. Piscoya destacó que “el Santo Padre reitera que el Acuerdo de París sigue siendo nuestra herramienta más poderosa, no es el acuerdo lo que está fallando, sino la voluntad política de algunos”. Al menos desde la CEILAC, agrega el laico peruano, “no dejamos de recordar que las respuestas deben ser específicas y desde el territorio para lograr esa voluntad política tan deseada”.

Por su parte, el cardenal Spengler apela a la expresión latina ‘lex orandi, lex credendi’, en referencia a que la ley de la oración es la ley de la creencia, por ende, en “la teología católica nosotros oramos por aquello en lo que creemos, quizá esto a veces no lo percibimos en nuestra liturgia y justamente la llamada del Papa nos recuerda que la cuestión climática está íntimamente ligada con la vivencia de la fe”.

Barreto aclara que la posición de Robert Francis Prevost “no puede catalogarse como una determinación ideológica, sino como signo profético de una Iglesia que escucha la voz de Dios, el grito de los pobres y de la tierra, y el mensaje objetivo de los científicos independientes. El mensaje valiente y claro del Papa debe ser un imperativo ético para todos los cristianos y para ciudadanos respetuosos de la creación y del futuro fraterno de la humanidad”. Agosta considera que el Papa “dio el empujón moral que las negociaciones climáticas necesitaban al interior de la Zona azul”, cuando por el contrario ausencias como las de Donald Trump y Xi Jinping ponen en evidencia el poco interés de las grandes potencias en cumplir los acuerdos de las COP. Por eso, “detonó palabras audaces” al denunciar la falta de voluntad política ante la crisis climática.

Etiquetas: COP 30
Noticias relacionadas