El primer discurso del Papa ha agradado al presidente turco, que aspira a jugar un rol intervencionista en los mayores focos bélicos del momento
León XIV, con Erdogan
En los viajes papales, el primer discurso suele marcar las pautas que van a ser desarrolladas sucesivamente. Así ha sucedido también ahora en esta primera experiencia viajera internacional de León XIV.
El primer discurso del Papa agustino lo ha pronunciado en una atmósfera demasiado imponente, protocolaria, un pelín fría, pero su contenido sin duda ha agradado a sus oyentes y, en especial, al presidente Recep Tayyip Erdogan, que tanto aspira a jugar un rol intervencionista en los mayores focos bélicos del momento.
León XIV, con Erdogan
Escogiendo como emblema gráfico de su visita a Turquía el puente sobre el estrecho de los Dardanelos, León XIV ha dado la clave de interpretación; con la palabra puente varias veces repetida se han alternado otras como vínculos, encrucijada, fraternidad, familia, encuentro… Y todas ellas se oponen a las “comunidades humanas que hoy en día están cada vez más polarizadas y desgarradas por posiciones extremas que las fragmentan”. Contra ese fenómeno, el Papa insiste en que “una sociedad está viva si es plural; son los puentes entre sus diferentes almas los que la convierten en una sociedad civil”.
Y yendo más allá de los límites nacionales, el Pontífice norteamericano-peruano le ha pedido al presidente “que Turquía sea un factor de estabilidad y acercamiento entre los pueblos, al servicio de una paz justa y duradera”. Esa debe ser la vocación del gran país que constituye un puente entre Oriente y Occidente, entre Asia y Europa y una encrucijada de culturas y religiones.